“Después de Autodefensa, he vivido mucho el hecho de pensar que todo lo que haré a partir de ahora tiene que estar, como mínimo, a ese nivel”. Esta es solo una de las muchas reflexiones que sacamos de esta entrevista. Berta Prieto se ha hecho un lugar destacado en la dramaturgia contemporánea catalana y reaparece como autora y dramaturga en Del fandom al troleig, una sátira del bla bla bla, una obra que, entre muchas cosas, habla de cómo dejar de sufrir. Pista: no se puede. La tenéis en la sala Beckett, en Barcelona, hasta el 8 de diciembre. No te la querrás perder.
¿Cómo es hacer teatro en Catalunya? ¿Qué pasa con las nuevas voces y las nuevas poéticas? ¿Desde dónde nacen las obras? ¿Eres creativa si estás feliz, o tienes que estar mal para serlo? Hablar con Berta es salir de la comodidad, es situarse en una posición crítica y es acabar la conversación con más preguntas pendientes a resolver. ¿Soy realmente PAS (Persona Altamente Sensible)? Toda la vida pensando que lo era, leyendo y estudiando sobre el tema y resulta que puede ser una cosa generacional; todos somos especiales. Igual lo importante es aceptar que sufriríamos de otro modo si no fuéramos quiénes somos. Esto es solo un poco de la conversación, y ella misma nos da muchas de las respuestas.
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Hola, Berta, ¿cómo estás?
Ahora mismo estoy muy agobiada, pero estoy bien. Ha sido un proceso muy intenso. Muy contenta pero también muy nerviosa.
¿Vienes de hacer un ensayo?
Sí, ahora ya estamos comprobando cosas técnicas y de escenografía que tenemos que cuadrar con las actrices. Es la parte que, cuando estás ensayando, dices, aquí pasará esto. Pues ahora tiene que pasar.
Vuelves a la Beckett con Del fandom al troleig. Una sàtira del bla bla bla después de haber hecho Fuck your modern family (o todo sobre mi abuela) (2019) y Derecho a pataleta (2023). Esta vez, sin tu pareja artística, Lola Rosales. ¿Cómo has vivido el proceso de dirección de forma individual?
Lola ha hecho de ayudante de dirección en este espectáculo y creo que sin ella habría sido muy diferente, no lo habría podido hacer. Tampoco siento que lo haya hecho sola, simplemente los roles se han readaptado un poco en este espectáculo.
Lola ha sido superimportante en este proyecto y ha sido muy generosa porque siempre habíamos trabajado juntas y lo habíamos firmado todo las dos, y dice mucho de ella y de su manera de hacer que ahora también pueda coger este rol y que haya sido la mejor.
Entonces, ¿no sientes que haya habido un divorcio artístico?
Para nada. Este proyecto nace porque nos encargaron a cada una un texto por separado en Temporada Alta. Escribí este texto, me moló y lo moví. Con Lola nos entendemos en muchas cosas, pero hay otras muchas que no. Es muy saludable poder tener proyectos por separado y otros juntas.
Claramente hay temas o proyectos que cien por cien los tenemos que codirigir, y hay otros que quizás prefiero hacer sola porque es una cosa más mía; es como una relación. Nada de divorcio artístico, al contrario. Tenemos mucha suerte de habernos conocido porque no es tan común encontrar alguien con quien trabajar.
En este proyecto también está Belén, que para mí es muy importante en todos los proyectos. Son mi familia artística. El otro día estábamos las tres tomando una cerveza y salió Toni Casares, el director de la Sala Beckett, y me dijo, tú sin ellas no eres nada. Y yo dije, ya, no soy nada, claramente no.
“Estoy muy en contra de esta falsa utopía de la asamblea de que todos hacemos de todo entre todos. Acaba siendo una lucha de egos y se pierde más tiempo gestionando que trabajando o haciendo algo artístico.” 
Esto también se extrapola en todas las situaciones. Muchas veces no somos nada sin nuestras amigas. Siento que hay una parte de mí que falta, ¿sabes?
