Se define como un chico de Madrid porque tanto sus raíces como las historias que ha ido transitando por las calles de las urbes han marcado su obra artística. Jaime Ovel se abre en canal cuando produce. Su música es electrónica y es testimonial, casi como una película naturalista del siglo XX. Así lo muestra en el nuevo videoclip de unos de sus hits, Dejarlo en una rave.
A modo de presentación y para que puedan conocerte mejor nuestros lectores, ¿quién es Jaime Ovel? 
Soy un chico de Madrid. Me gusta definirme así porque me parece una idea muy poderosa. Creo que es bonito e importante reivindicar la pertenencia a los lugares porque creo que desde ahí se explican muchas cosas solas. Con la ciudad siempre presente, soy una persona esencialmente melancólica que transita por sus vivencias una y otra vez, con todo lo bueno y malo que eso conlleva.
Algo que te define como artista es el peso que tienen las experiencias personales y las emociones en tu música. Dejarlo en una rave va un poco de eso. ¿Qué historia había tras esta canción? 
Dejarlo en una rave parte de una historia sobre una ruptura muy turbulenta de mi post-adolescencia en la que salí muy mal parado. Esta ruptura no se dio en una rave pero sí hubo una rave involucrada en lo que para mí fue el desprendimiento emocional en la relación. En esa rave transité la rabia, la tristeza pero también la felicidad y la esperanza por sentir que podía y me merecía estar bien sin esa persona. 
¿Dirías que tu método de expresión/sanación es producir música? ¿Cómo relacionas esto con la música electrónica?
Aunque creo que es un poco peligrosa la idea de ceder toda la salud emocional al arte, obviamente le cedo mucho. Para mí mi música es mi diario y tiene un papel muy importante a la hora de recomponerme y recolocarme en situaciones complicadas. La música electrónica creo que tiene mucho de esto desde sus comienzos. Hay música electrónica más testimonial o narrativa que, obviamente, está destinada desde su producción a fines más emocionales, pero incluso la música electrónica más aséptica y neutra desde el baile consigue emocionar y sanar. 
Te preguntaba esto porque, para muchas personas, bailar electrónica se basa en la agresividad y la impulsividad, pero también hay quien vibra con ella desde la dulzura. ¿Dirías que ambas sensaciones se entremezclan en tus producciones? ¿Cuál es la óptica desde la que la enfocas? 
Para mí la agresividad en mi música se enlaza necesariamente a la vulnerabilidad y la emoción. Me gusta pensar en mi música como si fuesen epopeyas. En mi cabeza dramatizo todo mucho y siempre le otorgo a las situaciones y a los escenarios que recuerdo e imagino un tono nostálgico y grandioso. 
En el videoclip de Dejarlo en una rave encontramos amor, odio, felicidad, soledad y valentía. ¿Cómo ha sido la experiencia de trasladar la creatividad de la música a la pantalla? 
En este caso, Lucía Recuenco, la directora del videoclip, hizo un trabajo muy guay reformulando la historia de la que habla la canción. Confié mucho en su visión como directora porque trata los temas con mucha sensibilidad y naturalismo. Grabándolo pude sentir que contábamos la misma historia pero desde una realidad paralela. 
Otro de los temas que vertebra tu obra es tu experiencia en torno a la ciudad y cómo te relacionas con esta. ¿De qué forma la ciudad te ha impulsado a pinchar y producir? 
Cuando tenía 17 años, el techno empezó a llegarme por diferentes vías. A partir de ahí comencé a indagar en las diferentes fiestas de Madrid, sobre todo en raves y centros autogestionados. Conecté tanto con estos entornos y con el techno de esta ciudad que en un momento donde no estaba estudiando ni trabajando me puse a trastear con una controladora que tenía en casa de cuando era pequeño. Con los años fui descubriendo lo densa que era la red de colectivos, fiestas y pistas de baile queer en Madrid y me quedé. 
