La cuarta finalista de OT 2020 ha roto con el estigma artístico que se impone a los mal llamados ‘triunfitos’ y enseña al mundo esta nueva etapa musical. Anaju se lanza a por todas y publica Rayo, un álbum lleno de misticismo y sentimiento, donde utiliza sus propias vivencias relacionadas con lo religioso y espiritual como hilo conductor.
Picaresca y experimental, la alcañizana nos revela sus inquietudes con Mal de ojo, con su amada gatita negra recién adoptada como inspiración y los pensamientos e interpretaciones simbólicas ligadas a estos animales sagrados. Y como bien se dice, después de la oscuridad viene la luz. La artista nos desvela su versión más pasional y enamoradiza con Besar el santo. Una canción rítmica que fluye por sí sola y nos sube la serotonina con las palmas y el juego de miradas en su videoclip.
Once canciones con una sensibilidad pura, unidas por un mismo concepto y que nos recuerdan con ciertos toques a C. Tangana, Rosalía o Billie Eilish, tres referentes clave en su obra. Un rompecabezas de sensaciones infinitas que su cerebro ha sabido plasmar a la perfección, en colaboración con Maximiliano Calvo y Menend.
Con certeza, Rayo no se define con una sola palabra. Diría que es un camino melancólico en la búsqueda de su propio ser. Un recorrido de sonidos contemporáneos donde Anaju juega con varios estilos musicales. Desde guitarras españolas con aires del flamenco, melodías pop, dark sounds o hasta toques raveros aparecen en este viaje.
Y como no, trabajado hasta el último detalle, La última cena es a propósito, el track de cierre del álbum. Acelera y frena constantemente con un poderío exquisito. Y sabiendo que ya trabaja en los directos de presentación, queremos verla ya de vuelta a los escenarios para admirar la flamante estética estrenada y su voz más pulcra.
Track favorito: La última cena