Lo he pensado mucho en este proceso. Tenía muchas ganas de hacer algo sola, mi obra, un poco ego trip mío, soy bastante ególatra. No a malas, sino como una cosa que quería hacer. Sin Lola no lo hubiera conseguido. No quiere decir que yo no sea válida, quiere decir que la necesito. No le quito importancia a la necesidad de autoría porque para mí es una cosa importante y se tiene que decir. Es guay tener ambición, pero creo que muchas veces se confunde la necesidad de equipo con una carencia de valía por tu parte.
Estoy muy en contra de esta falsa utopía de la asamblea de que todos hacemos de todo entre todos. Acaba siendo una lucha de egos y se pierde más tiempo gestionando que trabajando o haciendo algo artístico. Se puede trabajar con curas, con respeto y que todo el mundo se sienta bien en una jerarquía. Lo que hace la jerarquía es que todo el mundo haga muy bien su parte y haya todavía más sensación de colectivo.
Una cosa muy buena que tiene el teatro es que hay muchas tareas que hacer. La sensación máxima de colectivo es cuando estrenas la obra y dices, esto lo hemos hecho entre todos. No que todos hemos intentado ocupar el lugar de todos por una vanidad y un ego de tener una autoría colectiva y al final hemos acabado hartos los unos de los otros. A la hora de trabajar con gente que con la que llevas tiempo haciéndolo son cosas a tener en cuenta: quiero trabajar contigo porque yo sé que tú eres muy buena haciendo esto, yo soy muy buena haciendo lo otro y juntas todavía somos mejores.
En un capítulo de La turra de Alba Riera habláis sobre el cine catalán y comentáis diferentes artistas que podrían o no podrían hacer este tipo de cine y, por otro lado, películas catalanas que podrían pasar en cualquier parte del mundo y otras que solo se entienden desde un contexto local. En este sentido, ¿cómo ves Del fandom al troleig?
Creo que es una función que encaja mucho en Barcelona; en Catalunya en general, no. Es una función de ciudad, hay algo muy urbanita en la obra. Muchos de los conflictos que se plantean están relacionados con la vida en la ciudad y cómo son sus condiciones materiales. Los espacios y los tipos de personajes que plantea son muy de Barcelona.
La obra nos presenta a Paula Miró, una ciberactivista que empieza una transición hacia la estupidez personal. Con el objetivo de dejar de sufrir, cuanto más tonta mejor. ¿Nos puedes explicar más cosas sobre la obra?
Es muy difícil de explicar porque estoy muy dentro y es complicado coger perspectiva, en general siempre pasa. Pero esta obra es muy densa, el otro día lo decíamos en la rueda de prensa. Entre muchos temas, habla de la narrativa y de cómo explicamos las historias. Es importante destacar que es una obra bastante collage, pues se construye por acumulación tanto de la propia puesta en escena como a nivel dramatúrgico, como las actrices, que hacen muchos personajes, y esto hace que cada parte de la obra tenga un tono diferente.
Habla mucho del overthinking, esta palabra que se ha usado mucho porque es en inglés, suena joven y se piensa que la gente comprará entradas (risas), pero en el fondo lo que se quiere decir con esto es que es una obra que habla mucho del exceso.
Podemos decir que haces autoficción.
Depende, este proyecto tampoco es muy autoficción.
¿Qué hay de realidad y de ficción, entonces?
Este proyecto no es tan autoficción en el sentido literal de coger experiencias mías y dramatizarlas. Es una historia que me he inventado de una tía a quien le pasa una cosa muy loca, y a partir de aquí nos vamos a otros sitios. Lo que estoy intentando ahora, o lo que me está pasando ahora, es que la autoficción la encuentro más en la voluntad de siempre decir lo que pienso, de una forma más o menos evidente, en mis espectáculos, en los artículos o en las cosas que hago.
Del fandom al troleig es una cosa más autoral. Si has visto otras cosas mías puedes reconocer mi voz, pero no es autoficción en ningún caso. Esto me mola mucho, estoy muy contenta de haber hecho una historia de ficción.
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¿Necesitabas alejarte?
