Criado a la vera del arte flamenco. De familia de cantaores, bailaores y palmeros. De ahí viene El Daddy, conocido en el periférico barrio sevillano de Las 3000 Viviendas por rapear desde chiquitito. Y reconocido, posteriormente, en el panorama musical por ser exmiembro del grupo D’ La Crem, precursor del afro-trap en el país.
Su carrera como artista se ha ido perfilando entre la pureza de sus raíces y los matices de los géneros urbanos. En su nuevo álbum, Pal’ mundo desde las 3Mil, fusiona el rap, el reggaetón y añade tintes de hip-hop. Hablamos con El Daddy sobre las vidas en un barrio en riesgo de exclusión social y sus representaciones en la música, la leyenda de D’ La Crem y su carrera en solitario.
Para todos los que aún no te conocen, ¿quién es El daddy?
El Daddy es un chaval de Sevilla, concretamente del Polígono Sur, del barrio mejor conocido como Las 3000 Viviendas, que empezó a hacer música y, bueno, le fue gustando a la gente. Lo de El Daddy viene de más para atrás, realmente viene por otras cosas de cuando era más pequeño y a la hora de hacerme el nombre artístico decidí llamarme como como mi mote, mi apodo.
¿Por qué te pusieron el apodo de El Daddy?
Hay una parroquia en el barrio que se llama Jesús Obrero. Yo iba muchísimo de pequeño y hacían una cosa que se llamaba el cotarro. Era una especie de evento los fines de semana para que los chavales no estuvieran gamberreando o en la calle haciendo cualquier cosa que no fuera buena para ellos. Hacían concursos de baile, de cante, todo relacionado con el entretenimiento de los niños en la calle.
Un día hicieron un karaoke, había que imitar a los artistas famosos y casualmente yo decidí imitar a Daddy Yankee. Interpreté los temas antiguos del disco de Barrio fino, hacía los gestos, me vestí rollo americano y gané el concurso. Uno del jurado, Miguel Feria, dijo que yo era el Daddy Yankee de Las 3000. La gente me conoció así.
Empezaste en la música en Sevilla, en el barrio de Las 3000 Viviendas donde te criaste. ¿Cómo fueron estos inicios?
Yo tenía quince años entonces. Conocía a un grupo del barrio, se llamaban los Yumais, el nombre significaba la Torre del Oro, la Giralda… algo así. Era un grupo de gitanos que hacían música en los eventos del barrio, bodas, cumpleaños, comuniones y cosas de esas. Un DJ que trabaja con ellos, Juanjo, me dijo que se acordaba de que yo rapeaba porque me había visto en alguna fiesta. Yo me defendía, así que me dio el micro y me puse a improvisar, porque también me gusta la improvisación. A la gente le gustó, empecé a mezclar el rap con el flamenco y la salsa con el reggaetón.
Poco a poco fui trabajando de gratis en eventos hasta que llegó el momento de cobrar mi dinero, de estar más considerado en el barrio, en los puntos, las esquinas, los sitios. Se fue corriendo la voz entre la gente y una cosa llevó a la otra. Acabé siendo popular en el barrio cantando como El Daddy, rapeando con los gitanos.
En realidad empezaste en la música por pasión, no como meta profesional, ¿no?
Claro, como se suele decir, por amor al arte. Porque me gustaba, me ha gustado desde chiquitito, aunque también he tenido siempre claro que quería vivir de la música. He ido escalando posiciones como he podido, poquito a poco. Siempre lo he hecho desde el corazón hasta aquí, que es a donde hemos llegado. Muchas veces me despierto y no me lo creo.
Es verdad que no soy Michael Jackson, no soy una eminencia mundial, pero miro para atrás y hay unos pocos de kilómetros. Hay cosas que se han conseguido gracias a Dios siempre, y a la música, por supuesto. Y a mi familia, que me apoya desde los inicios, a mis colegas de siempre y a la gente de la música que me ha dicho que tenía talento. Miro para atrás y hay un avance considerable, es increíble.
En tu último EP, Pal’ mundo desde las 3Mil, hablas de esto, de lo que es criarse en un barrio humilde y buscarse la vida. ¿Qué mensaje querías transmitir a tu público?
El EP se llama así porque como artista quiero identificarme y mostrarle a la gente de donde soy, cuáles son las vivencias y las situaciones por las que uno pasa o en las que se encuentra. Mi equipo de trabajo y yo hemos querido plasmar y enseñarle a la gente lo que es la vida de los barrios marginales, barrios en riesgo de exclusión social. Quiero que sepan que no están solos, hay muchos barrios aquí en Sevilla como Torreblanca, los Pajaritos, o en mi caso, Las 3000.
He intentado, no proteger a la gente, sino hacer que se sientan identificados a través de la calidad de mi música. Yendo un poco más allá, también he querido plasmar la realidad del barrio para hacer ver y entender a los que no son de aquí, que no saben porque no conviven, qué es lo que vivimos nosotros y cómo nos sentimos, que se nos tenga en cuenta.
