Durante años, Ubisoft fue sinónimo de innovación y éxito en la industria de los videojuegos. Pero hoy, tras una serie de fracasos, su destino pende de un hilo. ¿Cómo ha llegado hasta aquí uno de los nombres más reconocibles del mundo del entretenimiento digital?
Ubisoft, el gigante detrás de franquicias icónicas como Assassin’s Creed, Far Cry y Tom Clancy’s, ha pasado de ser un titán en la industria de los videojuegos a encontrarse en una crisis que parece irreversible. Con sus acciones cayendo más de un ochenta por ciento en la última década y una sucesión de lanzamientos fallidos, el futuro de la empresa parece más incierto que nunca. ¿Qué llevó a Ubisoft, una de las compañías más respetadas en el mundo de los videojuegos, a esta situación crítica?
El auge de un gigante
Fundada por los cinco hermanos Guillemot en los años 80, Ubisoft comenzó como una distribuidora de videojuegos para PC. Su primer gran éxito llegó en 1995 con Rayman, un juego de plataformas que vendió más de cuatrocientas mil unidades en su primer año y catapultó a la compañía a la fama. A partir de ese momento, Ubisoft experimentó un crecimiento acelerado, especialmente con el auge de la consola PlayStation 2, donde lanzaron títulos como Tom Clancy’s Ghost Recon y Splinter Cell.
El verdadero punto de inflexión llegó en 2007 con el lanzamiento de Assassin’s Creed. Este juego no solo introdujo a los jugadores a una nueva forma de explorar mundos abiertos, sino que también marcó el comienzo de la era dorada de Ubisoft. El título fue aclamado por su innovadora jugabilidad, gráficos impresionantes y una narrativa que fusionaba historia y ficción de manera única. Con cada nueva entrega, la franquicia creció en tamaño y ambición, consolidando a Ubisoft como una de las compañías líderes en el sector AAA.
El éxito que cegó a Ubisoft
Durante más de una década, la empresa fue una máquina imparable. Lanzamientos como Far Cry 3 y Assassin’s Creed II no solo fueron éxitos de crítica, sino que también generaron millones en ventas. La fórmula parecía simple: tomar un concepto exitoso y repetirlo, añadiendo pequeñas mejoras con cada entrega. Sin embargo, este enfoque, aunque rentable a corto plazo, empezó a mostrar grietas con el tiempo.
Ubisoft se embarcó en una carrera por explotar sus franquicias más populares, lanzando secuelas y spin-offs a un ritmo frenético. En lugar de innovar, la compañía optó por fórmulas repetitivas, lo que condujo a la fatiga de los jugadores. 
Los primeros signos de decadencia
El comienzo del declive puede rastrearse hasta mediados de la década de 2010. A pesar de algunos éxitos notables como Rainbow Six: Siege y Assassin’s Creed Origins, que revitalizaron temporalmente el interés de los jugadores, el enfoque de la compañía en fórmulas gastadas empezó a pasar factura. Assassin’s Creed Odyssey (2018) fue un ejemplo claro: aunque el juego fue un éxito comercial, muchos jugadores y críticos señalaron que la fórmula de mundo abierto estaba volviéndose predecible y monótona.
La sobreexplotación de sus franquicias más queridas fue acompañada de una creciente frustración por las tácticas de monetización agresiva. Los jugadores comenzaron a notar la inclusión de microtransacciones en títulos de un solo jugador, como Assassin’s Creed, donde se introdujeron elementos como potenciadores de XP que facilitaban el progreso en el juego previo pago. Esto no solo alienó a la base de fans, sino que hizo que muchos comenzaran a ver a Ubisoft como una compañía más interesada en maximizar ganancias que en ofrecer experiencias de calidad.
El desprecio por la innovación
Uno de los mayores problemas de la compañía en los últimos años ha sido su incapacidad para adaptarse a las críticas. Los jugadores llevaban tiempo quejándose de que sus juegos se estaban volviendo repetitivos, con mundos abiertos llenos de actividades sin sentido y una narrativa genérica. En lugar de escuchar estas críticas, Ubisoft pareció ignorarlas, manteniendo su enfoque en secuelas anuales y lanzamientos apresurados.