No exactamente. A priori siempre hablas de ti misma, pero como lo escribí hace dos años y ha ido pasando por tantos estados, le he dado cada vez más capas. Sigue hablando de mí y es una obra muy yo y me siento muy identificada con la pieza, pero estoy muy contenta de haberla alejado de mis experiencias. No tanto por una cosa de necesidad o no, sino porque todavía tiene más capas y se hace más grande, habla de más cosas. He dado un paso hacia adelante de maduración. Derecho a pataleta es una obra que me encanta, pero responde a un momento mucho más adolescente, y ahora no estoy en ese punto.
¿Qué cambios ves de ese momento adolescente a ahora?
Derecho a pataleta es una obra que hice con Lola, la escribí y la dirigí con ella, por lo tanto es un espectáculo de las dos. Veo muchos cambios no solo por la edad, sino porque esta obra es solo yo, y la otra es nuestro mundo juntas. Esta no es tan autorreferencial, no apela tanto a un universo dosmilero, que estoy harta de que la gente haga esto. Uno de los objetivos de esta función era que los referentes estéticos no fueran el Club Super3. Que está muy bien, yo también he escuchado Macedònia, pero creo que nos estamos volviendo locos. No puede ser que toda la gente que hace música, su referente sea Hannah Montana. Esto no sé si es porque no tenemos más referentes o qué.
Igual es una moda temporal.
A mí me parece preocupante. Tengo veintiséis años y hay chavalas de mi edad o más mayores que hacen música como si fueran las Macedònia, que era el grupo de música que yo escuchaba cuando tenía diez años. Al principio parecía que molaba, pero ahora mismo es muy importante que maduremos artísticamente como generación porque sino nuestra obra será la copia de la copia de la copia, y no nos estamos esforzando nada en crear poéticas nuevas. Esto, por ejemplo, era fundamental en Del fandom al troleig.
¿Cuáles son tus referentes?
De teatro, mis referentes de Catalunya son Nao Albet y Marcel Borràs. Son los mejores y me encanta todo lo que hacen. También me pasa que no tengo muchos referentes, pero cuando hago las cosas siempre tengo referencias muy claras, en plan, este personaje es Isa Calderón, ¿sabes? (Risas)
En esta obra en concreto hay muchos referentes de tono del mundo del cine y personajes más mediáticos del mundo de la comunicación. Por ejemplo, en la primera parte había la idea de hacer una parodia de Girls. Luego hay una escena que dijimos, vamos a gas en hacer algo como Pina Bausch o Angélica Liddell. No necesariamente son mis referentes, pero como hay tantos tonos, ha sido importante explorar qué pasa si reventamos el espacio común hasta que se acaba deconstruyendo por sí mismo.
Era muy referente en cuanto a la temática el libro de Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh, y la película Sick of Myself, de Kristoffer Borgli. También muchos musicales para una parte concreta. Hemos hablado mucho de Matilda, pues hay algo muy de cuento.
“Es muy importante que maduremos artísticamente como generación porque sino nuestra obra será la copia de la copia de la copia, y no nos estamos esforzando nada en crear poéticas nuevas.”
Siempre hay este debate; si fuera tonta, sufriría menos. ¿De dónde nace Del fandom al troleig? ¿En qué punto te encontrabas y te encuentras como para hacer esta obra?
Nace de este pensamiento interno de, madre mía, esto me pasa porque le doy muchas vueltas a las cosas. Viene de un sitio de agobio, de estrés con el trabajo, con la exposición y de esta cosa de querer estar siempre a la altura. Lo que me gusta de la obra es que este pensamiento nunca va en serio. Quiero decir, me gusta escribir a partir de una premisa muy loca y hacerla literal, por ejemplo, ¿cómo me haría tonta? Es una manera de hacer algo más poético y salir del naturalismo.
Todo viene de este victimismo, que igual sí es generacional, ese ‘es que soy tan sensible, es que sufro tanto’, y estas cosas de TikTok de ‘cómo saber si eres PAS (Persona Altamente Sensible)’, ‘cómo saber si eres superdotada’. Creo que jugar con la honestidad de decir, yo he sentido esto y, sinceramente, soy una tía muy lista y tengo preocupaciones que no tiene una amiga que no se quiere dedicar a nada que comporte una exposición mediática, o trabajar con sus emociones. Igual así no sufriría tanto pero tendrías otro tipo de sufrimiento.
