Israel Fernández, cantaor manchego, defiende la idea de ‘pureza’ dentro del flamenco. No concibe el flamenco como algo ortodoxo. Su anterior disco Amor (2020), interpretado junto al prestigioso guitarrista Diego del Morao, fue nominado a los Latin Grammy y Premio Odeón al Mejor Álbum de Flamenco. Sin embargo, su carrera se fragua desde pequeño, a través de una infancia en la que aprendió de cantaores clásicos como Manolo Caracol, Porrina de Badajoz, Antonio Chacón y La Niña de los Peines, entre otros. El gran Camarón de la Isla, con el que a menudo es comparado, es el espejo donde se mira, según nos cuenta en esta entrevista. El cantaor acaba de publicar su nuevo disco, Pura sangre, un cante a las raíces y costumbres gitanas, donde utiliza esa idea de pureza a modo de búsqueda de la verdad y de la autenticidad. Así, recurre a los recuerdos de la infancia mediante una mirada propia que apuesta, ante todo, por el amor y la sensibilidad. Israel Fernández, todavía en su juventud, ya es todo un referente dentro del flamenco actual.
Pura sangre habla de llevar el flamenco en las venas, en lo más hondo de tu ser. Sin embargo, Israel Fernández también apuesta por la experimentación, a su manera y desde su visión personal, siempre bajo la bandera del respeto hacia el cante. Para ello, se ha valido de la ayuda de Pional, productor madrileño que ha colaborado con artistas como Alizzz, C. Tangana o Dora. El cantaor, además, está estrechamente emparentado con otros artistas del panorama de la música urbana, puesto que ha colaborado con Dellafuente en De plata y madera de su disco Tanteo (2022), y con Omar Montes en Placa alemana de Quejíos de un maleante (2022). De hecho, ha cantado para Gallery Sessions con El desamparo, y en A Colors Show con Fiesta. Además, se ha atrevido a mezclar el flamenco con fado portugués junto a la cantante Sara Correia en Bocas do mundo. El cantaor concibe la colaboración artística dentro de la amistad, la química y la afinidad, según ha declarado en distintas ocasiones.
Israel Fernández afirma saber de qué color es el flamenco. “No soy daltónico con el flamenco”, nos cuenta. Por eso reivindica sus orígenes y el buscarlo humildemente, siempre desde el respeto y el conocimiento. Entiende que el color forma parte de la vida y por eso nos cuenta que él no cree en muchas cosas, en general, pero sí en el mal de ojo, y que por ello hay que prevenirlo con el color rojo –enseña un anillo y un pendiente en la oreja. Israel, con su pelo alborotado y camisa estampada, también se ha convertido en un icono de la moda para el público. El cantaor no es solo voz. Es carisma, sensibilidad, técnica, ritmo. Facetas que enamoraron a Mick Jagger, que fue a verle cantar en su paso por los tablaos de Madrid. Hablamos con Israel Fernández no solo sobre flamenco. También de otros temas que atañen al flamenco. Sobre letras, sobre sentimientos, sobre arriesgar –que no es lo mismo que atreverse. Del flamenco no solo como música, sino como manera de vivir y aproximarse al mundo.
Tu disco se titula Pura sangre y se identifica con un caballo de raza. ¿Desde dónde parte esta idea concreta? ¿Cómo se te ocurrió?
El caballo es un purasangre y lo escogí para darle un toque de juego y de pureza a la portada, más que nada. Luego, la pureza la trae quien hace la verdad. Quien va con verdad, tiene pureza. No lo digo por la mezcla ni por la raza. Eso me da igual. Lo que no me da igual es que sea o no verdadero.
Esa búsqueda de la verdad, ¿tiene que ver con esa idea de ‘pureza’ dentro del flamenco, tan extendida, de la que también habló Camarón de la Isla en su icónica entrevista para Rito y geografía del cante (“La pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro de verdad”)?
Claro, no se puede perder nunca porque uno la lleva ya de nacimiento. ¿Sabes cuando se pierde? Cuando mientes, tanto en la música como en todo en esta vida.
