En la antigua Grecia, el sueño ya se consideraba uno de los pilares fundamentales para la salud, y fueron los escritores del siglo XIX quienes acuñaron el término ‘beauty sleep’. Sin embargo, no fue hasta el siglo XX cuando estudios científicos empezaron a confirmar que la privación del sueño afecta negativamente la piel. Hoy en día, el sueño ha trascendido su función biológica y se ha integrado como una extensión de nuestra rutina estética. Ya no basta con dormir las horas necesarias, ahora debemos dormir de la manera correcta: sábanas especiales, máscaras acolchadas para los ojos, aceites esenciales y un sérum especial para cada imperfección a tratar. Una transformación que ha hecho que nuestro descanso no solo dependa de las horas que dormimos, sino de cómo lo hacemos.
Actualmente, el Get Unready With Me es igual de popular que el Get Ready With Me. Nos preparamos para dormir con el mismo esfuerzo que nos preparábamos para salir de fiesta porque ya no salimos. Imagínate que tienes que hacer tu rutina de luces LED, mascarillas y doce sérums después de llegar a las seis de la mañana… ni de coña. Nuestras rutinas de sueño ya están coreografiadas y nuestra piel se ha vuelto otro KPI, como si de los insights de Instagram se tratara. ¿Has dormido bien? Se te nota. ¿Has dormido mal? También se te nota. 
En TikTok ya no solo hay rutinas para descansar bien, sino que hay mil guías aesthetic para poder dormir como una auténtica princesa: qué hacer antes de dormir, qué tipo de luz usar, qué aceite esencial poner en tu humidificador, qué tipo de sábanas son mejores para tu piel, qué suplementos deberías tomar. ¿En qué momento dormir ha pasado de ser nuestro momento de descanso y relajación a convertirse en contenido para redes sociales? ¿Hasta qué punto el skincare nocturno está afectando a nuestra intimidad o a nuestra vida social? Pero, lo más importante, ¿en qué momento hemos decidido que hasta dormidas tenemos que ser productivas?
En el momento en el que Hailey Bieber dijo “If I’m not getting into bed looking like a glazed donut then I’m not doing the right thing”, esto se convirtió en una especie de eslogan dentro de la comunidad beauty de TikTok. Mucha gente la adoptó como referencia, no tanto por lo que significa sino por lo que representa: esa estética limpia, cuidada, brillante, asociada al bienestar y al autocuidado. No era una norma, pero terminó funcionando como una. Una frase que se repite una y otra vez en internet, como un intento de justificación de todas esas rutinas de skincare infinitamente largas. 
Pero como si esta tendencia no fuese suficiente, durante estos últimos meses hay algo que no ha dejado de salir en las pantallas de nuestros teléfonos, y eso es el morning shed, una especie de momificación nocturna en la que, antes de dormir, te llenas la cara de cremas, parches, cinta y artefactos varios con el objetivo de rejuvenecer la piel durante la noche, y por la mañana te lo retiras, ofreciendo un espectáculo de ASMR en toda regla.
Sin embargo, este tipo de rituales no son nada nuevos: desde toda esta aparatología cosmética a esa rutina de veinte pasos, todo forma parte de una serie de normas impostadas por una comunidad online hiperconsumista. Cuidarse la piel es necesario, por supuesto, pero los dermatólogos coinciden en una cosa: las rutinas como más sencillas, mejor. Los pasos a seguir: limpieza, tratamiento e hidratación.
Y es que en internet todo parece ser malo. De la nada nos dicen que el tejido de nuestra almohada puede dañarnos las pestañas, que tienes que dormir con una máscara especial en los ojos, que Blair Waldorf en Gossip Girl era una visionaria por dormir con sábanas de seda porque las fundas de almohada de algodón de toda la vida no solo te abren las puntas del pelo, sino que además te arrugan, y que ahora lo más es vendarte la cara con cintas faciales japonesas, algo parecido al esparadrapo de toda la vida, ya que prometen resultados de lifting de quirófano.
Cada noche, nuestra cara se convierte en un campo de batalla contra el tiempo. Nuestras rutinas se han vuelto algo casi performático: capas y capas de sérums, aceites, masajes faciales, luces LED. Todo bajo la promesa de despertarnos mejores. Lo que antes era un momento privado, caótico o simplemente humano, desmaquillarte a medias, dormir con una camiseta vieja y mirar el móvil hasta quedarte frita, ahora se ha vuelto algo casi vergonzoso. Porque incluso al desmaquillarnos seguimos actuando. Seguimos cumpliendo estándares imposibles. Porque ahora no solo tienes que cuidarte durante el día, sino también por la noche, porque tienes que dormir bien, soñar bonito y además hacerlo aesthetic, con fundas hipoalergénicas, brumas de lavanda, suplementos de colágeno, almohadas de seda, melatonina en formato gominola, pijamas de satén… Abrumador.
El pasado octubre, Dazed publicaba un artículo titulado Is anyone having sex after their 12-step nighttime skincare routine?. Y es cierto porque, ¿cómo voy a dejar que mi novio me dé un beso después de aplicarme una mascarilla coreana en los labios de veinticinco euros los veinte gramos de producto? ¿Cómo voy a dejar que alguien me toque la cara? Se me va el sérum. ¿Cómo vas a dejarte llevar si tu rostro está sellado con una sleeping mask de treinta euros y cinta japonesa antiarrugas? Estamos viendo cómo la búsqueda de la perfección estética está apagando el erotismo de alguna forma, porque lo erótico es imperfecto, sudoroso e incluso a veces torpe. En cambio, el mundo de la belleza actual quiere orden, limpieza, control absoluto. El deseo necesita caos, y nosotras estamos demasiado ocupadas intentando no deshidratarnos la piel como para despeinarnos durante el sexo –claro, si no llevas aceite en el pelo y un bonnet de seda–.
La pregunta ahora queda flotando: ¿hasta qué punto nuestra obsesión por el skincare ha afectado directamente a nuestra intimidad? ¿Es posible que nuestra constante búsqueda de la perfección esté anulando el verdadero propósito del sueño? ¿Cuándo dejamos de descansar realmente? Mientras nos esforzamos por tener la rutina de sueño perfecta, es posible que nos estemos perdiendo algo mucho más valioso: el simple hecho de dormir, sin presiones, sin expectativas, porque quizás, ahora mismo, lo verdaderamente revolucionario sea simplemente cerrar los ojos y dormir.
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