Horas antes de que tuviese lugar el que probablemente sea uno de los conciertos más esperados de los últimos años en la escena española, Ismael de la Trinidad, director de arte de Dellafuente, subió una historia con la canción Le monde ou rien de PNL. Una canción del grupo francés que, traducida, quiere decir ‘El mundo o nada’. Esta historia inofensiva era una declaración de intenciones y un spoiler, ya que Dellafuente abriría su show con este tema y el himno de la Champions League. Tras más de diez años de carrera, ahí está la vara para Dellafuente: es el mundo o nada.
Llevábamos más de un año esperando esta fecha, y por fin había llegado el día. Tras todo el lío que hubo con el Estadio Santiago Bernabéu, originalmente planteado para acoger este concierto, Dellafuente se disponía a hacer dos fechas seguidas en el Estadio Metropolitano. Cerca de ciento cuarenta mil asientos si juntamos las dos fechas esperaban expectantes a celebrar junto a Chino todos estos años de música y arte.
Siempre da impresión asomarse a la pista desde la grada de un estadio, pero con Dellafuente la sensación de vértigo se multiplicó. Su equipo había creado su propio jardín nazarí en el centro del recinto. Una fuente enorme con forma de estrella de ocho puntas nos dejaba boquiabiertos ya horas antes de empezar. Una proeza arquitectónica que queda para la historia y que nada tiene que envidiar a los escenarios de artistas yankees como Travis Scott, Taylor Swift o incluso Ed Sheeran, que pasaba por el mismo escenario semanas antes. 
Un mar de rojo y rosa se extendía allá donde alcanzaba la vista. Para llegar a tener distintas equipaciones hay que mantenerse en la liga temporada tras temporada, y entre las camisetas de Dellafuente F.C originales y el nuevo merch de Torii Yama, cualquiera se hubiera creído que ese día también iba a haber un partido de fútbol allí dentro. Lo cierto es que la pasión que se respiraba era la misma o incluso mayor. Gente de toda España se reunía alrededor de la estrella de ocho puntas dispuestos a completar su peregrinaje.
Della preguntó por la veteranía de sus fans, lanzando al aire la pregunta de quién le estaba escuchando antes de Guerrera o de Milagro. Así anunciaba que el concierto iba a ser un repaso por su carrera. Desfilaron junto a él, a lo largo de este autohomenaje, nombres como Judeline, Lia Kali, Rels B, Morad o Pepe y Vizio, y se ausentó en el escenario un nombre muy esperado al que algunos ojeadores avispados vieron disfrutando del concierto en la grada. Hablamos efectivamente de Puchito, al que lanzó un “te quiero” después de terminar de cantar su colaboración, Guerrera
Cada etapa de Dellafuente tiene su propio sabor, y así fue también en el directo. Se le dio más peso a Torii Yama, su último disco, pero hubo hueco (algunos más discretos que otros) para discos como Lágrimas pa otro día, Milagro o Tanteo. Los momentos más espectaculares y emocionantes tuvieron lugar cuando pasamos por la etapa de Taifa Yallah, cuando Della se quitó las gafas y el gorro y los cambió por un pañuelo que solo dejaba entrever su mirada. Un baile de llamaradas y tambores hacía que nos retumbara el pecho y nos brillaran los ojos mientras recordábamos uno de los momentos más rupturistas de la carrera del artista. También fue sorprendente e inesperado ese momento en Lo quiero ver con un espectáculo de láseres y luces digno de Tomorrowland. Hubo show para rato.
Aunque nunca llueve a gusto de todos. Tristemente, los comentarios más sonados al día siguiente fueron los que se quejaban de la duración del concierto, que fue de poco más de una hora y media, que a nosotros se nos hizo suficiente, o quejas respecto a la tracklist. Aquí hay que tener en cuenta que Dellafuente tiene una discografía que abarca más de diez años, como hemos dicho antes. Si solo contásemos la duración de sus álbumes, ya tendríamos seis horas de música, además de que suele ser un artista bastante sólido y consistente. Hay que sintetizar, y obviamente nunca va a cantar todas y cada una de las favoritas de cada asistente. Cuando tienes tanta carrera a tus espaldas, su propio peso te empieza a aplastar, así que antes de que eso suceda, Dellafuente ya dejó leer entre líneas de sus intervenciones que esto era el final de una etapa. Al Chino le toca descansar, al menos de momento.
El concierto fue una experiencia en toda regla. El fruto natural del trabajo de meses y meses, cultivado y cuidado con cariño y pausa, como le gusta a Dellafuente. Ya dijo en su entrevista con Vevo ctrl que no le gustan los conciertos, pero aun así los hace porque de esto va su trabajo. Parece que al fin ha decidido serle fiel a Pablo y dejar aparcado a Dellafuente un tiempo. Ya hace tiempo de la primera vez que dijo aquello de “ya está arriba Dellafuente”, y la verdad es que no sabemos cuánto más se puede subir. Así que esta despedida se hace desde lo más alto, habiendo dejado un concierto para la historia no solo de este género ni este gremio, sino de la música española en general. No sabemos qué opináis vosotros, pero por aquí tenemos claro que les hablaremos de este concierto a nuestros hijos.
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