La actriz rumana Ioana Bugarin se ha consolidado como una de las voces más prometedoras del nuevo cine europeo. Con una formación internacional (estudió en la Royal Academy of Dramatic Art de Londres) y una carrera en constante crecimiento, ha destacado en títulos como Mia își ratează răzbunarea (2020), de Bogdan Theodor Olteanu; Miracol (2021), de Bogdan George Apetri, o la serie de HBO Ruxx, donde su talento para construir personajes complejos y emocionalmente contenidos se despliega con fuerza.
En Hamburgo, su primer papel protagonista en una producción española, dirigida por Lino Escalera, interpreta a Alina, una joven víctima de trata atrapada en los márgenes de una gran ciudad. La película le ha permitido explorar nuevos registros, trabajar en un idioma que no dominaba y enfrentarse a uno de los personajes más exigentes de su carrera.
En esta conversación, Bugarin reflexiona sobre el proceso de construcción del personaje, el poder del cine como herramienta de empatía y su deseo de habitar historias que inviten a pensar y sentir. Con paso firme, sensibilidad y una mirada siempre curiosa, la actriz empieza a trazar una trayectoria sin fronteras, tan rigurosa como luminosa.
Hamburgo acaba de estrenarse. ¿Qué sentiste al ver la película terminada por primera vez?
La vi por primera vez antes del estreno oficial, en Bucarest, mi ciudad natal, junto a Lino, los dos productores (Paloma y José) y el diseñador de sonido, Marius Leftărache. Recuerdo que me conmovió profundamente: la película, el trabajo de todos, los recuerdos del rodaje y de mi propio proceso creativo… Me quedé sin palabras. Se me saltaban las lágrimas de alegría y emoción. Sentí una necesidad desesperada de abrazar a todo el equipo. Por supuesto, después tuve que volver a verla para poder disfrutarla con más calma.
¿Cómo llegó este proyecto a ti y qué fue lo que más te atrajo del guion?
Como me llegan la mayoría de los proyectos: a través de una audición. Cătălin Dordea, director de casting rumano, se puso en contacto conmigo para hacer el casting de esta película. Después hubo varias rondas, incluida una en persona con Lino aquí en Bucarest. Finalmente recibí la llamada de confirmación. Recuerdo que me puse a bailar para celebrarlo. Cuando leí el guion, me asusté un poco. Era un papel muy exigente, muy alejado de lo que soy, y me dio miedo caer en una trampa de representación. Tuve una videollamada con Lino y todas mis dudas desaparecieron: descubrí a una persona igualmente comprometida con representar a esta mujer, Alina, con el máximo respeto y todos sus matices. Y entonces empezó el trabajo de verdad.
Tu personaje en la película tiene una carga emocional muy potente. ¿Cómo trabajaste para construirlo?
En primer lugar, tuve varias conversaciones con Lino en las que me compartió toda la investigación que había hecho durante la escritura. Leí mucho sobre el tema; me gustaría mencionar especialmente La revuelta de las putas, de Amelia Țigănuș, una activista rumana que vive en España. Vi documentales, películas, reportajes de televisión, hablé con psicólogas que trabajan con mujeres que han conseguido salir de redes de trata. Y, lo más importante, tuve la suerte de hablar con dos supervivientes. Les estoy profundamente agradecida por su confianza.
Sus historias me inspiraron tanto a nivel artístico como personal. Sin quererlo, me dieron una valiosa lección sobre resiliencia. Pusieron bajo otra luz muchas creencias que tenía previamente. Por supuesto, hay mujeres que ejercen voluntariamente, pero por desgracia, tras hablar con muchos especialistas, he llegado a la conclusión de que eso es poco frecuente. La mayoría arrastran historias familiares complejas, situaciones económicas límite o falta de acceso a educación. Es un mundo muy deshumanizado y duro, y yo apenas rocé la superficie. Luego vino el trabajo emocional, que fue muy exigente.
¿Qué te llevas del rodaje de Hamburgo a nivel personal y profesional?
Me enseñó una valiosa lección sobre las emociones humanas. Me enfrentó a sombras emocionales que ni siquiera sabía que tenía. Sentí que debía desaparecer completamente como persona para dejar espacio a las emociones del personaje. Tuve que derribar muchas barreras internas para poder habitar a Alina. También me llevo amistades y una enorme admiración por el trabajo de Jaime, Roger y el resto del reparto. Además, me hizo cuestionarme qué herramientas reales tenemos para cambiar todo ese sufrimiento que sucede a nuestro alrededor: el genocidio en Gaza, la guerra en Ucrania, las mujeres víctimas de la trata, etc.
“Sentí que debía desaparecer completamente como persona para dejar espacio a las emociones del personaje. Tuve que derribar muchas barreras internas para poder habitar a Alina.”
¿Cómo ha sido trabajar con Lino Escalera como director? ¿Qué tipo de diálogo creativo se estableció entre ambos?
Siento una gran admiración por él, como persona y como director, al que ahora puedo llamar amigo. Muy pronto me di cuenta de que nos entendíamos muy bien, que había una especie de resonancia en nuestra forma de abordar los personajes: muy respetuosa, muy meticulosa. Su forma de dirigir, tan precisa y cuidadosa, me llevó a lugares emocionales que incluso me sorprendieron. No tengo palabras suficientes para expresar cuánto lo admiro.
¿Qué lugar ocupa esta película en tu carrera hasta ahora? ¿La sientes como un punto de inflexión?