¿Cómo asumes que en muchas ocasiones se te trate como a un Camarón contemporáneo?
Eso lo llevo fatal, porque Camarón es irrepetible. Camarón es único y es el espejo donde me miro. Yo y muchos flamencos, artistas, cantaores, músicos. Y, bueno, lo que pasa es que es bonito, ¿no? Si te dicen que te pareces a una persona a la que admiras tanto, te alegra el alma. Pero no me lo creo nada.
Debe conllevar una grandísima responsabilidad.
Conlleva una gran responsabilidad, pero por parte del público. Que me digan que me parezco a Camarón, en verdad, me da hasta vergüenza.
En Pura sangre hay una reivindicación al ser natural, al ser uno mismo, a la autenticidad. ¿Le importan a Israel Fernández las críticas?
Las críticas las llevo muy bien, porque casi nunca escucho ninguna. Las críticas que son para construir –no para destruir o derribar– las escucho para que me hagan mejor persona y artista. Son las que vienen a edificar. El resto no me importan absolutamente nada.
Hay, también, una reivindicación de las costumbres gitanas (el ser fragüero, canastero, etc.), a menudo mediante la familia y el recorrido general de tu propia biografía. En Caminos y vereas, de hecho, cantas: “Ellos fueron esclavos para que tú seas libre”. ¿Cómo vive el pueblo gitano la desigualdad?
Nuestra raza, como otras (por ejemplo, los judíos o la raza negra), hemos sido muy perseguidos. Por eso tenemos nuestra música de raíz, nuestra forma de hacer música. La música no es de nadie, cuidado, pero sí que tenemos nuestra forma característica de hacerla, y por eso la hacemos nuestra. Todo lo que se hace personal, se hace de uno. Nada es de nadie, solamente lo que se hace personal.
¿Crees que hay artistas que se hayan podido apropiar de estos motivos (en general asociados a la pobreza) dentro del arte? Ha habido mucho debate en torno a esto.
Yo creo que no los hay. Sería un poco feo por su parte que alguien se apropie de una calamidad. En vez de apropiarse, hay que ayudar bajo la vía de la sensibilidad y de la música. Yo lo que intento es gritar (como digo en Al tercer mundo, “quiero gritar al viento que nadie duerma en la calle”) e intento cantar por hacer un poco más de fuerza, ¿no? Quien se apropie de eso, bueno… si se apropia para hacer un bien, sería genial.
El retrato que haces de tu familia se caracteriza por la humildad. Tu madre, “una gitana sencilla”. Tu padre, un hombre que vivía al día con poco dinero. ¿Crees que es necesaria para ser un artista de éxito? Tú mismo has dicho que los genios siempre tienen esa humildad, a menudo convertida en inseguridad, como es el ejemplo de Camarón y de Paco de Lucía.
Claro, totalmente. La humildad… se nace con ella y luego después, con el tiempo, o se pierde o se mejora. Yo tengo una frase mía donde digo que hay tres cosas con las que se tiene que nacer. Uno, para cantar hay que nacer. No se aprende a cantar, se mejora. Dos, el ritmo. No se aprende el ritmo, no hay escuela. No se mejora, hay que nacer con él. Y, por último, hay que nacer noble, humilde. Y a partir de ahí se mejora. No hay escuela de la humildad ni de la nobleza.
¿Qué diferencia percibes entre Pura sangre y Amor, tu anterior disco, que te colocó oficialmente dentro del panorama del flamenco?
Son diferentes porque he vivido dos años más. Y cuanto más se vive, más se escribe. ¡Anda, rima! (risas). Lo que pasa es que tiene que ser diferente, ¿no? Uno no quiere ser nunca igual.
¿Hay que progresar como artista?
No, progresar es una palabra que suena muy fea. Es como muy difícil de pronunciar. Progresar. Tiene como mucha r. Muy difícil (risas). Más que progresar, hay que quitarse peso de encima.
