Con el arte siempre como brújula, hay historias que nos transforman y nos marcan desde el primer paso de la creación. Historias que, sin quererlo, nos revelan la esencia misma de lo que somos, de lo que podemos llegar a ser. La suya, la de Claudio Portalo, comienza con un primer contacto a los dieciséis años en un proyecto que hoy rememora con nostalgia y determinación. Con una trayectoria marcada por la danza, la poesía y la interpretación, su historia es un reflejo de la constante búsqueda, del deseo de comprender y transmitir lo que significa estar vivo, lo que significa ser humano.
A punto de estrenar El cielo de los animales, Portalo nos acompaña hoy para compartir su camino en las artes con una entrega total, navegando por distintas disciplinas y llevando en su pecho las huellas de su tierra. Un viaje que nos invita a explorar, con los ojos bien abiertos, la profundidad del ser.
Tu primer contacto con el audiovisual fue a los dieciséis años en la producción El semillero. ¿Qué recuerdos tienes de ese primer proyecto y cómo te marcó en tu decisión de dedicarte al mundo de la interpretación?
Es un placer charlar por primera vez para ACERO, os sigo la pista desde que empezasteis con el magazine y me gusta mucho cómo lo estáis curando. Yendo al grano, mi primera producción fue El semillero, sí. Nunca entonces había interpretado, pero había bailado break dance desde los nueve años y por los campeonatos y batallas ya conocía lo que era un escenario, la puesta en escena, el público.
Este proyecto se concibió como una producción a una escala muy interesante para ser Extremadura en aquellos momentos, pero el producto final no llegó a buen puerto. Más tarde he vuelto a hablar con el director, Migue Díaz, y se lo he dicho: El semillero no terminó de salir como se esperaba, pero a mí me sembró las ansias por conocer el oficio del actor. Y desde entonces, desde 2014, tengo claro que quiero entregar mi vida entera a conocer este hermoso y crudo oficio.
A pesar de estar afincado en Madrid, eres de procedencia extremeña. En alguna ocasión has afirmado llevar siempre tus raíces contigo. ¿Cómo crees que la energía de tu tierra ha marcado tu forma de crear?
Mi Extremadura y mi Badajoz siempre conmigo, tatuaditas en el pecho. Me gusta decir que donde hubo un extremeño hay una huella. En nuestra región, aunque hay artistas increíbles de muy diferentes disciplinas, no hay aún una infraestructura lo suficientemente consagrada para acoger a todos los artistas, por eso nos vemos obligados en muchos casos a emigrar a otras ciudades como Barcelona o Madrid, o al extranjero. En mi caso, sería completamente imposible en 2025 pararme a pensar en construir una carrera como actor de cine o televisión en mi tierra.
A donde quiero llegar es que en Extremadura estamos acostumbrados a hacer grandes cosas con pocos recursos, y cuando venimos a Madrid y nos integramos en grandes producciones, sabemos valorarlas y aprovecharlas como bien se merecen. Somos agradecidos porque nuestra tierra es históricamente tierra obrera. Si con poco hacemos mucho, con mucho… Dejamos huella.
Tus raíces paternas están muy ligadas al mundo de la ciencia. En concreto, tu padre es un distinguido ingeniero y doctor en electrónica, galardonado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2021. ¿De qué manera ha influido esto en la búsqueda de tu camino en las artes?
Me alegra que menciones a mi padre en esta entrevista. Él se encargó del primer videojuego original que se desarrolló en España para ordenadores. Hablamos de Bogaboo The Flea, también conocido como La pulga, para el ZX Spectrum (año 1983, Madrid). Mi padre es un ejemplo de trabajo, de estudio, de investigación, de amor por la cultura y de entrega a la familia. Ahora pienso que la mayor hazaña y ejemplo de mi padre no fue desarrollar este hito de la historia del videojuego español, sino que dejó todo ese mundo que acababa de descubrir porque se enamoró de mi madre y se volvió a Extremadura para consagrar ese amor y darnos la vida a mi hermano y a mí, trabajando como profesor en la enseñanza secundaria obligatoria. Eso sí que es grande.
