“¡Bienvenido a Aluche, Santiago!”, me saluda, efusivo, Elio Toffana. Son las cuatro y media de la tarde de un jueves de junio en Madrid y la explanada alrededor de la estación de Renfe Las Águilas está casi vacía, salvo por los adultos que la cruzan ensimismados y esos tres niños que se persiguen y se ríen, insensibles al calor. Sí, él creció acá, todavía vive acá, apenas a unas pocas cuadras, me explica Elio sobre este barrio trabajador de bloques altos y tan similares entre sí, distante de todos los símbolos reconocidos del centro de la ciudad. Es el barrio desde el que emite los reportajes de guerra que conforman su discografía, reconocida por su escritura eléctrica, por su registro visceral, como si rapeara con los dientes apretados, a punto de quebrarse; también por contribuir al cambio de paradigma que vivió el rap español durante la década pasada. De una forma u otra, cada álbum de Elio Toffana –desde Jóvenes bajo presión (2006) hasta el recién salido ALIENS, publicado por MÉCÈN Ent.– nos da la bienvenida a Aluche.
Entrevista extraída de ACERO vol. 8, publicada en julio de 2024. Hazte con tu copia aquí
“Sienten miedo de mis actos solo por ser de mi estrato / Atmósfera perfecta pa’l maltrato / Levanto la piel y se ve al lagarto”, rapea el MC madrileño de 38 años en la canción que le da el título a ALIENS. Sentados en un bar de una calle polvorienta a pocas cuadras de la estación, con una cerveza fría y una tapa de chorizo sobre la mesa, Elio, vestido con la camiseta del Atlético de Madrid, me explica que el motor del disco fue la sensación de no encajar del todo en ningún lado: ni en Aluche, ni en el colegio, ni en su familia. Tampoco como rapero ni como actor, su otra profesión, con la que ha hecho películas como El truco del manco, dirigida por Santiago Zannou –“¡La primera película de un director negro en el cine español!”, enfatiza Elio–, y obras como Pandataria, dirigida por Chevi Muraday y actualmente de gira por España. A pesar de la portada extraterrestre, y del sonido espacial que diseñó Lex Luthor, cabeza de MÉCÈN, junto con aliados como El Secreto o Gese Da O, estas dieciséis canciones no tienen que ver con marcianos ni ciencia ficción, sino con ser el otro, un extranjero sin tierra propia. 
A diferencia de Serie 5 (2021) y SHOCK WAVE (2022), que iniciaron la racha prolífica que aún surfea Elio, ALIENS cuenta con pocos invitados. Conway the Machine solidifica la alianza entre MÉCÈN Ent y Griselda Records, mientras que su compañero de sello Cruz Cafuné, ofrece una lectura alternativa del título: “Se llama ALIENS  porque to's estos fuman moon rocks, puto. Se llama ALIENS porque vamos en nave, puto. Se llama ALIENS porque la piba es de otro planeta, puto”. Nickzzy, bilbaíno nacido en República Dominicana, reluce a ritmo de reggaetón en Manchas de sangre. Al final, es Elio quien pilota el cohete, el que se permite una digresión estilística en Vine Ma Hut, el que en 1312 Cop Killing se venga de ese policía que pintaba esvásticas en el colegio. 
Lo asisten los veinte años que lleva en el juego y los cuarenta que pronto cumplirá. A lo largo de ALIENS habla como un veterano curtido por decepciones y puñales clavados en la espalda, es por eso que en StarGate, la apertura del álbum, reflexiona sobre las consecuencias ocultas de los triunfos aparentes: “Tú quieres ser traqueto, un balazo va con ello (...) En la cima hay que aguantar la envidia que va con ella (...) Si hablas de lealtad, decepción va con ello”. Desde esa misma posición critica y traza fronteras, pues en el rap a veces pesa más lo que se rechaza que lo que se disfruta: “No pertenece a la cultura ese reaccionador”, sentencia en L.O.B.. Así también despedaza a Llados y a Nude Project, a los gurús virtuales y su retórica neoliberal. 
