En Manual para señoritas, una comedia de época que combina humor, ironía y crítica social, la actriz Itziar Manero interpreta a Adela, una carabina joven, romántica y soñadora que se enfrenta a su nuevo rol con entusiasmo y ternura. Desde este personaje, Itziar despliega una interpretación luminosa y matizada que reivindica la ingenuidad como una forma de inteligencia emocional.
Con una sólida trayectoria en teatro, cine y televisión, Manero ha trabajado con compañías como La Tristura o Pont Flotant, y se ha consolidado como una actriz y creadora comprometida con los procesos colectivos y los proyectos que tienen un contenido ético y social. En esta entrevista reflexiona sobre su experiencia en la nueva serie de Netflix, el valor del humor con perspectiva feminista y los retos de interpretar en un código híbrido entre el pasado y el presente.
También habla de Memoria, su primer proyecto en solitario, donde se adentra en su historia familiar desde una honestidad conmovedora. Itziar Manero se perfila como una voz propia en su generación: versátil, sensible y profundamente conectada con los relatos que escoge contar, tanto en escena como fuera de ella.
¿Cómo describirías tu personaje en Manual para señoritas y qué te atrajo de él cuando leíste el guión?
Adela es una carabina principiante. Es joven para serlo, pero, al ser una huérfana de orígenes humildes, no le queda otra que ejercer como tal. El trabajo de las carabinas consistía en buscar marido a sus señoritas, y Adela quiere aprender de sus amigas, mucho más experimentadas que ella, para hacerlo bien. Lo que le ocurre es que es muy romántica y enamoradiza, y no puede evitar imaginarse a sí misma como protagonista de una historia de amor.
Lo que más me gusta de Adela es su pureza, transparencia y honestidad. Es muy alegre y soñadora, pero también inteligente y con muchos aprendizajes vitales a sus espaldas. Siento que muchas veces se confunde lo naive o la ingenuidad con una falta de inteligencia o experiencia vital, y estoy totalmente en contra de eso. Es más, me encantan las personas sabias que, a pesar de no haberlo tenido fácil en la vida, son capaces de mirar el mundo con pureza e ingenuidad.
La serie tiene un tono que mezcla comedia, ironía y crítica social. ¿Cómo fue trabajar dentro de ese registro?
No fue nada fácil. A esa mezcla de comedia, ironía y crítica social hay que sumarle también el código de época, porque, aunque no sea una serie completamente fiel a él, sí debe resultar creíble que tu personaje vive en el siglo XIX. Me centré mucho en las técnicas de comedia: el ritmo de la escena, la ligereza, o la rapidez de pensamiento para pasar de una idea a otra. También vi algunas series y películas que rompen con el código de época establecido. A veces la gente cree que una serie ‘fácil’ de ver es una serie fácil de interpretar, y no es para nada así.
¿Qué crees que aporta Manual para señoritas a la conversación actual sobre feminismo y roles de género?
Creo que Manual para señoritas es una serie para entretener y disfrutar. Lo primero es que el público se lo pase bien viéndola, pero eso no quiere decir que carezca de crítica social. Precisamente, lo que la diferencia de otras ficciones similares es ese tono irónico y crítico con el que aborda el amor romántico y los roles de género. Me parece muy positivo que las ficciones de entretenimiento actuales incluyan también estos temas, porque ayudan a normalizar realidades que antes estaban invisibilizadas y demuestran que la sociedad está cambiando.
“Me encantan las personas sabias que, a pesar de no haberlo tenido fácil en la vida, son capaces de mirar el mundo con pureza e ingenuidad.”
¿Hubo alguna escena o situación del rodaje especialmente divertida o desafiante que recuerdes?
Me he divertido mucho rodando esta serie y he hecho amistades preciosas. Recuerdo con mucho cariño la sesión de espiritismo que grabamos para el capítulo cinco. Eran escenas grupales algo complicadas de rodar, y pasamos muchísimo tiempo juntos. Tuve ataques de risa que me costaba muchísimo contener; lloré de la risa y aguantaba como podía cuando la cámara pasaba por delante de mí. Me sentía culpable porque no quería retrasar el rodaje, pero no podía parar. Estaba como borracha de felicidad por estar rodando, por estar tan bien acompañada, por el trabajo cómico tan bonito de mis compañeras y compañeros y por todas las bromas que nos hacíamos entre nosotros.
¿Cómo ha sido la recepción del público hasta ahora y qué comentarios te han llegado que te hayan sorprendido o emocionado?
Siento que la recepción ha sido muy buena. La serie ha tenido millones de visualizaciones, ha llegado al número dos a nivel mundial entre las de habla no inglesa y ha estado en el top ten durante semanas en muchos países. Por mi parte, he recibido mensajes muy bonitos de personas de distintas partes del mundo que me decían que les encantaba el personaje de Adela y me felicitaban por el trabajo. Llevo ya unos cuantos años trabajando como actriz, pero nunca había hecho algo con tanta visibilidad y proyección, y no estoy nada acostumbrada, la verdad. Me parece muy loco que alguien me escriba desde otro continente para felicitarme por mi trabajo.