Es el papel más exigente que he tenido en una producción extranjera, y con eso me refiero también al idioma. En el momento del rodaje, mi español era muy básico. Así que, además de los desafíos emocionales, debía esforzarme muchísimo para comprender lo que decían los demás. A veces volvía a casa con la mente completamente agotada. A nivel creativo, sí, es uno de los papeles más importantes hasta ahora. Espero que me abra las puertas a otros proyectos en España. Me enamoré de Madrid.
Si miras hacia atrás, ¿cómo recuerdas tus primeros pasos en la interpretación?
En el instituto, donde era una chica inteligente pero algo inadaptada, encontré en nuestro club de teatro juvenil un lugar al que sentía que pertenecía, sin ataduras. Fue liberador. Desde entonces, no me imaginé haciendo otra cosa. A los dieciséis años estuve en el rodaje de mi primera película, junto a uno de los mejores actores de Rumanía, Victor Rebengiuc, y pensé: Así quiero pasar mi vida. Me volví cinéfila y tiendo a idealizar las decisiones que tomo, incluso flirteo con la idea de que era mi destino. No lo sé. Pero me divierte muchísimo, incluso cuando no es fácil. Luego estudié en Londres, en la Royal Academy of Dramatic Art, donde creo que aprendí la mayoría de las herramientas que utilizo hoy.
¿Hubo algún momento o persona clave que te impulsó a dedicarte a la actuación?
No fue un momento concreto, sino más bien un cúmulo de encuentros con artistas, actores y actrices, colándome entre bastidores en el Teatro Alemán de mi ciudad natal, escuchando a críticos de cine, a profesores de Rumanía, etc. Fue un viaje gradual hasta que un día miras atrás y ves esa cadena de elecciones. Cuando todo fluye, sabes que estás en el camino correcto.
¿Quiénes han sido tus grandes influencias o referentes en el cine y la interpretación?
Siempre me ha fascinado el trabajo de Gena Rowlands. He visto sus películas muchas veces y siempre descubro algo nuevo. También Anna Karina, Delphine Seyrig, Greta Garbo. Y las películas de Chantal Akerman o de la Nouvelle Vague francesa, que me marcaron mucho en mis primeros años descubriendo el cine.
A día de hoy, ¿qué tipo de personajes o historias te interesan más como actriz?
Me interesan los personajes llenos de matices, con contradicciones, que permiten crear y te obligan a salir de tu zona de confort. Me llaman más las historias de mujeres, tal como yo misma las he vivido u observado. Siento curiosidad por explorar nuevas formas interpretativas. Quiero interpretar personajes que reflejen la realidad y busquen la verdad. Pero no tengo una idea cerrada de cómo debería ser eso. Estoy abierta a que me sorprendan.
“Quiero interpretar personajes que reflejen la realidad y busquen la verdad. Pero no tengo una idea cerrada de cómo debería ser eso. Estoy abierta a que me sorprendan.”
La industria audiovisual está en constante cambio. ¿Cómo ves el panorama actual para las actrices jóvenes en España?
No conozco lo suficiente la industria española como para emitir una opinión sólida. Lo único que puedo decir es que, desde fuera, parece ofrecer más oportunidades para las mujeres que la rumana. Pero quizá solo lo estoy proyectando. Lo que sí es cierto es que las conversaciones sobre representación y violencia de género tienen un lugar mucho más visible que en Rumanía.
A lo largo de tu carrera, ¿has sentido que hay etiquetas o expectativas que se proyectan sobre ti por parte de la industria? ¿Cómo lidias con eso?
Sí, especialmente siendo una mujer atractiva en el mundo de la interpretación, he sentido cómo se me imponen ciertas etiquetas. A veces se me ha reducido a mi apariencia, o se me ha tildado de abrasiva por expresar mis opiniones. No ha sido fácil, pero he aprendido a no permitir que esas expectativas limiten quién soy o lo que quiero construir. Ahora, en una etapa más madura, tanto vital como artísticamente, siento que ya no saben tan bien en qué caja colocarme. He aprendido a aceptar que no puedo controlar todo. A veces me afecta, por supuesto, pero también estoy aprendiendo que lo más importante es encontrar y mantener mi propia voz.
¿Te interesa también trabajar fuera de España o en otros idiomas?
Empecé actuando en alemán, después estudié en inglés, y solo más tarde interpreté por primera vez en rumano, que es mi lengua materna. Me encanta actuar en todos los idiomas que conozco; siento que cada uno saca a la luz una faceta distinta de mí. Gracias a esta película he aprendido español con una profesora maravillosa, Talia, que además se ha convertido en amiga. Espero seguir usando todos estos idiomas. Sueño con interpretar algún día un personaje que hable todos los que yo hablo.
¿Tienes algún proyecto futuro que puedas adelantarnos o algún sueño profesional que te gustaría cumplir?
Actualmente estoy trabajando en dos películas en Alemania y en alguna otra de la que no puedo hablar todavía. Estoy desarrollando un proyecto con dos artistas rumanas a las que admiro mucho, Vera Ion e Ilinca Hărnuț, y estoy escribiendo un guion para un cortometraje que espero dirigir pronto. Tengo una gran curiosidad por experimentar, por ampliar mis intereses. Y deseo que me inviten a crear personajes más complejos, ya sea en teatro, cine o televisión.
¿Qué esperas que el público sienta o reflexione al ver Hamburgo?
Espero que la historia haga reflexionar sobre todo el dolor y la injusticia que ocurren a nuestro alrededor y que preferimos ignorar para sentirnos a salvo. Que inicie conversaciones sobre la libertad, en todos sus sentidos: físico, simbólico. Y, sobre todo, espero que les conmueva.
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