Tres días seguidos, dos ciudades, cero excusas. Si algo quedó claro en la última parada de Bon Calso en Barcelona es que Número 7 no es solo su séptimo disco, es un statement de un artista que ya no mira hacia arriba, porque ya está aquí, devorando el presente. Gracias a BERSHKA MUSIC Together with DICE, La Nau fue otro planeta: compacta, repleta hasta los márgenes, donde no cabía ni un alma más, ni un gramo de emoción sin desbordar.

Bon apareció tapadito, con su ya mítica capucha de pelo, pero el alma bien abierta. Se le notaba el trajín de los días anteriores —Madrid le pasó factura—, pero ni eso pudo frenar la conexión brutal que tuvo con el público. Con un rojo que teñía toda la sala, abrió con Florencia (“No hay ni un día que yo no te piense”) y, en segundos, la sala se convirtió en un solo coro. En un concierto de Bon Calso no hay barreras: ni escenario, ni primera fila. En La Nau, tan íntima, era difícil saber dónde terminaba el artista y empezaba la gente. Porque Jorge no canta para su público: canta con ellos. Y eso se siente en cada verso, cada gesto, cada letra sincera.
Dicen que es explícito, que es guarro, que no se guarda nada. Pero lo que hizo en Barcelona fue demostrar que lo suyo es romanticismo callejero sin disfraz. Outta My Head nos rompió en dos: “Yo solo pienso en ti, no te saco de mí ya-ah-ah-ah”. Luego cayó Baccarat Rouge 540 y era imposible no pensar en algún ex. Intensito, sí. Pero justo cuando la nostalgia se hacía pesada, apareció Que te vaya bonito para transformarla en despecho bailable. “Claro que dolió”, coreamos todos, pero lo hicimos perreando. El amor, el desamor, el sudor... todo culminó en un “Os quiero mucho, Barcelona. Gracias por venir”.
Se esperaba ver a los que lo han acompañado en otras fechas —quizás l’Haine o Aleesha—, pero no hizo falta. Cayó Antes de que tú me quieras, tristemente sin Juicy Bae, pero con una fan en primera fila que se hizo dueña del micrófono y de la canción. Bon se la regaló, literalmente. Ella cantó con una emoción que desbordó el escenario, y desde ahí, todo se vino arriba. Llegó Five Stars y un gigante pogo se abrió en La Nau. “Headshot (Pew-pew), let’s go / Le echo a perder el make up” y, efectivamente, el maquillaje se perdió entre saltos y gritos. 3, 2, 1, let’s gooo.
Pero quien sí se subió fue Supereservaoooo, que tiró Yohji Yamamoto con la actitud de quien sabe que está en un momento icónico. Y por si faltaba algo, Jorge sacó una botella y empezó a repartir whisky entre el público. “Es el último de cuatro días seguidos de gira. Me puedo emborrachar, nadie me puede decir nada”. Y tenía razón.
Cuando parecía que el show había terminado, aún quedaba gasolina. Pornstar fue de los últimos gritos de guerra: “Por mí si me muero hoy me la suda”. Y para cerrar, Seis nueve, para mover lo que aún quedaba de cuerpo después de una hora de pura adrenalina. Bon Calso cerró Barcelona como solo él sabe: a gritos, empapado, entregado. Y nosotros salimos igual. Sin voz, sin aliento, pero con el corazón completamente revuelto.
Y aunque muchos aún lo llaman el eterno emergente, con Número 7 y esta gira, podríamos decir que está más arriba que nunca. Todo eso no llega por suerte: llega por años de curro, por siete discos a fuego lento y por todos esos fans que lo han acompañado sin soltarle la mano, canción tras canción.