Las bulerías Despierta están grabadas en el metro de Madrid. ¿Cuál es tu relación con Madrid habiéndote criado en un pueblo manchego (Corral de Almaguer), en el que sigues viviendo?
Madrid es mi segunda casa, y es mi ciudad preferida (mejorándolo todo, en el buen sentido). Me gusta mucho España. España es la mejor del mundo. No porque sea español, sino porque es verdad, no hay otra. La verdad tiene un camino y la mentira tiene quince mil. Madrid, además, me ha dado muchas cosas.
La primera parte del disco está dedicada al amor hacia la familia, abrazando las raíces y la infancia. La segunda, sin embargo, tiene más que ver con el desamor y la soledad y es mucho más melancólica. ¿Cómo vives estos sentimientos y qué importancia tienen en tu vida?
El amor mueve el mundo. El amor y el desamor siempre van juntos. Si no se vive, no se quiere. Es importantísimo, porque así le echas más cuenta. Si tú te haces daño y sabes donde te duele, intentas no darte ahí. Ahora, si no lo sabes… lo tienes complicado. Siempre escribo y compongo porque lo siento directamente. Tenía que haber amor y desamor, que es lo mismo, en este disco. Por eso compuse, por ejemplo, Me encuentro solo.
Seré silencio comienza con una introducción a modo de reflexión, y además es un cante por serranas.
La voz de Seré silencio es de un tío mío, de mi pueblo, que es un poeta autodidacta. La serrana es un cante de campo que habla de la serranía, de los bandoleros, de todas esas cosas. Y, la verdad, no se ha grabado mucho ese cante. Estaba un poco perdido y lo he rescatado humildemente, lo he sacado un poquito para afuera para así refrescarlo un poco. Hay palos muy bonitos en el flamenco que apenas se graban actualmente.
Además, la canción es un manifiesto en favor de escucharse a uno mismo. ¿Crees que vivimos en una época en la que falta silencio debido a la extremada rapidez con la que vivimos? ¿El ruido a veces impide escuchar las propias emociones?
Tiene que ver, más bien, con un ruido interior. La mente piensa mucho y hace poco. Hay que escuchar más al corazón. El corazón tiene mucho silencio… pues solo palpita. La mente tiene un montón de ruido y el corazón solo palpita, y encima ese pálpito te hace vivir.
Siempre has manifestado el gusto por componer tus propias letras. ¿Qué importancia tiene la letra en tu proceso de creación? También tiene que ver con dialogar con letras ya escritas anteriormente. Tu disco Universo pastora (2018), de hecho, recogía cantes populares de La Niña de los Peines.
Tiene mucha importancia. Yo me puse a componer mis letras porque llegó un momento donde me creé una monotonía a mí mismo por escuchar tanto flamenco. Yo tengo devoción por el cante. Estoy veinticinco mil minutos del día escuchando cante, que no sé cuánto será ahora mismo (risas). Entonces, a raíz de ahí, me puse a escribir. Como he dicho antes, para escribir hay que vivir y para ello debes tener información, una base de cante, de letras. Hombre, si lees libros, poéticamente puedes ser una maravilla. Pero, claro, no tengo tanto tiempo. Necesitaría tres vidas.
Dentro de este disco, sin embargo, la letra de Me encuentro solo es una letra del maestro Parrita, que cantó en La llave de mi corazón. Tú la cantas por cante de Levante, que le da un toque mucho más solemne. ¿Por qué Parrita?
¡Sí! Él la cantó por tangos, exactamente. Parrita es uno de mis cantaores preferidos porque tiene lo que otros genios tienen. Todo lo que tiene Camarón, lo tiene Parrita. Igual que Paco (de Lucía). Lo escucho mucho. De hecho, venía escuchándolo de camino a aquí.
Eres un artista también emparentado con el panorama de la música urbana. Colaboraste con Dellafuente en De plata y madera. ¿Cómo fue la experiencia? Ambos tenéis una aproximación parecida a la música y al flamenco, mediante esa búsqueda de la verdad.