Lo interesante de esta función es que habla de la idea de anular el sufrimiento. Hoy en día lo podemos modificar todo y ni así somos felices. Es una comedia, es una ironía de todo esto.
Desde la perspectiva de una persona que vive en Barcelona, va al teatro e intenta seguir las novedades que salen, pienso que el panorama teatral está bien (cada vez hay más obras para jóvenes, hay bonificaciones para ir a ciertas salas, etc.). ¿Cómo ves el panorama tú que estás dentro?
Lo veo desolador. A mí me encanta hacer teatro, es la mejor disciplina artística; es tan guay trabajar en equipo, tan creativo… me encanta. No pienso para nada que esté pasado de moda y se pueden hacer cosas muy actuales. Pero lo veo desolador. Voy a ver muy pocas cosas; cosas que ya sé que me van a gustar o que hacen amigos míos. Las salas pequeñas tienen un gran problema, que es que no tienen dinero ni para programar ni para producir, y lo que hacen siempre tiene un tono amateur. Lo siento, pero es así. Y siempre hablan de temas muy sociales que, a veces, dan una pereza que te mueres.
Los teatros grandes son una pirámide egipcia. Ahora me he mudado a Sants y cuando paso por Avinguda Paral·lel flipo, está llena de teatros y nunca voy. ¿Qué hacen ahí? No sé, lo veo muy triste, y no solo para la gente joven. Se hacen unas programaciones terribles, muy poco conectadas con las cosas que pasan realmente en la ciudad y a nivel cultural. Siento que estamos en un momento tan bueno culturalmente; a nivel musical se están haciendo un montón de cosas, hay mucha vida en Barcelona, y el teatro siempre es una cosa aparte, está estancada. Si intentas innovar es una lucha muy bestia.
¿Qué te gustaría ver en el teatro o qué crees que falta?
Más ideas. Lo que siento que es mi profesión es escribir, ser dramaturga, y lo que veo en el teatro son refritos de refritos: vamos a hablar de los refugiados, del cambio climático, vamos a hacer una obra feminista. O se cogen textos que se han hecho hace mil años. En el teatro faltan voces, ideas genuinas y contemporáneas y gente pensando. Me parece bien que se hagan obras de sucesos reales, pero mi pregunta es, ¿qué quieres decir con esto?
Decidisteis hacer Chinabum Remix (2023) porque ya no os sentíais identificadas con todo lo que se explicaba en la primera versión. Ahora hace dos años que salió Autodefensa. ¿La recuerdas y continúas pensando que eres tú haciendo de ti? ¿Cómo ves a la Berta de ese momento desde la perspectiva actual?
Chinabum es la mejor obra que hemos hecho nunca. Decidimos volver a hacerla porque nos lo pidió la Gleva y ya éramos mayorcitas para decir según qué cosas. En Autodefensa sé que soy yo, es mi voz, son mis ideas. Me encanta Autodefensa, es lo mejor del mundo, pero retratamos un momento muy concreto de mi vida. Ahora sería imposible que decidiera hacerla (risas).
¿Por qué?
He cambiado mucho. Era un momento de mucho desorden, salíamos de la pandemia, íbamos de fiesta cada fin de semana, vivía en un piso con cuatro personas, no tenía mucho trabajo. Ahora estoy en otro punto. No reniego de nada pero claramente evolucionamos y ya no soy eso. Está muy bién que sea así, sería problemático que siguiera yendo a Apolo y decir, oh, estoy loca (risas).
Autodefensa explora la identidad de las protagonistas y rompen las normas para buscar su voz sin miedo al juicio. Es ir a encontrar y a mostrar vuestra verdad. En Del fandom al troleig, la protagonista elige rechazarse y volverse tonta para evitar el sufrimiento. ¿Hay una conexión entre estos dos intentos, uno hacia la autenticidad y otro hacia la estupidez?
Soy una persona muy radical, siempre pienso en la dicotomía de felicidad o muerte. Todo parte del mismo sitio: la insatisfacción y de qué manera radical surfeas ese vacío. Puede ser desde un sincericidio como Autodefensa, una manera más punky, más expuesta. También puede ser desde la negativa del hasta aquí, antes de que me mate esta pena me mato yo, que sería un poco Del fandom al troleig.
