Hay momentos en los que la vida decide por ti. Tú puedes creer mucho en el libre albedrío, pero hay etapas en las que uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Denom ha pasado por una de esas. Sin quererlo, sin buscarlo, simplemente se ha encontrado con que tenía que reconciliarse con su pasado mientras hacía lo que más le gusta: música.
Kintsugi es el resultado de esto, de un viaje serendípico que le ha llevado a buscar en su interior, ver su oscuridad y sanar sus heridas. Si tú estás pasando por un periplo similar, no te escondas; enorgullécete como él lo ha hecho. Pinta tus cicatrices de oro como si repararas un jarrón de cerámica y enséñaselo al mundo para decirle que has aprendido de todo.
Aunque en el párrafo anterior dábamos pistas, hay que especificar que el título del nuevo álbum de Lucas (por la intimidad del disco nos permitirá que le llamemos por su nombre de pila) viene de una técnica japonesa que consiste en reparar cerámica con una laca mezclada con oro. Al otro lado del mundo se piensa que resaltar las grietas celebra la historia del objeto y añade un nuevo valor a algo que antes estaba roto. No es nada más que valorar la belleza de la imperfección porque nunca hay que olvidar que nadie es perfecto. Con este fuerte mensaje, el artista madrileño nos trae un disco repleto de dolor, introspección y sanación, un ciclo de emociones que le tocaba vivir a sus treinta y cuatro años y de lo que no piensa avergonzarse. Ahora es una nueva persona y no sería él mismo sin sus cicatrices.
¿Cómo ha sido el recibimiento del disco?
Me ha sorprendido mucho. En este disco decidí apostar por sonidos nuevos para dejarme fluir sin censura en ritmos nuevos, y mi público lo ha recibido con mucho cariño. Han entendido que mi esencia está en el mensaje y que da igual la percusión que lo marque. Estoy muy feliz de poder ser libre a la hora de crear y que se me vea con los mismos ojos.
¿Cuándo empezaste a plantear el disco?
El proceso de creación fue relativamente rápido. En lo que a música se refiere, fue por septiembre del año pasado cuando comencé a invitar a productores a mi casa para crear sin tener clara la finalidad. Solo queríamos crear por amor a la música, indagar y dejarnos fluir en nuevos sonidos. En poco menos de diez días habíamos creado unas veinte canciones, y a partir de ahí fue cuando empezamos a darle forma y a guiarlo hacia lo que hoy en día es el disco.
¿Siempre tuviste la intención de crear un trabajo con tanta profundidad?
Me gusta llegar al fondo de mí mismo, hurgar dentro, donde duele y donde cuesta mirar. Siempre que me meto un proceso creativo largo intento hacerlo de forma muy introspectiva y, aunque nunca sé dónde me llevará, intento hacerlo con la mayor profundidad posible.
Si puedes, cuenta un poco esa estructura que has querido traer de dolor, introspección y aceptación.
Cuando estaba creando me di cuenta de muchas cosas. Con cada canción, la aceptación y el perdón se iban uniendo y me di cuenta que este disco era algo curativo. No fue buscado, era una fase personal que tenía que vivir. Sucedió en sinergia con la música. Mi situación personal requería de esta terapia aunque yo no lo supiera. Muchas veces almacenamos sentimientos que nos arañan, pero a la vez nos da miedo dedicarles su tiempo. En este caso, a mí me tocaba porque estaba cansado de mirar al pasado y tener que recordarlo todo tan oscuro y triste.
Por lo que me cuentas, parece que eres una persona a la que le cuesta dejar el pasado atrás.
Creo que es bueno no olvidarlo. Quizás soy un poco melancólico.
Entonces, ¿realmente has conseguido sanar personalmente como haces en el disco?
Sí. La verdad que he conseguido colocar cada emoción en su sitio y perdonar. Perdonarme y darle a cada persona su tiempo y su lugar.
En un disco tan personal, es bonito que hayas contado con tu madre, con tu tía, con tu cuñado y con tu hermana. Viendo el resultado, es indudable su mérito y su valía, pero no sé si has contado con ellas para darle todavía más carga sentimental al trabajo. En todo camino personal, como el que relatas, nos acompaña gente que queremos.