¡Fíjate! Nosotros tenemos esa forma similar de ver la música. Estuve con el Chino en Granada e hicimos una colaboración muy bonita. Es un genio precioso, como artista y como persona. Luego, estuvo en mi casa un par de días, con su niña y su mujer, y estuvimos en la gloria. Y después ¡no nos hemos escrito ni un mensaje! Ni yo a él, ni el a mí (risas). Fíjate cómo es nuestra forma de sentir. Pero, escucha, si ahora nos viésemos, sería como si hubiésemos estado ayer mismo juntos. Tenemos una forma de sentir con tanta verdad… con sus fallos y errores, claro, que yo no soy Dios y tengo más fallos que una escopeta de bolas, de estas de feria imitadoras a las de verdad (risas). Tenemos esa misma forma de sentir y me encanta la colaboración que hicimos, me encanta el tema, la letra es preciosa, y reconozco que ha sido una experiencia muy bonita.
También colaboraste con Omar Montes en Placa alemana, de su disco Quejíos de un maleante, unos fandangos/sevillanas con toques vanguardistas, con sonidos de metralletas mezclados con castañuelas.
¡Sí! Él me dijo, “oye, Israel, colaboremos” –tenemos una relación muy bonita, es muy buena gente– y la verdad que fue gloria bendita. Lo que pasa es que me dijo: “¿Qué podemos hacer? No tenemos ningún tema claro”. Y yo dije, bueno, voy a hacer unos fandangos, Omar, tío. Y él dijo: “Venga, vale, gloria”. Y lo hicimos también por sevillanas, ahí seguimos (golpea el compás en la mesa), y la verdad es que quedó muy original.
Tú, como artista en solitario, también te permites innovar desde un conocimiento y dominio profundo del flamenco. En Pura sangre te has valido de la ayuda del productor Pional. ¿Cómo ha sido esta unión? Siempre mantienes que antes de la colaboración musical debe ir la amistad.
Exacto, siempre es importante la amistad. Pional es un artista supersensible, tiene una gran sensibilidad y una forma de sentir muy bonita. Y, aparte, es muy inteligente tanto musicalmente como personalmente. Para mí, le ha dado un toque esencial a este disco.
¿Está actualmente en auge una tendencia a mezclar ritmos flamencos con la electrónica? Artistas como Rocío Márquez junto a Bronquio en Tercer cielo, La Plazuela con Roneo Funk Club, que ahora mismo lo están petando…
Son distintos, pero sí. Y me gusta mucho, porque siento que atraemos a la juventud. Rocío Márquez hace flamenco. A La Plazuela, que son amigos, les gusta el flamenco, entienden de cante y les gusta lo bueno, y es muy importante tener buen paladar. Por eso les respeto muchísimo. Se acercan al flamenco desde el amor y desde la admiración, desde la humildad. Si tú te acercas al flamenco desde la humildad, el respeto y la admiración, entonces ya te respeto, te admiro y te quiero. Puedes hacer la música que te dé la gana, no importa, sea buena o mala. El disco que hizo Rocío, Tercer cielo, es una forma de producir y refrescar, de atreverse también. Atreverse tiene su mérito. Más que arriesgarse, atreverse, que es diferente. Una cosa es atreverse y otra arriesgarse, creo yo. Cuando uno se atreve, es porque puede. El que se arriesga no sabe si puede.
Tu álbum termina con el fandango La tuya y la mía, que has calificado como unos fandangos “muy tuyos”.
Para mí La tuya y la mía son unos fandangos personales. Muy personales.
¿A qué se debe? ¿Reúne esta canción la premisa del álbum, de respetar la tradición, pero a su vez enriquecerla a tu manera?
Claro, y en el disco Amor busqué lo mismo. Lo que intento hacer es enriquecer dentro de la información y la afición que tengo al flamenco y al cante, que humildemente sé donde está. Yo no soy daltónico en el flamenco. Sé de qué color es el flamenco.