Quizá uno de los momentos más simbólicos de esta desconexión fue cuando algunos desarrolladores de la empresa criticaron públicamente a Elden Ring, uno de los juegos más innovadores y aclamados de los últimos años. En lugar de aprender de lo que Elden Ring había hecho bien (un mundo abierto inmersivo, sin sobrecargar al jugador con indicadores y objetivos innecesarios), Ubisoft continuó con su estrategia.
El desmoronamiento: crisis financiera y desconexión creativa
La situación financiera de Ubisoft ha alcanzado un punto crítico en 2024. La compañía, que en su apogeo había visto sus acciones alcanzar máximos históricos, ha experimentado una caída dramática en su valor. Entre 2018 y 2024, sus acciones cayeron un ochenta y cuatro por ciento, lo que generó un éxodo de inversores y rumores de una posible venta de la compañía.
Parte de este declive se debe a una serie de lanzamientos fallidos. Juegos como Skull and Bones y Assassin’s Creed Mirage no lograron captar el interés de los jugadores, mientras que títulos como Prince of Persia: The Lost Crown y Star Wars Outlaws se quedaron cortos frente a las expectativas. Cada nuevo lanzamiento parecía un paso más hacia la irrelevancia, con críticas que señalaban problemas técnicos, diseños poco inspirados y una falta de innovación.
Skull and Bones, un proyecto que llevaba más de once años en desarrollo y costó más de doscientos millones de dólares, se convirtió en un ejemplo claro de la incapacidad de Ubisoft para adaptarse a las nuevas tendencias. Lo que en su momento parecía un concepto prometedor (un juego de piratas de mundo abierto) terminó siendo una versión aburrida y recortada de Assassin’s Creed: Black Flag, con menos de setecientos jugadores concurrentes en Steam.
Assassin’s Creed Shadows: La última bala
El lanzamiento de Assassin’s Creed Shadows, ambientado en Japón, parecía ser la apuesta definitiva de la empresa para salvar su reputación y reavivar el interés en una franquicia que durante años ha sido sinónimo de éxito. Desde su anuncio, la ambientación en el Japón feudal, un escenario largamente esperado por los fans, generó grandes expectativas. Sin embargo, en lugar de ser recibida con entusiasmo, Shadows ha estado envuelta en controversia desde el primer momento, y su éxito o fracaso podría marcar el destino final de Ubisoft.
La controversia comenzó con las decisiones creativas que la compañía tomó para el juego. A pesar de la promesa de un escenario histórico tan rico y venerado como el Japón feudal, Shadows ha sido criticado por su enfoque superficial y su representación de personajes y cultura. Muchos fans han expresado su frustración por lo que consideran un ‘tokenismo’ en la inclusión de ciertos personajes. Además, el uso de una banda sonora de hip-hop en un juego que intenta sumergir a los jugadores en el Japón medieval ha generado confusión y rechazo.
En un mercado que ya cuenta con títulos que han elevado el listón para los juegos de ambientación oriental, como Ghost of Tsushima o Black Myth: Wukong, Assassin’s Creed Shadows tiene una dura competencia. Los jugadores se preguntan por qué optarían por Shadows cuando ya existen alternativas con mejor narrativa, gráficos más atractivos y un respeto más profundo por la cultura y el contexto histórico.
La presión sobre Assassin’s Creed Shadows es enorme. Su éxito o fracaso no será solo otro capítulo en la saga de Assassin’s Creed; será un punto de inflexión para Ubisoft. Tras años de lanzamientos problemáticos y una caída constante en el valor de sus acciones, Shadows es, en muchos sentidos, la última bala que la empresa tiene en su cargador. Si el juego no cumple con las expectativas, es muy probable que los inversores y los propios jugadores pierdan la fe definitivamente en la capacidad de Ubisoft para recuperar su estatus.
El futuro de la empresa es incierto. ¿Podrá reinventarse o se desvanecerá en la historia como otro gigante que no supo adaptarse a los tiempos? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: el legado de Ubisoft, para bien o para mal, ha dejado una huella imborrable en la industria de los videojuegos.