Has trabajado en teatro, cine y televisión. ¿Qué te ofrece cada medio y cuál te resulta más retador o estimulante?
Este último año, por primera vez, he pasado más tiempo rodando que haciendo teatro, y ahora mismo estoy muy enamorada de la experiencia de rodar, pero no quiero dejar nunca el teatro. Para mí, el teatro es la esencia de nuestro trabajo, el origen de todo. Me encanta el tiempo que se dedica al proceso, a los ensayos, a la profundización. La oportunidad de vivir el viaje de la obra por completo, sin fragmentación, con la presencia física del público y la posibilidad de repetir una y otra vez ese viaje. Ambos medios me encantan y no quiero renunciar a ninguno. Lo verdaderamente retador y estimulante para mí son las historias, las sensibilidades y las personas involucradas en el proyecto, más que el formato.
“A veces la gente cree que una serie ‘fácil’ de ver es una serie fácil de interpretar, y no es para nada así.”
En tu obra Memoria, abordas temas personales desde un lenguaje escénico íntimo. ¿Qué aprendizajes te dejó ese proceso como creadora?
Los aprendizajes que me dejó Memoria son innumerables. Podría escribir párrafos y párrafos sobre ello. Fue la primera obra que escribí, produje e interpreté en solitario, y la primera vez que me enfrentaba a dirigir un proyecto y un equipo por mi cuenta. Además, era una obra de teatro documental sobre mi abuela y su proceso de pérdida de memoria, con toda la vulnerabilidad que eso implicaba. La estrenamos en 2022 y hemos estado más de dos años de gira. Ha sido muy fuerte todo lo que he vivido con esta obra: como actriz, como creadora, como persona y como nieta.
¿Cómo eliges los proyectos en los que te involucras? ¿Qué buscas en un guion o propuesta artística?
Me dejo llevar mucho por la intuición. Busco nuevos retos, cosas que no haya hecho nunca, pero sobre todo sensibilidades y miradas con las que me siento identificada. Me muevo mucho por el deseo de actriz, pero también por los ideales que persigo en cuanto a lo que considero que deben ser el cine y el teatro. Tengo claro que nunca me involucraría en un proyecto que vaya en contra de mis principios o que considere nocivo para la sociedad, para los colectivos vulnerables que la conforman o para las causas sociales que apoyo.
Has colaborado con compañías como La Tristura o Pont Flotant. ¿Qué importancia tienen para ti los procesos colectivos en el trabajo artístico?
Creo que los procesos de creación colectiva son más difíciles de llevar a cabo: la toma de decisiones es más lenta y la logística de la producción suele complicarse. Pero, por otro lado, el hecho de que el proceso incluya diversas miradas y sensibilidades enriquece muchísimo la obra final, la convierte en algo muy genuino. Además, la responsabilidad y la vulnerabilidad del proceso creativo se comparten, lo que lo hace más llevadero. Creo que merece mucho la pena trabajar en colectivo, tanto en el arte como en la sociedad en general. Siento que estamos en una época en la que hay que reivindicar lo colectivo.
“Me dejo llevar mucho por la intuición. Busco nuevos retos, cosas que no haya hecho nunca, pero sobre todo sensibilidades y miradas con las que me siento identificada.”
¿Qué actrices, directores o creadoras han sido referentes importantes para ti a lo largo de tu formación y carrera?
Creo que mi mayor referente artístico es Agnès Varda. Considero que era una genia y que estoy a años luz de su genialidad, pero me conformo con admirarla y enriquecerme con su trabajo. Fue una creadora única: comenzó a hacer cine cuando apenas había mujeres en el medio y se atrevió a hacer su propio cine, siendo fiel a su sensibilidad, tratando temas políticos y complejos desde una mirada única, bella y esperanzadora, pero también crítica e inconformista. Tuvo una trayectoria larguísima, en la que experimentó con distintos géneros y supo relacionar lo íntimo con lo colectivo, lo personal con lo político. Su cine me emociona, me interpela y me atraviesa. Otras referentes son Alice Rohrwacher, Mia Hansen-Løve, Céline Sciamma, Carla Simón e Itsaso Arana.
¿Cómo desconectas o te recargas entre proyectos? ¿Tienes algún ritual o actividad que no suelas compartir?
Me refugio mucho en casa. Duermo mucho, cocino y como sano, paso tiempo con gente querida, leo, veo películas, doy paseos y me escapo al monte o al mar. Nada especial. Esta profesión implica muchos viajes y mucha vida social, cosas que me encantan, pero en cuanto tengo unos días libres, necesito compensarlo con una vida un poco ermitaña.
¿Qué te gustaría explorar próximamente, ya sea dentro o fuera de la interpretación?
En los próximos meses me veré involucrada en proyectos muy distintos entre sí, en cuanto a lenguajes, formatos, roles y registros, y no me puede apetecer más. Quiero seguir disfrutando de mi profesión mientras aprendo y me enfrento a nuevas experiencias. Me encantaría convertirme en una actriz y creadora versátil, con una trayectoria diversa y estimulante.
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