La experiencia trae más que cicatrices. AMIRI Backpack presenta los cheques que trajo el rap: los carros, los lujos. No es una celebración, sino el recuento de una pesadilla de perderlo todo y volver a ser pobre, según narra la canción. El pasado no parece tan lejano. Y el pasado también aparece en Adam Smith en forma de recuerdos de la vez que el profesor de economía lo suspendió del colegio, y memorias de todo lo que ganó vendiendo porros. Es la misma época desolada que describió con una angustia elocuente en Jóvenes bajo presión, pero vista por el retrovisor de haber podido salir de ella y desahogar todos los sentimientos que lo asfixiaban en rapeos o sobre las tablas. Con este disco, presume en Price Tag, puede pasar otro año sin trabajar, una victoria que no deja de saborear.
¿De qué forma fue distinto el proceso creativo de ALIENS frente a los de SHOCK WAVE y Serie 5?
Suelo crear desde el concepto, así lo hice con Serie 5 y SHOCK WAVE. Pero con ALIENS, no. Tenía seis o siete temas cuando me forcé a encontrarlo, esa médula espinal. Apenas tenía las ramas, pero no el tronco ¿sabes? Cuando hice la canción ALIENS, empecé a darle vueltas a esa idea: siempre la había tenido en la cabeza. Acá quise jugar de curador, demostrarme que podía cargar todo el peso del álbum; quizás por eso no está Dano ni hay tantas colabos; elegí tres, que me llevaban a lugares que me interesaban.
A partir del concepto, con Lex empezamos a contextualizar el sonido espacial. Siempre había tenido ganas de explorarlo: desde Afrika Bambaataa hasta Lil Wayne, pasando por Beastie Boys, Kanye West o Outkast. Y viene de antes, de la música negra: George Clinton, Parliament Funkadelic, Herbie Hancock; incluso del reggae. Tenía muchas ganas de trabajar a fondo con Lex. Él es la columna vertebral del sonido de ALIENS
¿Cómo plasmaron este enfoque en, por ejemplo, Vine Ma Hut?
Sigo usando las mismas herramientas de antes. Punchlines, metáforas, estructuras: siempre las he tenido en cuenta. Pero ahora es más para afuera, para pasarla bien. También han cambiado mucho la forma, el estilo. Vine Ma Hut tiene que ver con eso, con cambiar los flows, las voces. Porque me parece que el tema de las barras está saturado. Vale, hacer barras, sí, pero yo ya he hecho doscientas mil. Ahora voy a jugar con mis estilos y mostrar diferentes sensaciones dentro de mí. Cuando sacamos Vine Ma Hut hubo algo de sorpresa porque la gente no la entendió. La idea era despistarlos frente al rumbo del álbum, pero sigo siendo yo, hermano. Voy a seguir siendo rap, voy a seguir haciendo barras. No os confundáis. 
El alien –el extraño, el extranjero– eres tú cuando en la canción homónima rapeas que ellos sienten miedo de tus actos solo porque eres de tu estrato. ¿De dónde viene esta reflexión? 
De la sensación de no encajar en ningún lado. Siempre me he sentido como un outsider: en el barrio, la escuela, incluso en mi familia. Pero siempre quise pensar que el que no encaja en ningún lado quizás, de alguna manera, encaja en todos. Eso también es bonito. Soy una persona positiva y siempre me lo he pasado bien, me quedo con todo el disfrute a lo largo de los años. Pero también ha habido muchas cosas muy duras. Venir de una familia desestructurada ya te hace comportarte de otra manera en el cole, y que los otros te miren de otra manera. Siempre he sentido que el ojo crítico es mucho más agudo ante determinadas personas, y se les exige mucho más. A mí los actores no me han tratado como actor, sino como un alien que estaba actuando. Y los raperos igual, me miraban como, ¿estos qué coño hacen?
¿A qué te refieres?
Brother, yo vestía estilo francés y llevaba los calcetines por encima de los pantalones; iba de Lacoste y Gucci, con cadenas de oro. Los raperos venían con Ecko y su movida, no sabían bien qué éramos. 
