Con gafas de sol y una capa blanca, Anaju se subía al escenario para dar, frente a todos, su propia misa; o lo que es lo mismo, se subía a las tablas para presentar en directo el nacimiento de Rayo, su primer álbum de estudio. Y aunque ya nos avisó que el show “iba a ser toda una experiencia religiosa”, podemos corroborar de antemano que cumplió con sus expectativas. Entre palmas, beats y ritmos flamencos, Anaju se hacía con la Sala Clamores de Madrid y llevaba el misticismo a la pista de baile para convertirla en su propio santuario.
Una luz, entre roja y azul, fue más que suficiente para ambientar el escenario del intimismo que tanto caracteriza al disco. Anaju daba paso al show con Rota, el single piloto que nacía en la academia de OT allá por el 2020. Nada más terminar de cantarlo salió del escenario para reaparecer sin la túnica. Se acaba el preámbulo. ¿Estamos ante una misa o ante un renacer? Eso ahora no importa, Anaju lo tiene todo bajo control.
La artista saludaba a un público de Madrid bastante variado; peña que acudía desde Mallorca, Cuba e incluso Alemania. Fans incondicionales que no dudaron en venir para presenciar la misa de su ídolo. También se hallaban caras conocidas entre los presentes, como Alba Reche o Samantha Gilabert, que no tardaron en vitorear a su amiga. Después, sonaron los temas más esperados del CD, como Agua bendita, Maldición gitana o 4 Angelitos, mientras Anaju los bailaba sensualmente y subrayaba ser la main character de la sala. Sonidos que no eran más que un reflejo acústico se su talento como compositora y de su buen gusto para el flamenco fusión.
“Ha sido una etapa de búsqueda, curiosidad y juego; no me identifico con un género puro, así que escucho y mezclo. Los referentes pueden variar de Perfume Genius a Lole y Manuel, de M83 a cantos gregorianos, de Bon Iver a Lola Flores”, nos contaba. ¿Por qué encasillarse? Sus temardos beben de extremos y te tienen como en una montaña rusa, del lagrimeo a la efusividad. Y ella canalizaba dichos temas con movimientos de cabeza que dejaban a la vista su presencia escénica.
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Además, no solo contó con su banda, Steve y Pau (sus soportes). También tuvo invitados en la misa (que no en la mesa), como Yadam y Gomz. Dos duetos de voces aterciopeladas que resonaban en la Clamores mientras que un silencio sepulcral se hacía entre el público: querían dejarse deleitar.
Al finalizar cada tema, la aragonesa se paraba a charlotear (no le gusta el palique ni nada). Ella conoce a su público y su público la conoce a ella. A los que la gritaban sirviendo ella les respondía con un amorch, y a posteriori terminaba la frase con un: y punch. Anaju (graduada en Cuntología en la Universidad de Servington) está al tanto de la jerga y sabe cómo meterla en todo momento. Además, hizo alusión a una reflexión de Zahara que decía algo así: “No hace falta ser la mejor teclista, ni ser la mejor guitarrista, para tocar un instrumento”. Posteriormente advertía de que si había teclistas profesionales entre los presentes, mejor que salieran de la sala. Con humor ante todo.
El tramo final estaba llegando. Sonaban temas como El último bocado a probar o Virgencita, que nos tenían dando palmas (en los dos sentidos). Anaju se veía pletórica en su primer concierto. Y nos confesaba que había disfrutado como una niña y también reconocía “haber aprendido a sentir los nervios como un empujón de adrenalina”, sin miedo a nada y con ganas de todo.
Conclusión: Anaju es toda una artista. Tiene talento natural para hilar temas entre sí, oído para componer y sobre todo una presencia que no se entrena, se tiene. Hay gente que nace con ella y ella es un ejemplo. Y es que, si mantienes la mirada intacta de cientos de personas que te contemplan sin pestañear es qué lo estás haciendo bien.
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