Cuando me enteré de que Hoke actuaba en Madrid, me enteré tarde y mal. Incluso sentí un poco de vergüenza profesional, ¿cómo se me podía haber pasado que la gira de uno de los discos del año llevaba dos días en Madrid? Por fortuna, el pasado miércoles estuvimos en La Paqui (antigua Sala But) para ver en directo su última fecha. Y, ¿adivináis a quién no se le había pasado? A las más de mil personas que había entre el público.
Y no me extraña. BBO ha sido una luz de esperanza para todos aquellos amantes del rap. Una promesa de que sí, hay hueco para la habilidad letrística, la renovación estética y la experimentación. Hoke y Luis (‘Lucho’) han firmado un proyecto que les acompañará de por vida, igual que acompañará a muchos de los que ayer se desgañitaban cantando. Las fotografías de Rayber, que ilustran este artículo, son la mejor prueba de lo que os cuento.
Si echáis un ojo a conciertos de rap más antiguos, veréis que es frecuente la figura de un corista acompañando al MC. Sirve, entre otras cosas, para reforzar las rimas y ayudarle en caso de que pierda el hilo. No es fácil recordar miles de escurridizas palabras. Pues bien: Hoke no llevaba corista, porque el corista, frase por frase, era su público. Sobre cómo esta dupla ha conseguido convertir en credo para tantos las once canciones de su disco, solo ellos saben.
Tampoco os diré que el rapero pisó solo el escenario, porque no sería cierto. La primera aparición corrió a cargo de Cruz Cafuné, aclamado por el público ya que no había actuado en ninguna de las fechas previas. Tras él se fueron sucediendo Ergo Pro, Ill Pekeño, Elio Toffana y un deslumbrante Ébano que brilló tanto en el directo como lo hace también en el disco. A pesar de que en España siempre se ha criticado la falta de cooperación entre artistas emergentes, el junto tan orgánico que hay entre todos estos nombres es la prueba de que, de nuevo, sí se puede.
Fue necesario un doble vis de Olympique (quizá la canción más referencial de BBO) para dejar satisfecho a ese público devorador y sediento. Todos los artistas encima del escenario, saltando y descorchando botellas. Un espectáculo.
Al salir de la sala, no podía dejar de pensar en cómo habrían sido las otras fechas. La cara de los valencianos reflejaba el cansancio físico tras la maratón de cuatro conciertos; pero también el orgullo de saber el precedente que estaban sentando. Una vez cerrado este proyecto con medalla de oro, solo nos queda pensar, ¿qué vendrá después?
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