Literalmente. El mismo proceso de escritura e introspección lo hice con mi familia y mis allegados. Quería que formaran parte de esto porque era la forma de dejar constancia de que, gracias a ellos, pude llegar a la fase de aceptación. Gracias a ellos he podido elevar mi persona al siguiente nivel.
En cuanto al sonido, ambientalmente todo encaja en el momento de ese proceso de dolor, introspección y aceptación. ¿Ha habido mucho diggeo de sonido para conseguir que cada tema sonara tan contextualizado?
Fue todo muy natural y fluido. Cada melodía me llevaba a algo, y, como digo, fue sin buscarlo como encontré la lógica que al final ha hilado el disco.
“Me gusta llegar al fondo de mí mismo, hurgar dentro, donde duele y donde cuesta mirar. Siempre que me meto un proceso creativo largo intento hacerlo de forma muy introspectiva”.
¿Has aprovechado el concepto de kintsugi para practicar tú mismo?
No literalmente, pero sí románticamente. Para mí la música es oro y ayudo a unir mis pedazos.
¿En qué más elementos de la cultura japonesa te has fijado para crear el universo del disco?
Quisimos trasladar todo a Japón en el momento que vimos esta conexión con el kintsugi. A partir de ahí, con mi equipo Stick Music y junto a la gente de Tsunami, hicimos un trabajo de investigación artística indagando en la cultura. Desde esta investigación quisimos crear una historia de amor dentro de la mafia japonesa.
¿Siempre te ha interesado Japón o lo has descubierto más a partir de este álbum?
Siempre me gustó mucho el estilo de tatuaje japonés y, como prácticamente cualquier niño de España, me he criado con dibujos y animes que me han marcado. También hubo una persona especial en mi vida que sin darse cuenta me unió a esta cultura e hizo que mi interés creciera. Más incluso cuando esta persona se fue de mi vida, por así decirlo. La cultura japonesa era como un nexo que me hacía sentirla un poco más cerca.
¿Por qué crear una historia paralela en los videoclips? Es una historia más cinematográfica que no sigue la temática principal del disco.
Aunque es cierto que no se unen al cien por cien con la temática de cada canción, como suele ser normal, los vídeos sí que mantienen en conjunto el concepto general. Ambos elementos, música y vídeo, recogen el mensaje de que al final lo que gana es el amor, y es ahí cuando todo tiene un sentido común.
¿Y cómo fue la experiencia de grabar en Tokio?
Fue una belleza, algo único. Muchas horas de vuelo, aún más de rodaje, pero en sitios increíbles y con personas maravillosas. Acababa los rodajes con ganas de gritar y de llorar de alegría.
¿Las escenas con yakuzas contaban con miembros reales de la mafia, o solo es un casting maravilloso?
Podemos decir que ninguno estaba actuando (risas).
Ya en tu proyecto Tempo te introducías de lleno en la movida de la narrativa visual, pero esto se nota mucho más maduro. ¿Te planteas seguir evolucionando en este campo?
Me encanta poder llevar cada una de las partes al siguiente nivel. Igual que me gustaría seguir indagando en el mundo del sonido, también quiero conseguir que las imágenes describan cada ambiente de la mejor manera posible. Quiero que el lenguaje cinematográfico sea cada vez mejor. En un mundo en el que cada vez reina más el fast food, quiero poner mi granito de arena para interiorizar que las cosas hay que cuidarlas y mimarlas. Una cosa es el marketing y otra cosa es el arte. Si estás haciendo arte, céntrate en eso y dedícale todo el amor y mimo que puedas.
Por último, después de haber dejado el listón tan alto con un disco tan personal y tan cuidado en detalles, ¿te puede dar algo de vértigo cuando saques próximas referencias? ¿Sientes este disco como el más especial de tu carrera?
Vértigo, ni saltar de un edificio. Miedo solo al hambre y al sentirse solo. Cada paso te enseña, y con este disco he aprendido muchas cosas y todavía me gustaría seguir aprendiendo. Considero que todos los discos que he hecho son especiales y cada uno me permite ver cuánto he avanzado. Son como mis hijos, no podría decirte cuál es mi favorito.