¿Crees que estás contribuyendo a acercar el flamenco a un público más joven, tal vez incluso más apegado a lo urbano? Has dicho en alguna ocasión que ese es tu premio, y recientemente has actuado en el Primavera Sound de Barcelona.
Es muy importante llevar el flamenco a esos festivales, siendo unos macrofestivales tan importantes. El Primavera Sound es uno de los más importantes en España, si no el que más. Y la verdad que para mí es una maravilla.
Tú eres un artista de espectáculo más bien sobrio.
Mi puesta en escena no tiene mucho que ver con otras propuestas del festival, claro. Solo guitarra, cante y palmas. Eso es muy… ¿animalista? No sé cómo llamarlo.
¿Minimalista? (risas).
Sí, eso, minimalista. ¡Aunque ‘animalista’ mola mucho, ¿eh? (risas).
“Es muy importante la identidad de nuestra música. Si no se sabe algo, es importante callar y aprender”, opinaste en tus redes con motivo del último festival de Eurovisión. ¿Cómo crees que es el trato de los medios hacia el flamenco?
En ocasiones lo tratan sin saber nada. No es que lo traten mal, sino que a veces no tienen ni idea. No saben ni decir ‘ole’. Me gusta que, si a las personas les gusta algo, se formen. Uno no puede ser médico sin estudiar, porque puede matar a alguien.
Con todo el respeto a los artistas, no se debe llamar flamenco a cualquier cosa, ¿no?
Claro. No es prepotencia, es por defenderlo, como es normal. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Porque si no, vaya tontería y monotonía. Si todo el mundo fuésemos iguales… qué mal, qué locura, yo no querría vivir aquí. Hay que hacer música, ponerle nombre a la música y, después de eso, enriquecerla. Pero el rock es rock, el pop es pop, el jazz es jazz, el rock es rock y el flamenco es el flamenco. Tiene su forma, su nombre.
Al público le llama la atención, en general, tu estilo, tu estética tan marcada. Sin embargo, alguna vez has comentado que nunca meditas mucho sobre qué ponerte. Que coges lo primero que pillas.
¡Sí! Pero, claro, como toda mi ropa es muy chula…
¿En la naturalidad está la autenticidad?
Totalmente. En la naturalidad está la autenticidad. Esa frase me gusta a mí.
¡Te la regalo! Para ti (risas).
Mira, yo tengo un armario donde no me coge ya nada. Entonces, tengo un sofá del tamaño de esta mesa con una pila de ropa doblada, a esta altura (señala). Habrá como dos mil camisas. Lógicamente, las he comprado a lo largo de unos diez años. Muchas veces cojo una y ni la veo. Digo, esta camisa, este vaquero, esta americana. Y ya. ¿No ves cómo voy vestido ahora? No pega nada con nada (risas).
Yo creo que sí pega. Verde en los calcetines y verde en la camisa.
Ya, pero es un verde distinto. Este es un verde más oscuro… pero bueno, tiene su rollo.
Mira, yo hoy me he puesto esta camisa pensando, me pega para entrevistar a Israel Fernández (risas).
Te pega, te pega. Tiene lunarcitos y es flamenca. ¡Y el verde es verde aceituna!
Para terminar, ¿con quién te gustaría colaborar? ¿A qué artistas estás escuchando últimamente?
Siempre me gusta colaborar con alguien a quien admire, tanto como persona como artista. Y que tenga un oído presto y bonito hacia la música y hacia el flamenco. Pero si quieres que te hable de alguien top que esté vivo, por ejemplo, Juan Luis Guerra me encanta. Es un músico con mucha alma. Si estuviesen vivos, me encantaría con Pastora Pavón (La Niña de los Peines), Camarón y Paco de Lucía. Me encantaría que Paco me tocara una taranta o una bulería. Últimamente estoy escuchando lo mismo de siempre: Camarón, Parrita… Antes, cuando estaba aparcando en el parking del Mercadona, estaba escuchando a Antonio Mairena por seguiriyas.
¿A nadie vivo escuchas?
No, todos están muertos (risas). Bueno, muertos solo físicamente.