En la Mar de Gambas de San Pablo solo había un tema en el aire (Cruzcampo en mano): las no entradas para el concierto de Carolina Durante. Su sold out en la Sala Pandora no impidió que algún que otro rezagado tirara de picardía consiguiéndolas en reventa (entrando con suerte o sin ella). La cuestión es que todo el mundo estaba allí: pijos y quinquis, locales y foráneos, ‘miarmas’ y gatos, Vera Fauna y el fundador de Pompeii. Todo el mundo quiso inaugurar el mes de febrero con esos cuatro chavales ardiendo. Y así lo hicieron.
Aquel 1 de febrero todo comenzó de un soplido. Con la sala casi a reventar, Las Dianas llegaron (demasiado abrigadas para la ocasión), cantaron, versionaron, criticaron y devoraron, todo ello con marcado acento andaluz. Así da gusto. Las de Granada (como no podía ser de otro modo tratándose de indie) fueron responsables de abrir el show y ponerlo a tono, como ya hicieron el 30 en su ciudad natal, y justo el día anterior en Málaga.
En conjunto, una tríada de conciertos que marcan el paso de Carolina Durante por Andalucía, así como el ecuador de su gira Elige tu propia aventura, nombre homónimo de su último disco a presentar. Y menuda aventura. Tras algunas de sus canciones más populares y un par de covers populares del todo, Las Dianas se fueron, dejando el ambiente en el punto exacto de cocción.
Y salió el plato fuerte. Rostros serios, desenfadados, tranquilos y etéreos. De esta guisa se plantaron sobre el escenario cuatro espectros de la música en directo y del indie rock más de Madrid. Diego Ibáñez (voz), Martín Vallhonrat (bajo), Juan Pedrayes (batería) y Mario del Valle (guitarra) tomaron forma y, sin demasiado titubeos, arrancaron de lleno con Joderse la vida y Aaaaaa#$!&. Y pensándolo bien, ninguna otra canción habría definido mejor el mood de las docenas de personas que aún aguardaban en la cola del guardarropa, cruzando dedos y amparándose en la intro de The Office para que no empezaran sin ellos. Tarde. Tocaba despedir a Jim, Pam y a los demás.
Estando un poco en Babia pero sin perder el rumbo, Diego Ibáñez ya se paseaba con desenvoltura desde Misil hacia Famoso en tres calles como aquel que lleva toda la vida trasnochando en San Jacinto: sin micrófono, sin vergüenza y sin camiseta, literalmente enseñándoles las tetas a unos cuantos guiris que no paraban de gritarle. Y así, irrefrenable como un misil, y con lanzamiento de pie de micro al aire (uno que casi nos cuesta la crónica), logró aterrizar con éxito en Tempo 2.
Pero en Pandora faltaba el aire y la ropa comenzaba a sobrar, así que dio comienzo al segundo acto: adiós jersey de niño bien, hola camiseta gafada de un Real Madrid que ya no existe. Este gesto, como era de esperar, no hizo que se quisieran como dos extraños. Muy al contrario, desde las primeras filas se oía un sincronizado ‘Puta Real Madrid’ a boca llena. Pero entró en juego Juan Pedrayes a las baquetas, sirviendo musho Betis para reconquistar a un público, ahora sí, entregado y a los pies de los de Madrid.
De pronto, todo se veía claro. Un set completo de oficina tomaba forma, máquina de café incluida. Allí solo faltaba Cañizares. Tomé café comenzó a sonar. Un minuto y treinta y nueve de canción que se sintió como un latigazo de adrenalina. Pandora entera saltaba al ritmo de Niña de hielo y San Juan. Los madrileños consumieron la noche en un suspiro: Verdes, Césped, Joder, no sé o Granja escuela venían a completar, sin dejar respirar a los allí presentes, una set list a la que no le faltó un detalle. Ni movimientos espasmódicos, ni balanceo de brazos, ni sudor en la sala, ni cayetanos, ni monstruos. Y fundido a negro.
De repente, un trance en el que Diego, sin hablar demasiado, dijo todo lo que hacía falta decir esa noche. Se prestó a lanzarse a los brazos de su público, a saltar en los pogos orquestados y a subir a la cabina de sonido con Monstruo de fondo mientras, paralelamente, un tío engalanado de post its suplía su lugar sobre el escenario y la liaba. Perfectamente podría haber sido una de las precavidas de este COAC 2025, pero lejos de arrancarse por cuplés, el del medio de los Carolina Durante rompió con todo para comenzar a cantar Casa Kira y continuar la ristra de temas de Elige tu propia aventura.
Una tras otra se fueron sucediendo, y el público, bañado en sudor, se dejó hacer mientras cantaba Perdona (Ahora sí que sí). “Amaia ayer sacó disco”. Guiñito a su amiga antes de Hamburguesas, una de las más esperadas y mejor recibidas. Abrazos, sonrisas cómplices, besos y muchas camisetas empapadas precedían ya el final de una noche cumbre. La banda, bautizada con nombre de periodista, comenzó a tocar Las canciones de Juanita, y la fiesta llegó a su fin.
Se cerraba la caja de Pandora después de hora y media de catarsis. Algo fugaz, intenso, provocador y eléctrico. Como un sábado de Alameda en el que Sevilla dejó de ser todo lo que es para ser, llanamente y en palabras de Diego Ibáñez, “una ciudad de puta madre”.