Dicho así es muy radical, pero todo viene de una necesidad de romperlo todo, de una rabia. Me identifico mucho con este sentimiento. El estar enfadada, el estar incómoda en la vida, es lo que me lleva a hacer cosas. Soy muy vaga, cuando estoy bien no quiero escribir, ni pensar, miro TikTok y ya está. Lo estoy trabajando en terapia porque es un problema, quiero estar bien.
Hay más gente que necesita estar en un momento bajo para poder ser creativo y hacer cosas.
Espero ir cogiendo más oficio y no tener que sacar siempre cosas de mi vida para escribir. El otro día fui a ver The Substance y, entre muchas cosas, habla de que tienes que esperar siete días para volver a ser joven. Pasa un poco esto en la creación: después de hacer algo, necesito grandes periodos de descanso, y en estos últimos años no los he tenido. Me gustaría no desgastarme. También creo que es una utopía y un discurso muy naive esto de ‘para hacer arte no te tienes que volver loco’. Lo queremos todo tan blanqueado, como si ir a ensayar fuera ir a una oficina a hacer de funcionario y no es verdad, pasan cosas mucho más complejas.
Antes de venir me he puesto a leer algunas críticas de Autodefensa y hay algunas más fuertes que otras. A veces el hate genera un muro indestructible o uno completamente frágil. Después de la serie ¿sientes que arrastras alguna de estas dos marcas en tu creatividad?
No. De hecho, ¿sabes qué me pasa? Arrastro mucho las buenas. Me he flipado bastante, me he creído las buenas. Después de Autodefensa he vivido mucho el hecho de pensar que todo lo que haré a partir de ahora tiene que estar, como mínimo, a ese nivel. Ha sido algo que me ha paralizado. No tanto porque me creyera un buen titular, sino más por una cosa global de cómo cambió mi vida.
Ahora me da mucho miedo el inicio de cualquier proceso creativo, lo paso fatal. Antes de empezar a ensayar Del fandom al troleig me pasé el verano llorando porque me daba pánico no saberlo hacer, no saber volver a repetir algo que funcione, y esto creo que es a raíz de Autodefensa.
“Después de Autodefensa he vivido mucho el hecho de pensar que todo lo que haré a partir de ahora tiene que estar, como mínimo, a ese nivel. Ha sido algo que me ha paralizado.”
¿Hay algo que cambiarías del proceso? Autodefensa es una serie que está en una plataforma y esto es una obra de teatro en la sala Beckett; no tienen nada que ver. ¿Hay algo que te hubiera gustado cambiar o gestionar diferente?
Supongo, pero creo que tiene que ver más conmigo, con cómo vivo la idea del perfeccionismo. Esta obra habla de esto también. Tengo muy incrustado que tengo que ser la mejor, no en cualquier cosa sino en lo que a mí me interesa, pero tengo que ser la mejor. Creo que viene más de esta presión y no tanto del éxito de Autodefensa. Es un pensamiento muy egocéntrico porque solo estás pendiente de cómo se te percibe. Igual lo que debería intentar es dejar de darme tanta importancia. Si lo hiciera, estaría más tranquila. A todo el mundo le da igual lo que haga.
Pero, ¿qué tipo de importancia te das?
Si estreno esta obra y va mal, me piro del país (risas). Es broma, no lo haría, pero tengo esta presión. Tampoco creo que sea mala, es la tercera obra que hago, tengo veintiséis años, es el momento de hacer las cosas muy bien y ya me iré relajando cuando funcionen. Pero ahora no tengo por qué tener tanta confianza en mí misma porque tampoco lo he hecho todo.
Hay esta gente que dice ‘no te tienes que presionar’; hombre, pues un poco sí porque han confiado en ti, te han dado una pasta, eres joven y hay mucha gente a quien le gustaría estar haciendo esto. Presiónate un poco.
Totalmente. Hay que trabajar pero creo que hay una cosa de nuestra generación que o nos presionamos hasta desgastarnos o no nos presionamos nada y lo defendemos con un discurso de: esto no me pertenece, no me lo merezco, esto no es para mí.
