“El actor debe ser capaz de crear un universo en la palma de su mano”, decía Laurence Olivier. En esta entrevista, charlamos con Iván Lapadula, un actor que, sin grandes pretensiones, ha sabido encontrar en cada proyecto una oportunidad para aprender, crecer y explorar nuevos mundos. Nacido en España, con raíces argentinas e italianas, Iván ha vivido entre culturas, idiomas y formas distintas de ver la vida. Ese recorrido personal también se refleja en su trabajo actoral, que ha pasado por series diarias, proyectos internacionales y personajes de época.
Uno de sus trabajos más recientes es Manual para señoritas, la nueva comedia romántica de época de Netflix ambientada en una versión ficticia del Madrid de 1880, donde interpreta a uno de los personajes que dan vida a este universo lleno de humor, intriga y crítica social. La serie, protagonizada por Nadia de Santiago, presenta a una dama de compañía encargada de encontrar marido a tres hermanas muy distintas, en una historia que mezcla lo clásico con una mirada contemporánea.
Con una mirada reflexiva y sentido del humor, Iván habla de sus comienzos, de lo que implica mudarse de ciudad para formarse, del vértigo de enfrentarse a un rodaje internacional y de cómo su historia familiar le ha dado herramientas únicas. También nos cuenta sobre sus inquietudes como actor, sus deseos para el futuro y la importancia de mantener los pies en la tierra. Una conversación honesta, sencilla y auténtica, donde el oficio y la vida se entrelazan de forma natural.
Iván, muchas gracias por darnos esta entrevista. Para comenzar, cuéntanos un poco sobre tu origen. Naciste en España pero creciste en Argentina. ¿Cómo fue esa experiencia y cómo influyó en tu carrera actoral?
Gracias a vosotros. Crecí hasta los quince años en Peñíscola (Castellón) y luego me mudé dos años a Argentina con mi madre. Tengo familia allí; fue una experiencia muy diferente. Creo que me vino muy bien para abrir la cabeza y ver que hay más mundo. No fue fácil por diversas razones, pero estoy contento de haber tenido la posibilidad de vivirlo. Creo que esa vivencia me dio más madurez, más vida, más apertura.
Mi madre es argentina y mi padre italiano; eso me ha regalado muchas herramientas como persona y como actor. Al fin y al cabo, soy de varios lugares: España, Italia, Argentina. Todo me ha dado riqueza cultural, aunque a veces también he sentido que no soy de ningún sitio, esa sensación de no pertenecer. Tener un poco de todo es guay, pero a la vez sientes que no perteneces a ningún lugar. Pero eso me gusta. Me siento parte del mundo y bebo de lo que me ofrece a medida que voy viviendo.
Tener familia en Argentina e Italia hace que tenga varias personalidades. Creo que eso me da la riqueza de poder jugar de diferentes maneras los personajes. Escuché que cada idioma te coloca de una manera distinta frente al mundo; con cada lengua, podría decirse que me salen cosas diferentes respecto a mi personalidad. Me gusta jugar con eso.
Justo nos hablas de esto. ¿Cómo han influido estas experiencias multiculturales en tu forma de ver el mundo y en tu desarrollo como actor?
Como comentaba, el beber de varias culturas solo puede sumar. Enriquece y te da más perspectivas sobre las cosas. Creo que tener una familia de varios sitios me ha regalado la oportunidad de viajar más y de conocer más mundo. Intento empaparme de todo eso para luego crecer como persona y también tener más herramientas como actor.
Empezaste a formarte en Barcelona y luego te mudaste a Madrid. ¿Cómo fue ese proceso de formación y qué retos tuviste que superar?
La formación que tuve en Barcelona fue muy divertida, me conectó con el juego y con el descubrir desde un lado muy inocente. Me abrió las puertas al camino del crecimiento personal y los estudios psicológicos del comportamiento humano. Tuve la suerte de coincidir con un grupo de personas en clase muy guay que, a día de hoy, son mis amigos. De hecho, me mudé con dos de ellos a Madrid para seguir con la formación.
Fue toda una aventura vivir con tus mejores amigos recién llegados a la ciudad. Nada más llegar, a diez días de empezar en la nueva academia, me cogieron para la serie diaria Dos vidas. Fue una gran noticia, estaba muy contento, pero también tengo que reconocer que quería ir a clase con mis amigos. Fue una mezcla de emociones: contento por poder trabajar en una serie durante tanto tiempo y, a la vez, triste por no poder tener la experiencia de ir a la nueva academia. Luego me di cuenta de que no tenía mucho sentido lo que se me pasaba por la cabeza, pero en ese momento lo sentí así; estaba muy aferrado a mis amigos. Era todo nuevo, quería estar con ellos.
“Soy de varios lugares: España, Italia, Argentina. Todo me ha dado riqueza cultural, aunque a veces también he sentido que no soy de ningún sitio, esa sensación de no pertenecer.”
Has participado en varias producciones, pero uno de tus papeles más conocidos es el de Ángel Godoy en la serie Dos vidas, que justo mencionabas. ¿Cómo llegaste a este personaje y qué fue lo que más te atrajo de él? ¿De qué manera describirías la experiencia de participar en una serie de emisión diaria?