Tu segundo EP, Todo lo que pasa en la ciudad (2021), gira precisamente en torno a esta temática. ¿Cuáles son los conceptos claves tras este EP? ¿Qué querías transmitir? 
Todo lo que pasa en la ciudad es el retrato de mi verano de 2021 en Madrid. Cosas que hice supusieron un punto de inflexión en mi vida y en la de otras personas importantes para mí, y no para bien. Produciendo el EP me sentí un ser omnipresente que revivía todo lo que yo había generado en cada lugar de la ciudad. En su momento fue una forma de romantizar lo que había pasado para transitarlo mejor. Con el tiempo, este EP significa una mirada al pasado de lo que no quiero volver a ser. 
Dos años antes, en 2019, sacabas tu primer tema, Far Away. Y un año antes en 2020, tu primer EP, titulado 280. ¿Cómo empezaste a pinchar y producir?
A pinchar empecé en 2019 con el fin de llenar mi tiempo en un momento en el que me sentía muy inútil y bastante solo. Al poco tiempo pude ver que pinchar no solo podía entretenerme sino que estaba siendo también una vía de expresión emocional. A producir comencé un año después en una habitación de hospital en Bangkok. Tuve que estar un mes allí y pasaba mucho tiempo solo. Me propuse empezar a producir porque necesitaba expresar mis emociones, no que las canciones que pinchaba lo hiciesen por mí, y en esa habitación, a modo de laboratorio, surgió mi primer tema, Leaving Bangkok. En ese momento me di cuenta de que tenía que hacer música. 
Me gustaría indagar en tu participación en Others To The Front, un colectivo queer de música techno y house. ¿Qué nos puedes contar sobre esta propuesta?
Others To The Front para mí marca el precedente en la escena del techno queer en Madrid. Es un colectivo desde el que se hace una revisión política constante de la escena techno. Creo que es un colectivo importante dentro de la escena porque ofrece una propuesta política desde la médula. En Others To The Front he aprendido mucho sobre lo que ahora sé de música electrónica y cultura queer, y creo que el trabajo que hacen es espléndido y tremendamente necesario. 
¿Crees que la escena musical electrónica española está evolucionando hacia mayores líneas de libertad de expresión y de identidad?
Creo que el techno ya es un titán de lo mainstream y desde ahí se presume mucho de libertad identitaria y de expresión. Las grandes fiestas en España siguen siendo prioritariamente heteronormativas y blancas, lo que pasa es que se utiliza las identidades y las formas de expresión queer para venderlas. Para mí la escena techno que merece la pena y que asegura la libertad de expresión real se encuentra en el underground, en colectivos como Others To The Front, Nightnoise o Fernweh, entre otros 
Yendo algo más allá, y para no quedarnos solo en la frontera española, ¿qué otras escenas electrónicas queer te han impulsado a crear y participar en este tipo de proyectos? 
Aunque siento que he podido viajar muy poco y adentrarme de momento en pocas escenas de otros países, sí que, afortunadamente, dentro de Others To The Front pude estar en contacto con colectivos como Bleak Narrative de Berlín o XOXA de Nueva York, de los que pude aprender mucho sobre cómo era crear escena queer y política en otros países. 
Y volviendo a tu carrera como DJ y productor, ¿a dónde te gustaría llegar con todo esto? ¿Qué legado te gustaría dejar con tu música? 
Creo que no tengo ambiciones muy grandilocuentes. De momento quiero seguir desarrollando redes dentro del techno y de la música en general. A veces siento casi que acabo de empezar. Me interesa mucho el techno y ser DJ, pero también estoy descubriendo otros mundos y otros estilos que quiero explorar, como el indie, en el que ya he podido meter un pie gracias al corto Ojo por ojo de Lucía Recuenco, para el que he hecho la BSO. Sé que me interesa mucho la producción musical y que quiero investigar todo lo posible y no cerrarme a nada.