En el panorama urbano actual hay muchos artistas que vienen de entornos marginales con un menor acceso a recursos y, aun así, están desarrollando carreras exitosas representando este discurso de barrio. ¿Por qué crees que se ha hecho popular esta fórmula?
Pienso sinceramente que artistas como Morad o yo, o chavalitos que representan los barrios, llegan donde están porque es algo diferente. La base del artista estándar es como que tienes que hacer vídeos superprofesionales y contar determinadas historias y temáticas. Es todo muy superficial, no hay un trasfondo. Esto se ve más real. Artistas como Morad rompen esa barrera, esa pared imaginaria, dan esa visibilidad que no hay en otros artistas convencionales que se dedican a hacer música y ya está.
Nosotros intentamos, tanto con nuestros videoclips como con los temas, dar otro mensaje: lo que somos es lo que veis. Creo que es algo más rompedor porque a la gente le gusta el morbo, no podemos negar eso. Cuando pasan cosas en barrios como el mío, en barrios de zonas marginales, las noticias van volando porque pasan cosas fuera de lo común. Eso suele tener muchas visitas.
Para llegar a plasmar este tipo de realidades que comentas en tu música, ¿en qué te inspiras? ¿De dónde nacen las letras?
Realmente no tengo un sitio como tal ni tampoco un momento, soy una persona que se levanta y se acuesta con música en la cabeza. Estoy todo el día escuchando música, y la que no escucho me la invento porque eso es lo que hacemos aquí, inventar música y transmitirla. Entonces hay muchas veces que Rober, mi productor, me enseña una pista, un instrumental y vemos qué sale de ahí. Según cómo escuchas las notas o las melodías y también el mood que tengas ese día, la musa viene de forma espontánea. Yo me muevo mucho por la vibra, me gusta que las cosas fluyan y confiar en ello. Soy como el director de una película o de una novela.
Fusionas el reggaetón con el rap, también hay tintes de hip-hop y R&B en tu música. ¿Qué referentes hay tras este amplio abanico de géneros?
Uno de mis ídolos, o el que más he consumido, es Chris Brown. Es un artista muy completo porque es músico, bailarín y actor. Es un ejemplo para mí que una persona haga todas esas cosas. Me gusta su flow, cómo viste, cómo baila, cómo canta y la musicalidad que tiene.
También te podría nombrar artistas grandes del flamenco pero, si te soy sincero, nunca lo he consumido digitalmente ni a propósito. Tengo la suerte de que vengo de familia de artistas, son cantaores, bailadores, palmeros, guitarristas… Lo he mamado y vivido en mi casa de chiquitito, en las fiestas de Navidad, en una casa de fiesta por cualquier motivo, que cuando menos te lo esperas uno sale cantando, otro bailando y otro tocando. Hemos vivido eso así, en vivo y en directo, y por eso puede que yo tenga esa rama flamenca.
Viniendo de una familia de artistas, ¿tuviste siempre su apoyo a la hora de lanzar tu carrera musical.
Sí y no, es curioso. Era otro artista más pero un poco la oveja negra, no en plan mal sino que yo quería hacer otra cosa, salirme del carril, porque lo que hago es totalmente diferente. Me considero artista urbano, hago musical comercial, música moderna para los chavales, no estoy tan introducido en palos del flamenco y ese rollo. Les choca un poco y se sorprenden porque no saben de dónde he cogido ese rollo porque no tenía ningún referente de mi familia que hiciese rap o reggaetón, pero tengo su apoyo y eso me motiva y se agradece.
En 2017 te unes al grupo revelación D’ La Crem y os convertís en pioneros del afro-trap en España. ¿Cómo surge este junte?
Desde pequeñito conocía a Pedro Calderón, que era el productor musical del grupo D’ La Creme. Él trabajaba en la discotecas de menores y antes de que yo me dedicara a la música, era bailarín. Me gusta bailar aunque no lo parezca. Él sabía que yo cantaba y que quería meterme en un estudio. Siempre me decía que nos teníamos que juntar pero éramos chavales de barrio pequeños y no teníamos los recursos que tenemos hoy en día. Luego se unieron JC Reyes, Fito la R, que no cantaba pero lo traía JC al estudio. Yango era amigo de Pedro por otro lado y acabó produciéndole.
Lo bonito es que nos unió la música. Cada uno era de un sitio distinto pero fuimos quedando hasta que en el grupo fuimos cinco elementos que nos compenetramos bastante bien a pesar de venir de diferentes registros y formas de pensar, de escribir, de componer, de cantar, etc. Hubo una compenetración, un vínculo amistoso que se convirtió en algo profesional. Al principios lanzábamos los temas como solistas, pero decidimos crear algo más compacto. Elegimos D’ La Crem, en términos franceses, porque cada uno tiene su esencia.
¿Por qué decidisteis apostar por el afro-trap?