Totalmente; yo soy la más importante, yo me siento así. Es lo que tú dices. Creo que la gracia está en entender que estrenar una obra es algo que te puede poner nerviosa por mucho que haya hecho otras cosas, y aceptar que estos nervios no hablan únicamente de mí, es una cosa normal. Es un evento canónico. Ahora pienso que no me tendría que haber pasado el verano llorando, pero no me va a volver a pasar.
¿Te has replanteado exponerte en futuras obras y volver a actuar siendo tú?
Me encantaría. Creo que si hiciera de actriz en una obra que no fuera mía tendría que ser de alguien que me guste mucho. Si fuera mía haría de mí misma. No soy muy buena actriz, hago muy bien mi personaje, pero más allá de eso no sé hacer nada (risas).
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Existe un alter ego tuyo.
Hay un alter ego mío que funciona escénicamente. Sé lo que es, sé lo que puede hacer y sé hasta dónde puede llegar, pero más allá de ese alter ego no tengo mucha capacidad interpretativa. Tampoco me interesa mucho.
En tu artículo True-crime y Risketos explicas que, como la cartelera está llena de verdades hechas con buena intención, la crítica cultural es casi inexistente y nadie quiere ofender a nadie. ¿Estás preparada para recibir críticas?
Sí, me da igual. Esto sonará muy de flipada, pero el nivel de crítica de Catalunya es tan terrible que no creo que me ofenda lo que digan en Recomana.cat (risas). A mí me importan las opiniones de la gente que considero válida. Hay críticas que me pueden hacer llorar toda la tarde. Cuando estreno una obra intento pensar que es lo mejor que podía hacer y a mí me encanta. Esta semana es de asegurarme que lo que estoy haciendo me encanta.
Claro que me afecta lo que piense la gente, y más si quiero ser la mejor todo el rato (risas). También tengo la sensación que te tiras un pedo y todo el mundo te lo compra. Si vas al teatro y ves un lenguado, no vas a hacer una crítica porque nadie te ha dado réplica a hacer eso. Creo que es responsabilidad de los creadores ofrecer cosas que tengan cierto valor como para generar un debate.
Es imposible no tener expectativas sobre un proyecto, siempre hay una voz que dice ‘me encantaría que se entendiera de X manera’ u ‘ojalá le guste a mis amigas’. Deseos e ilusiones que son imposibles de no tener. ¿Qué expectativas evocas en esta obra?
Quiero que parezca una obra muy profesional. Hay muchas cosas que tienen que funcionar, que son difíciles y, más allá de lo que yo haya querido decir, quiero que la gente piense ‘wow, profesionalidad’ (risas). Es algo que me gustaría que pasara. Quiero ser profesional en lo que hago porque siento que otros proyectos que tengo, como los artículos de El País, la sección de La Turra y demás, se me pueden dar bien, pero no es mi profesión. El teatro sí lo es, es algo que sé hacer; sé dirigir y escribir una obra de teatro, entonces es el espacio donde quiero ser cada vez más pro.
¿Qué te aporta el teatro que las plataformas no te dan?
El cine también me encanta, tengo muchas ganas de volver al mundo audiovisual. Es mucho más punky. En el teatro dependes mucho de una infraestructura y el proceso es mucho más lento. En el cine hay algo mucho más fresco y puedes ir a rodar en cualquier momento. Me parece más rápido. Entiéndeme, depende de lo que quieras hacer. Es muy guay el teatro, sobre todo desde el punto de dirección y dramaturgia, la experiencia de ver el proceso de principio a fin y entender los procesos creativos.
Me siento muy afortunada de poder trabajar en un teatro, es un espacio sagrado. Belén dice que es la disciplina que a nadie le importa y es la más friki, y creo que tiene toda la razón. Hay algo de resistencia en hacer teatro. El cine es un código más cercano a todo el mundo y en el teatro tienes que esforzarte en encontrar tu poética.
¿Tienes más proyectos entre manos?
Estreno en julio una microópera en el Liceu y ahora estamos con Miguel Ángel Blanca y Victor Diago en la Residència de guions de Serielizados, estamos escribiendo una cosa que, en principio, pasará en un futuro.
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