¿Y cómo sientes esa relación ahora que tu movida se ha ido estableciendo como un paradigma más dominante en el rap español?
Es que no creo que lo sea. Da la impresión de que estamos dominando la tendencia, pero si te pones a pensarlo, los drilleros, el hyperpop y los reggaetoneros tienen mucha más fuerza. No tenemos tanta, pero sí tenemos mucha y casi podemos competir. Parece que somos ahora el enemigo a batir, los mochileros a los que hay que cargarse. Es bonito, yo pensaba lo mismo de los que triunfaban en la época: hay que cargarse a estos. Y ahora a quienes se quieren cargar es a nosotros, nos atacan todo el rato. 
¿Y cómo lo llevas?
Lo disfruto mucho. Con el Bobby y el Peke siempre bromeamos de que somos el lobby, pero qué va. Entiendo que los chavales no tiren, y me hace gracia: quieren hacer algo disruptivo, está bien. Pero tenemos que crear un relato. Al final la historia se construye con relatos, no deja de ser una batalla cultural. Kase.O te contará su relato, querrá imponerlo y querrá amoldar la historia a su beneficio. Tenemos que intentar que nuestra visión prevalezca, que les gane a los demás. 
En StarGate y L.O.B. mencionas las traiciones que has sufrido. ¿Es algo que te ha perseguido recientemente? 
He tenido varios casos cercanos durante este último año. Han sido personas a las que hemos ayudado mucho con sus empresas y proyectos, incluido en nuestra familia e incluso solucionado la vida. No lo han sabido valorar, o no han podido, y ha acabado siendo un desastre. Pero el tema también porque al hacerme mayor también me he hecho más consciente de todos los culture vultures que rodean a los raperos. Hay mucha gente, brother, que se aprovecha de nosotros a todos los niveles. No me victimizo, pero la gente debe tomar conciencia. Ahora que se ha profesionalizado esto, que la gente está ganando mucho dinero, ves al típico productor que se aprovecha de ti en los porcentajes; o a managers que a algunos les hacen el lío y le joden las carreras. Tenemos que cuidarnos. 
Tú has vivido e impulsado esa transformación, además. Conoces cómo era antes y las consecuencias inesperadas de esta época de bonanza. 
Y me siento fuerte ahora para aprovechar mi posición y decirlo. Al final, si solo hablas de lo que la gente quiere oír o de lo que sabes que te va a funcionar… Yo me comprometo más de la cuenta, sabiendo que no me beneficia tanto como otra temática, u otro sonido, pero así me siento más real conmigo mismo. Es importante tener valores y en este disco hablo de ellos. Es un tema que me ha tenido preocupado, porque creo que los valores de Internet se han filtrado en la música: la frialdad, el interés, la poca humanidad. Eso me toca la polla, me jode. Creo que desenmascarar a esa gente está bien. 
En L.O.B., por ejemplo, rapeas: “No pertenece a la cultura ese reaccionador”. ¿Te interesa ponerle límites al rap para que no pueda entrar cualquiera? 
El problema está en la manera de entrar y el discurso: querer engañar a la gente, como el caso de Nude Project. Aunque por dentro me crea un comunista a muerte, en la realidad soy un capitalista como todos, y aún así no tengo muchas simpatías hacia ese discurso neoliberal. Buscan hacernos creer que viniendo de abajo puedes llegar a ser el CEO de la empresa. Eso me toca la polla, es una estafa, no es real. No hay meritocracia ahí ni en lo de Llados: trabaja y quédate ocho horas más, ya verás como tu jefe… Es mentira, hermano. Se están saltando trescientos años de lucha de la gente para poder vivir mejor. Pero es un pensamiento que está de moda, el de que de repente vas a tener éxito, el de que solo importa el éxito. 
Adam Smith te permite recordar, por ejemplo, cuando el profesor de economía te expulsó del colegio. ¿Qué pasó?