Pero no me quiero olvidar de mi madre, la Meña, que también es rotundamente determinante en la persona y el artista que hoy soy. De ella me influyen la sensibilidad, la escucha, la dulzura, la alegría, la literatura. Mis padres son unos currantes y me han enseñado a ser honrado, sencillo y a merecer lo que gano.
“Puedo decir que bailo, que actúo, que escribo, que pinto, pero por encima de todo: creo.”
Además de la interpretación, a lo largo de tu carrera has abarcado otros campos artísticos como la danza o la poesía. ¿Cómo manejas el balance entre la actuación y las otras disciplinas artísticas que practicas?
Danza, poesía, interpretación, pintura… A día de hoy las siento constantemente intercomunicadas. Todas me nutren en la práctica artística, y de todas extraigo lo que necesito. Puedo decir que bailo, que actúo, que escribo, que pinto, pero por encima de todo: creo. Y las diferentes disciplinas que he estudiado y trabajado a lo largo de mi vida son meras herramientas que empleo al servicio de mi creación.
¿Cómo se integra todo este bagaje en tu papel en El cielo de los animales?
Tanto en El cielo de los animales como en cualquier proyecto, me gusta trabajar la construcción de personaje desde distintos vértices: realizo mapas de color con la evolución y el arco del personaje, reescribo las líneas expandiendo la historia hacia otros lugares y después vuelvo al inicio, trabajo el gesto como una partitura espacial, como una poesía en el espacio. Todo se integra porque todo está aquí, es lo que yo como intérprete puedo ofrecerle a un proyecto.
Este nuevo proyecto nace del libro homónimo de David James Poissant, varios relatos que abarcan temáticas muy crudas y sensibles como la pérdida. ¿Cuáles han sido tus mayores retos a la hora de enfrentarte a este film?
Sin duda, construir el personaje, Darío. Debido a sus circunstancias psíquicas y antecedentes narrativos, cuando leí el texto por primera vez, sabía que iba a ser un reto, uno de esos que te ponen contra la pared, y creo que por eso fui para adelante. Decidí llegar al primer ensayo de la película habiendo leído el texto una sola vez. Una única lectura, no sabía apenas nada de él. Necesitaba saber qué quería el director de este personaje antes de yo concebir una idea y viciarla; quería saber qué necesitaba el director y poner en común lo que queríamos construir.
Los primeros ensayos fueron jodidos, jodidos… no daba con Darío. Poco a poco lo fui agarrando, empecé a comprenderlo, a conversar con él, a abrazarnos. Definitivamente puse mi cuerpo y mi voz al servicio de Darío de la mejor manera que sé hacerlo.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-7.jpg
Por otro lado, ¿qué te atrajo particularmente de este proyecto?
A esta película la envuelve un halo misterioso. Aún hoy no sabría definirlo con total certeza, y me gusta que así sea. Hablamos de cuatro relatos unidos por un tema central: la pérdida. Hay elementos poéticos que, aunque no hayan sido concebidos desde la poesía, se versan durante el guion y el film, Hay algo, ¿el qué? Prefiero no saberlo aún y que vaya viniendo, poco a poco, como cuando algo te atrae y no descifras el porqué, y en vez de racionalizarlo simplemente te dejas atraer, persuadir. Así, suave, que venga suave, que aquí estaremos.
Sin revelar demasiado, ¿qué nos puedes adelantar de tu personaje y qué aprendizaje te llevas del mismo?
Darío vive anclado a dos obsesiones: la miel y el fin del mundo. Es un joven que vive en el sótano de casa de sus padres junto a su pareja, Vega, con quien ha compartido toda la vida. Sus obsesiones le conducirán a tomar decisiones que le harán viajar hasta el fin, y así se titula nuestro relato: El fin de Darío. Me gustaría decir que prefiero dejaros con la miel en los labios y seáis vosotros quienes viváis la historia en las salas. De Darío aprendo a mirar desde un lugar distinto, desconocido hasta entonces para mí, que se dice pronto, pero que no por ello me ha significado poco aprendizaje.