El primer tema de D’ la Crem se llamaba Chapeame, y a la gente le gustó mucho. Al principio iba a ser solo trap, pero Pedro lo mezcló por su cuenta con el afro cuando ya estaban todas las voces grabadas. Cuando el resto llegamos al estudio, nos pareció explosivo y comercial. Tenía que sonar en la radio, en las discotecas y, efectivamente, lo sacamos así y tuvo una muy buena aceptación. Luego sacamos Páramelo ahí, que era un Chapeame 2.0, pero estábamos concienciados de que iba a ser un afro-trap. A la gente le gustaba ese rollo de nosotros, entonces decidimos hacer lo que la gente quería escuchar.
Acertasteis de lleno con la apuesta porque os llevó a compartir escenario con artistas como Bad Bunny en Sevilla o Daddy Yankee en el Puerto de Santa María de Cádiz. ¿Cómo fue esto?
Nosotros actuamos en los Puro Latino y tuvimos el placer de ser teloneros dos veces de Anuel AA, de Bad Bunny y de Daddy Yankee. Lo más impactante fue que nosotros llegábamos a ese tipo de escenarios en los que la gente se veía como hormiguitas, eran miles de personas, y la gente se sabía las canciones. Fue increíble, como tocar el cielo. No eran tonterías, era cosa seria. La experiencia que me llevo yo personalmente es increíble, hay que vivirlo. Gracias a eso pudimos posicionarnos en tendencias del país, estuvimos varias veces en el número uno, logramos muchas escuchas en Spotify. Íbamos sitio por sitio y la gente cantaba a pulmón las canciones y era increíble.
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En ese momento que fue tan repentino, ¿os sentíais preparados para enfrentaros al gran público?
Para nada. Éramos chavales humildes de barrio y cuando nos poníamos en situación, nos echábamos las manos a la cabeza porque era algo mucho más profesional. No estábamos preparados, pero poquito a poco es como se hacen los guerreros, en las batallas, como quien dice. Hay que ir subiendo peldaño a peldaño, poquito a poco, hasta que ya lo ves una cosa rutinaria.
Me quedo con el aprendizaje humano y artístico. Me quedo con los viajes hechos porque si no fuera por la música, no habría ido a ciertos sitios seguramente. Con las personas que he conocido, los recuerdos que me llevo que son increíbles. Gracias a Dios recuerdo muchas cosas y todo generalmente fue bueno y bonito.
En 2021 lanzas tu carrera en solitario con El bloque como primer tema. ¿Por qué decides desligarte de D’ La Crem?
El grupo se separó por la pandemia, que afectó mucho a la industria. Decidimos hacer nuestra música de forma individual porque los promotores, los dueños y los directores de los eventos seguían teniendo miedo de contratarnos a nosotros con todos los que éramos porque teníamos un caché y no era lo mismo pagarle a una sola persona que a un equipo entero. No nos salía rentable a nosotros y no le salía tampoco rentable a los promotores. No podíamos estar parados, no quisimos. Queríamos hacer música y dar a la gente lo que le gustaba, y hacer lo que nos gustaba a nosotros también. Entonces decidimos hacer nuestro camino cada uno por separado.
¿Cómo fuiste descubriendo tu propio estilo después de estar ligado a un grupo de artistas?
Empecé a hacer lo que me gusta. No es que estuviese limitado con D’ La Creme o que no me gustase, era diferente porque no tenía tanto tiempo en las canciones y me tenía que adaptar. Cuando saqué mi música como El Daddy, tuvo buena aceptación generalmente, pero al ser otra cosa diferente hay gente que se esperaba más de lo mismo y no fue eso.
Me considero un artista versátil a la hora de hacer música, me puedo meter en una salsa, un reggaetón, un hip-hop, un R&B. Creo que lo he demostrado en este EP, hay bastantes géneros y puedo hacer lo que sea, lo que me proponga. Soy una macedonia, no me gusta encasillarme; me considero una persona camaleónica. Ahora mismo estoy más enfocado en lo urbano porque es lo que me gusta y el registro que espera la gente de mí ahora.
¿Estás trabajando ya en algo nuevo?
Sí, tenemos mucha música para este 2024 si Dios quiere. Creo que va a gustar en base a la repercusión que ha tenido el EP. Hablando de D’ La Creme y eso, el primer tema que he sacado se llama Spicy, y casualmente es un afro-trap. El videoclip va a ser muy urbano para que llegue a la gente, en la línea de representar el barrio y las raíces para que no se olviden, y para que no nos olvidemos nosotros, por supuesto.
Aunque no lo parezca por mi pinta y por la música que yo hago, me gusta mucho la salsa, así que en un futuro me gustaría hacer música más más salsera y otros estilos que se salgan de lo que soy y de lo que hago para abrir fronteras. Nos gustaría salir de España, conocer mundo y nutrirnos musicalmente, sobre todo de Latinoamérica porque hay mucha conexión.