Yo tenía veinte y estaba en segundo de bachillerato. Y por mal comportamiento, un profesor suplente me echó del tuto tres días sin siquiera conocerme. Eso siempre me tocó mucho la polla. Ahí yo estaba descontrolado, me costaba mucho concentrarme. Había repetido todos los años, llegué luchando mucho. Al final lo dejé. Luego estudié en la Escuela de Arte Dramático, una escuela privada. No podía entrar a la pública: me pedían el bachillerato. Entonces con lo que gané con mi primera peli, El truco del manco, me pagué la escuela privada: lo reinvertí.
En la misma canción también vuelves a cuando te forraste en la época de las bolas del paqui. ¿Cómo eran tus días entonces? 
Tenía 21 cuando me fui de mi casa, a vivir con Dano y Kael al barrio de Campamento, acá cerca. Era la Casa de la Luz, donde hicimos el disco de El veneno. Allá estuve tres años, luego me fui a Londres; Dano estuvo como siete. Y cuando vivíamos ahí vendíamos porros. No existían los clubes ni las ASO, lo que estaba de moda era ese tipo de hachís, que me empezó a dar uno de mis amigos, que siguió por ese camino y hoy es millonario. Vendíamos muchos porros en casa. Éramos tres jóvenes haciendo un disco, rodeados de amigos: eso parecía una trap house. Fue una época muy bonita, empecé a estudiar en la escuela y empezó el punto de inflexión de dejar a un lado la calle y centrarme en ser artista.
¿Era la misma época que rememoras en Santo Padre (de Espíritu de nuestro tiempo)? ¿La de robar pijos en el callejón, la de lanzar la moneda a la fuente prometiéndote un mañana más gozoso?
¡Era esa misma época! Fue la época en la que empecé a tomar conciencia, eso me alegra mucho. A los veinte, veintiuno, veintidós, mi futuro estaba por definir. Elegí el arte, pero podría haberme ido perfectamente para el otro lado. Y si alguien lo elige, está bien: luego carga con las consecuencias. A mí me gustaba esa locura, pero había muchos problemas. Llegaron mis primeras veces en el calabozo, las peticiones de cárcel, policías esperando a mis colegas en la puerta de casa. ¡Movidas! La cosa se estaba poniendo muy seria. O dabas el paso o cambiabas. Tuve la suerte de poder cambiar. 
¿Qué crees que te permitió salir de ahí?
El rap ya me venía tirando hacia el arte, un lugar más positivo. Pero hubo dos momentos concretos, definitivos. El primero llegó con las peticiones de cárcel, por una pelea que tuve con unos policías. Pedían diez años, entonces estuve tres esperando al juicio, yendo a firmar cada quince días. No podía salir de España porque tenía libertad condicional, aunque a mí me dio igual y me fui a Estados Unidos. Estaba todo loco, hermano: me daba igual todo. En el método de actuación que yo aprendí se trabaja mucho con la psicología, con escenas de tu vida. Así pude tomar conciencia de por qué hacía determinadas cosas. Cuando creábamos una escena, las de mis compañeros eran ligeras, todo risas, y a mí me salía una movida que flipas, pesadísimas. Este método planteaba hacer consciente el subconsciente, así me di cuenta de por qué estaba haciendo las cosas. Y dije: yo no quiero esto. No quiero actuar por venganza, no quiero odiar al mundo, no quiero. Ese fue el segundo momento. Se me juntó todo y al final entendí. 
Así como rememoras las épocas jodidas, AMIRI Backpack cuenta las comodidades que llegaron gracias al rap. ¿Cómo fue cuando te diste cuenta de que podía ser una forma de vida?
Siempre tuvimos la intuición de que se podía conseguir. Era muy complicado, por supuesto, sobre todo teniendo en cuenta lo diferente que era nuestro estilo comparado con el mainstream que había, o el que tenía más éxito. Nosotros queríamos ganar dinero, pero sobre todo, transformar la movida: hacerlo a nuestra manera. Siempre tuve la intuición de que se podía, y a partir de 2010, luego de El veneno, el disco de Acqua Toffana, empezamos a trabajar con nuestro primer manager, el que luego nos presentó a Lex, y a hacer nuestras primeras giras por España; la primera fue con Frank T, cinco o seis fechitas. Con Ziontifik también empezamos a rular bien. Entendimos que se podía. 
