Escribir sobre Dellafuente nunca será fácil, me temo. La leyenda del granaíno ‘descansaba en poder’ hasta hace unos años con el imponente disco con el que anunció su retirada. ¡Es más! Meses antes de D.E.P, el mismo Pablo pero bajo el pseudónimo de Taifah Yallah publicaba un revolucionario proyecto de rock, flamenco y sonidos andalusíes que buscaba destruir al ídolo urbano que él mismo había creado. Y así sin más, el Milagro. Un inesperado EP que cayó del cielo en 2022 como una bendición, y con el artista se terminó de coronar alojando un histórico concierto de más de 20.000 personas en su Granada natal. Así hasta llegar aquí, a las Lágrimas pa otro día. Disfrutaría millones analizando cada una de las obras nombradas en estas líneas, y Dios quiera que Dellafuente nos concierte una entrevista para discutir los trucos de su magia, pero hasta entonces, la pregunta os la lanzamos a vosotros: ¿ocho temas son un álbum?
Él nos dice que sí, que sí lo son. Y es cierto que desde la pérdida de notoriedad del formato físico en la música, las líneas de las definiciones son difusas. Pero qué más da, si Dellafuente lo dice va a misa.
Habíamos escuchado ya tres sencillos previos, Tres Caras, Sharila y Ni soy santo, junto a vatocholo. Un corridito que le queda bien orgánico gracias al amor que le profesa a la música folklórica, sea de este continente o de otros. También otra de las más grandes sorpresas del disco reside en las colaboraciones, y es que Ralphie Choo aparece en la producción y/o vocales de cinco temas. Casi parece como que lo hayan hecho a propósito. No fastidies, ¿sacas tres singles del disco, y son los únicos tres donde no está el Ralphito? ¿En serio? ¿Y también están ahí Rusowsky, e incluso Gazzi?
Choo, quién anunció hace dos semanas un trabajo junto a la archiconocida plataforma Colors, deja muy visible su mano de obra en Lágrimas pa otro día. El madrileño saca una versión más melódica, frágil y dulce del que en otra vida fue uno de los traperos insignia del país. Y digo fue, porque recordarle solo en esa categoría es desmerecerlo. Y porque su versatilidad deslumbra todo lo que toca a pesar de la luz que siempre aporta a sus compañeros, como en Pa llorar con Ané Carrasco. Ahí reside gran parte de la belleza del disco: en la apuesta por el talento emergente, que en ocasiones pasadas representó Morad, Cazzu o Pepe:Vizio. No hay cifras, solo pureza y música. Una mentalidad que a nosotros, como medio que vive fagocitando todo el talento nuevo, también nos cala muy profundo.
No quisiera cerrar esta reseña sin detenerme en las letras de sabiduría, humildad y fuertes valores que distinguen al andalusí. Construcciones poéticas que se amplifican en este álbum por lo experimental de las estructuras, con estribillos alternativos e incluso a veces, casi sin estrofas. No hay que olvidar que el cantante es un enamorado de Lorca (cómo no, paisano suyo) y de él recibe gran parte de su inspiración. “Compartamos juntos, de orgullo me llena, en mi corazón no hay más tinieblas” escucho en Sharila, y fantaseo imaginando lo amable que sería el mundo si se escuchase (aún) más a Dellafuente.
Track favorito: No te lo niego, ma dolío.