Gracias a BERSHKA MUSIC Together with DICE, pudimos disfrutar en la Nau del primer concierto de presentación de Algú vol un flam?, el nuevo disco de Bernarda. Un disco que suena a abrazo en una ciudad que abruma, a domingo lento, a amores mediterráneos y paseos donde te replanteas tu puta existencia. Y así se sintió: como si alguien te dijera al oído que estar mal también está bien.
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La sala vibraba en tonos blaugrana, pero nadie tenía prisa por ver el fútbol. Aquí se jugaba otra cosa. Y el concierto empezó con la pregunta: Algú vol un flam? Obviamente, todo el mundo quería escuchar en directo lo nuevo de Bernarda. Lo que nadie esperaba era que apareciera uno de verdad, en un platito, en manos del tecladista, y fuera zampado por una chica de primera fila que se lo gozó en las primeras canciones. Un inicio que marcó el concierto: torpe, tierno y absolutamente libre de pretensiones.
Ahí arriba, sobre el escenario, cada uno a su rollo, pero todos en la misma sintonía. Mientras el bajista se marcaba unos pasos prohibidos y el teclista brillaba con luces noventeras, Edu Pons, al saxo, acompañaba la carismática personalidad de Bernat y su voz desenfadada, en un dúo que nos regaló momentos tan especiales como SadBoy en Bicicleta. Abajo, el público cantaba “qué miedo da la soledad en esta ciudad” sin levantar mucho la voz, entre coros dulces. Una calma que no era falta de emoción, sino otra cosa... como una especie de consuelo colectivo. Como descubrir que no estás solo, incluso rodeado de desconocidos. Tal vez eso es lo que hace este disco, no intenta sacarte del bajón, pero te acompaña dentro de él.
En el setlist también se colaron algunas canciones que ya tienen cierto recorrido, como el temazo Baby te dejo por mí o Plastic, una joyita en catalán con una de esas frases que se te quedan: “Si la vida et pesa, nena, no tinguis pressa.” Temas que, como el resto del repertorio, no vienen a darte un subidón, sino algo así como una caricia al ritmo de un indie cálido. Aunque uno de los momentos más coreados fue Un amor de verano, un tema que te transporta directo a la playa, cerveza en mano, con la brisa en la cara. Como si estuvieras en un anuncio de Estrella Damm de 2010.
El cierre tuvo forma de sobremesa. Los de Ciutat se subieron al escenario para cantar Manzanilla y, de repente, todo se sintió como estar en casa, en una tarde larga con tus amigos. Era casi imposible no sentirse parte de eso. Y es que la canción va justo de eso: de la gente que calma, que te baja las pulsaciones. Suena medio fumada, sí, pero fue así: una despedida perfecta.
Pero justo cuando parecía que todo había acabado, arrancó la segunda parte. Alguien gritó “¡Visca el Barça!” y, con una pantalla improvisada en la Nau, empezó el Clásico. Madrid, id calentando, que el 10 de mayo los tendréis en casa.
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