¿Y qué significó para ti?
Un sueño. Pero también te digo que han sido muchas rachas. Cuando salió el disco de Acqua Toffana e hice El truco del manco, mi primera película, más o menos al mismo tiempo, pude vivir unos años de eso. Luego se me acabó el dinero y tuve que volver a currar. Y así todo el rato. Dos años currando, dos años sin currar. Esta es la época que más he durado solo con la música, sin trabajar. Llevo como tres, ya. 
Otro disquito, otro año sin currar, como dices en Price Tag
Sí, me ha pasado toda la vida. Llevo veinte años haciendo música y he podido vivir de ella, a lo mejor, nueve. Pero bueno, es un tiempo que me quito y a mí no me lo quita nadie. Conseguí ser más libre. 
¿Recuerdas tu primera compra con la plata del rap?
El primer cheque que me llegó con el Jóvenes bajo presión me lo gasté en la boutique de Gucci. Compré una riñonera y una gorra. 
Ya has sacado tres álbumes en esta década, más de la mitad de tu discografía como solista. ¿Qué te activó creativamente para esta racha?
El inicio de mi carrera fue muy activo: en 2004, mi primera maqueta; en 2006, Jóvenes bajo presión, mi primer disco; en 2009, el disco de Acqua Toffana, El veneno; y en 2011, el Black Ops de Ziontifik. Luego me centré en obtener mi título de arte dramático y  abrir ese camino en mi vida me consumió muchísima energía. Estaba agradecido, pero algo desmotivado. No sé qué me pasó. En los últimos años me empecé a sentir mejor. Volvió el hambre de querer aportar mi granito de arena a la cultura: no, no, tronco, si yo he estado aquí siempre, ¿sabes? Nosotros fuimos parte de los arquitectos que generaron el cambio que ha llevado la cultura urbana en España hasta donde está, tengo que seguir con la movida. Esta está siendo una época muy creativa para mí, tiene que ver con la confianza en uno mismo. Así salieron Serie 5 (2021), SHOCK WAVE (2022) y ALIENS. Ahora tengo que seguir con esta movida y seguir aportando. Tengo cosas por decir, por contar; tengo música por hacer. 
Eso me emociona de la colabo con Conway. Él es otro veterano que durante la última década, junto con todo Griselda, ha demostrado que no hay fecha de caducidad para el rap adulto.
No hay una fecha. Y es bonito. Tronco, yo recuerdo que, hasta esta nueva ola que ha empezado a revertir la tendencia, siempre tenía la sensación de que los raperos se iban haciendo mayores y sus discos eran peores. A finales de los 90 e inicios de los 2000, lo que la gente sacaba después de muchos años perdía mucho el nivel, para mi gusto personal. Pero ahora se ha revertido la esperanza. Puedo seguir siendo increíble siendo mayor. Qué cojones, no me jodas. 
Lo dejas claro en L.O.B.: quieres tus flores. ¿Qué crees que se te debe reconocer a la hora de pensar en lo que has aportado?
Bueno, en un momento determinado, junto con un montón de gente, conseguí ser un renovador de la escena. Entendimos que había que cuidar la estética, hacer videos guapos; incluso demostramos que la gente podía hacer sus videos. También demostramos que había que darle importancia a crear un mundo en un álbum. Creo que he aportado realidad, pureza, y que el rap puede ir más allá y puede entrar en el mundo de la danza, del teatro y del cine. Hemos aportado honestidad y profesionalidad; no solo en España, sino en América Latina también.  No somos los únicos, ha sido mucha gente y en varios momentos. A mí no me gusta la gente con personalidad ególatra, no creo una secta alrededor mío, así que lo tendrá que ver la gente, la historia. Pero esto lo puedo decir y estar tranquilo. 
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Mono KENZO, camiseta LACOSTE, collar JANE BARDOT, gafas OAKLEY.
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Abrigo FRED PERRY, chaqueta LACOSTE, camiseta CALVIN KLEIN JEANS.
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Chaqueta TOMMY HILFIGER, pantalón CARHARTT WIP, botas CAMPERLAB.
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