Si no recuerdo mal, fueron tres fases de casting. La primera fue mediante una grabación en mi casa, mientras mi madre me daba la réplica. Fue gracioso. Ángel era un personaje con bastante miedo por las situaciones que vivía, pero a la vez muy valiente porque no dejaba que nada lo detuviera. Aprendí a ver el lado bonito del miedo y a entender que tiene muchas caras y formas. Fue una experiencia increíble.
Tener la suerte de trabajar todos los días durante un año en un proyecto es algo que no se estudia en ningún sitio. No fue fácil: había mucho texto, muchas escenas, muchos cambios. Pero todo eso me volvió más flexible como actor. Aprendí a trabajar a velocidades y con recursos que antes no conocía ni sabía manejar. Lo que quiero decir con esto es que Dos vidas fue, para mí, un gran regalo de bienvenida a Madrid.
En tu carrera también has tenido la oportunidad de participar en proyectos internacionales como A través del mar y A través de tu mirada. ¿Cómo ha sido trabajar en estos proyectos y qué diferencias encuentras entre las producciones españolas e internacionales?
Esas dos películas fueron todo un viaje. Daba mucho vértigo trabajar en un proyecto con tanta visibilidad, pero intenté centrarme en lo más importante, que es el trabajo del actor. No quería distraerme y buscaba llevar mi curro lo más hilado posible.
No es fácil decir cuáles son las diferencias entre proyectos españoles e internacionales. Cada uno, ya  de por sí, es un mundo nuevo. Todo funciona distinto en cada rodaje: hay códigos y modos de trabajo diferentes. Lo que sí me resultó muy interesante fue que, en la serie holandesa Máxima, la jerarquía era bastante horizontal. El equipo estaba muy unido y no había ‘rangos’, por así decirlo. No existía eso de mirar por encima del hombro. La comunicación con las directoras era muy cercana, y eso hacía que el trabajo fluyera en un solo sentido, como si realmente navegáramos todos en el mismo barco.
En cuanto a tu preparación para estos roles internacionales, ¿tu dominio del italiano y del catalán te ha dado alguna ventaja al interpretar personajes que podrían requerir un conocimiento específico de esos idiomas?
Gracias a mi padre, se podría decir que tuve mi primer proyecto. Si él no me hubiese enseñado a hablar italiano, nunca habría tenido la posibilidad de hacerlo. Aprendí a regañadientes, pero aprendí (risas). Los idiomas brindan posibilidades siempre, ya sea en esta industria o en cualquier otro trabajo. Saber varios me da la posibilidad de trabajar en más sitios, y eso es muy bueno.
Hablando de tu reciente trabajo en Manual para señoritas, ¿qué puedes contarnos sobre tu personaje? ¿Cómo lo describirías y qué desafíos encontraste al darle vida?
Eduardo es un joven adinerado, bastante rebelde o caprichoso. Se deja llevar mucho por sus emociones y no se corta un pelo. Ha sido muy divertido interpretarlo y jugar con él siguiendo las directrices que nos daba Carlos Sedes. Es un código que yo no había tocado nunca, y mezclar la comedia con el romance y el drama a veces es bastante raro, pero una vez le pillas el truco, se disfruta mucho.
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Me gustaría saber cómo ha sido rodar una serie de época y sumergirte en esos escenarios y en el magnífico vestuario. ¡Debió de ser muy divertido!
Sí, ha sido un rodaje muy divertido. El vestuario, ya de por sí, te coloca en otra cosa y ayuda mucho en la creación del personaje. No todos los días te ves vestido como un principito… ¡es gracioso! Los exteriores donde grabamos eran espacios muy bonitos y el plató era gigante. Pero lo que más me llevo es un equipo muy bonito con el que currar. ¡Me llevo amigos!
A lo largo de tu carrera, has tenido la oportunidad de trabajar con actores y directores talentosos. ¿Hay algún consejo o lección importante que hayas aprendido de tus compañeros o mentores que te haya marcado?
Diría que es importante separar el trabajo de las cosas personales. Es difícil, porque al fin y al cabo trabajamos con nuestro cuerpo. Pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que prefiero tener mi vida personal apartada del rodaje. Eso no significa que no puedas charlar y conocer a la gente tranquilamente, pero ahora voy más poco a poco que antes.
En cuanto al futuro, ¿qué proyectos te gustaría explorar en los próximos años? ¿Hay algún género o tipo de personaje que te gustaría interpretar y aún no has tenido la oportunidad de hacer?
Me gustaría estar en proyectos donde el desarrollo del personaje sea más extenso, que el proceso creativo sea más largo y poder buscar e indagar en capas más profundas. Personajes que requieran más oscuridad y búsqueda. Compartir un fuerte espacio de exploración. Personajes con sombras oscuras, con personalidades psicológicas complicadas.
Por último, ¿qué mensaje te gustaría transmitir a tus seguidores y a aquellos que están empezando en el mundo de la interpretación?
Primero que nada, agradecer a todas las personas que me apoyan. Y a aquellas personas que están empezando, les diría que tengan mucha paciencia, muchísimas ganas de trabajar y mucho amor por la vida y por la profesión. A veces el camino se vuelve complicado, por eso es importante tener cerca una red de gente que te quiera mucho y que te sostenga cuando haga falta. Explorar, buscar, ser curioso, preguntar, hacer, arriesgar… o como decían en mi escuela de interpretación: es mejor pedir perdón que pedir permiso. Hay que tener mucho valor.
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