¿Qué retos o descubrimientos has encontrado en la construcción de este rol?
Fue un reto descubrir el motor de acción, el centro, el núcleo que le hace tomar las decisiones que toma.
Has trabajado con directores como Marc Sempere o Luis Calderón. No obstante, este film ha corrido bajo la dirección de Santi Amodeo. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con él en El cielo de los animales?
Trabajar con Santi ha sido interesante para conocer su manera de hacer cine. Es un real, su manera de hacer las cosas está muy por encima del mainstream, de lo que se espera, de lo que vende o no vende. Él toma decisiones en pro de la obra y no tanto del público o la taquilla, como vemos que sucede en otras producciones. Como las lentejas, si te gustan las tomas y si no las dejas. Creo que esto consigue que la obra hable por sí sola, que se justifique sin necesidad de dar demasiadas explicaciones. Se lo comentaba el otro día, hablando con él: para mí, El cielo de los animales no termina en la sala, sino en el espectador.
“Antes buscaba más la controversia, el impacto directo, era más atrevido y más loco; tal vez trataba suplir una necesidad vital y profunda de atención. Ahora busco más la sutileza.”
En tu carrera, has interpretado personajes muy diversos tanto en videoclips como en obras teatrales o televisión. ¿Serías capaz de destacar alguna similitud entre tú y este personaje de Poissant?
Quien me conoce sabe que cuando algo me atrapa, cuando algo me obsesiona, soy capaz de ir hasta el fin con ello. Y aquí estamos, yendo al fin con ello.
Viendo tu recorrido hasta ahora, ¿cómo ha cambiado tu visión sobre el arte y la actuación desde que comenzaste?
Sócrates decía aquello de “solo sé que no sé nada”; Rafael Lechowsky, “cuanto más sé, más sed”. Antes buscaba más la controversia, el impacto directo, era más atrevido y más loco; tal vez trataba suplir una necesidad vital y profunda de atención. Ahora busco más la sutileza y las formas contemporáneas bien soldadas, siento que ya he captado la atención de unos pocos, otros salieron corriendo (risas). Tal vez ahora mi pretensión es, como un mago, manejar la atención que ya he captado y seguir jugando a esto del arte. Que la magia siga sucediendo para seguir cambiando, y para seguir cambiando a esos que están ahí sentados delante de nosotros en la butaca esperando a que algo suceda y les cambie.
¿Qué esperas que el público se lleve de El cielo de los animales?
Espero que encuentren lo que andan buscando.
¿Qué aspectos de tu personaje crees que podrían resonar con ellos?
Eso solo lo podremos saber en las salas a partir del 9 de mayo, cuando tras su paso por la sección oficial del festival de Málaga, se estrene en cines y pueda comenzar a resonar. Creo que solo entonces sabremos qué será que vibre en nuestros espectadores.
Además de las disciplinas ya mencionadas, ¿hay algún campo dentro de las artes que aún te gustaría explorar o algún proyecto que sientas que te gustaría abordar en el futuro cercano?
Me llaman la atención la inteligencia artificial, la dirección de escena y actoral, la psicología humana, el marketing y la publicidad… Me llaman la atención el diseño, seguir explorando la música, la pintura a gran formato, la escultura contemporánea. Voy a seguir trabajando en mis proyectos personales y en proyectos ajenos que verdaderamente me interesen y que pueda sentir míos aún sin serlos.
Me gustaría acabar la entrevista diciendo que tengo hambre, estoy sediento, que esto solo acaba de empezar todo el tiempo, y que no voy a parar hasta que me sacie o hasta que ya no tenga boca con que tragar. Os agradezco vuestro tiempo y escucha, ¡seguimos a la batalla, por la vida!
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-46.jpg
Traje CASA OTRURA.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-38.jpg
Full look HUGUICO.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-21.jpg
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-16.jpg
Traje COCONUTSCANKILL.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-44.jpg
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-34.jpg
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-3.jpg
Traje CASA OTRURA.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-11.jpg
Gabardina y boxers HUGUICO.
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-18.jpg
ClaudioPortalo-x-JulenMartín-24.jpg