El BBK lleva casi veinte años siendo uno de los festivales referencia de España en cuanto a música indie e internacional. ¿Puntos fuertes? Un cartel repleto de buen gusto, una ubicación de diez gracias a las vistas de Kobetamendi, y un ambiente más adulto y responsable con el medio ambiente. 
Desde iconos como Grace Jones hasta el pulso más local con el show de Nexo Malito, BBK sabe combinar a la perfección los espectáculos más grandes con la apuesta por el descubrimiento. Quizá la materialización última de esto sea el espacio de Basoa, un bosque electrónico para perder el conocimiento de las horas, donde las luces de la bola de discoteca se combinan con la frondosidad de los árboles y la vanguardia musical. Siete torres de sonido en forma circular son el secreto para esta experiencia inmersiva, donde pincharon altos nombres como Jennifer Cardini, Nicola Cruz o John Talabot.
Un aplauso también para la apuesta por los conciertos gratuitos en la ciudad como Kyne, Teo Lucadamo o Oddliquor; una ventana a la escena urbana más propia de Madrid o Barcelona, y que además ofrecen forfri para todo Bilbao. Vaya, que la ciudad es parte del BBK Live, y están todos invitados. 
A nivel programación, destacamos la intención por trabajar una línea más madura de cartel, que si bien resulta arriesgada a veces (Albert Plá haciendo rumbas), sabe entender a la perfección los sonidos generacionales de su público. Y es que este no es un festival que se plantee como esencialmente joven, y que sabe que su consumidor mayoritario se encuentra en la treintena de edad. Pero el conocimiento de esa baza es lo que permite alejarse de la persecución de lo comercial, es decir, de perseguir a las Dua Lipa, Manuel Turizo o Saiko de turno. Y ojo, nos encantan. Pero en un país como este, donde se organizan 321 festivales de música (buscad el dato, es real) quizá ser consistente y buscar la diferencia sea la estrategia más sólida.
No por ello no hubo lugar también para Ralphie Choo, a pesar de algún problema técnico, o para Overmono o Ezra Collective. Pero si preguntas por el camping, sin duda Massive Attack y su político show con mensajes en euskera va a salir como favorito de entre el público. Nosotros nos enamoramos duro de Grace Jones, que se cambió de outfit ¿cinco? ¿seis? veces en el escenario, trasladándonos al instante a la escena Vogue del Nueva York de los 90. También estuvo quince minutos dándole vueltas a un hula hoop, y lanzó una copa de vino al escenario. Icónica se nace, eso está claro, y esperamos que viva muchos años más para dar shows como este. Volver a ver a una leyenda viva como ella con setenta y seis años haciendo pole dance en una barandilla no pasa todos los días. En resumen: volveremos.
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