El rostro de Álvaro resulta familiar para quienes siguen de cerca la ficción española contemporánea. Desde sus primeros papeles en televisión, su carrera ha ido tomando forma con calma, sin grandes fuegos artificiales pero con pasos firmes. Ha trabajado en distintas producciones, explorando géneros y personajes con una mezcla de intuición y disciplina. Aunque muchos lo conocieron a través de las redes sociales, donde su presencia fue especialmente visible en sus inicios, lo cierto es que Álvaro ha preferido, con el tiempo, desmarcarse de la etiqueta de influencer para construir un recorrido más personal y coherente con sus intereses.
Entrevista extraída de ACERO vol. 11, publicada en julio de 2025. Hazte con tu copia aquí.
Mel no se conforma con una única vía de expresión. Le interesa el arte en sus múltiples formas: la pintura, la música, la fotografía, el vídeo. Y aunque su carrera actoral ocupa un lugar central, hay en él una pulsión constante por probar, por aprender, por ver hasta dónde puede llegar con las herramientas que tiene a mano. Todo parte de una curiosidad genuina, de una necesidad de hacer cosas, de no quedarse quieto. Sus procesos creativos suelen nacer desde lugares poco planificados: del aburrimiento, de la observación o simplemente de las ganas de experimentar.
En los últimos años, ha comenzado a compartir algunas de sus pinturas en redes, con una actitud casi lúdica, sin grandes expectativas ni estrategias. Su relación con lo visual, con el color y la composición, se ha ido haciendo más sólida, aunque todavía se encuentra en una fase de búsqueda. Algo similar ocurre con la música: tras haber pinchado durante una época en discotecas para pagarse los estudios, hoy mantiene un respeto profundo por el oficio y lo vive como una afición que cuida en privado.
En esta conversación, Álvaro repasa sus inquietudes creativas, sus dudas, su forma de trabajar y de entender el oficio. Lejos de discursos prefabricados, habla desde un lugar honesto, con los pies en el suelo y sin querer aparentar más de lo que es. No busca respuestas definitivas, pero sí mantenerse en movimiento.

¿Me oyes bien?
¡Sí! ¿Qué tal estás, Juanito?
Oye, me encanta el cuadro que tienes detrás. Parece la difuminación de un atardecer. Transmite mucha calma.
¡Es uno de mis cuadros! Estoy pintando mucho ahora. Me gustaría abrir una web con una colección de unos quince cuadros. En casa tengo este que mencionas y otro más pequeño. Bueno, y otros tres más, con nubes y eso.
¿Estás ahora en tu casa?
Sí, vivo aquí con Ana.
¿Cuándo empezaste a pintar?
Hace un año, más o menos. Empecé a pintar el nueve de agosto, justo ese día.
¿Y cómo recuerdas ese momento?
Con curiosidad, diría. Pensé: vale, tengo los medios. Bueno, no los tenía, pero podía conseguir lo necesario para hacer algo muy amateur. Así que fui a un bazar, compré un lienzo pequeño, pintura acrílica, pinceles, cinta y todo eso, y empecé con estos cuadritos pequeñitos. Y me dije: si puedo hacer esto, puedo hacer algo más. Así que luego ya me lancé con uno de un metro por un metro.
¿Y por qué te picó de repente eso de la pintura?
Porque siempre me ha llamado la atención. La pintura tiene dos vertientes para mí. Por un lado, la parte más arquitectónica, que siempre me ha llevado a dibujar cubos, formas lineales, cosas simples. Y por otro, el lado más artístico, el de experimentar con colores, luces, sombras… Es como un reto. Con carboncillo, lápiz o boli me gusta dibujar de forma más sucia, más libre. Pero con el acrílico, que es mucho más complicado y engorroso, intento hacer todo más limpio. Ahí es donde entra mi parte perfeccionista: me pongo y hasta que no lo dejo perfecto, no paro. De hecho, a veces tiro lienzos o los destruyo si no me salen como quiero.
¿Te consideras una persona perfeccionista?
Sí, y pintando lo noto mucho, porque es como un duelo conmigo mismo. No me permito dejarlo pasar. Es como decir: vale, ¿eres perfeccionista? Pues apechuga y hazlo bien. Y creo que siempre intento hacerlo lo mejor que puedo. A veces me frustra, porque no siempre me sale perfecto, pero lo intento.
¿Pero no es una putada ser perfeccionista, teniendo en cuenta que pintar no es una ciencia exacta?
Ya, es una putada. Pero aun así busco conseguir ciertas cosas en cada cuadro. Parto de que la perspectiva esté bien, que las líneas encajen, que todo tenga una textura uniforme… Si logro eso, siento que ya he alcanzado un cierto grado de perfección.
Por ejemplo, el cuadro que está a tu espalda, el que me recuerda a un amanecer, ¿qué buscabas cuando lo pintaste?
En este, nada en concreto al principio. Atravesar los tonos del morado al amarillo, como un atardecer, sí. Es algo libre, experimental. Fue la primera vez que probé con este tipo de cuadros. De hecho, este lo he hecho tres veces. El primero no me gustó cómo quedó, así que lo destruí. Luego volví a intentarlo y a intentarlo de nuevo hasta que acabé haciendo el que estás viendo ahora mismo colgado en mi salón.
He podido ver otros de tus cuadros y hay cierta predilección por las figuras geométricas.
Creo que dicen mucho de mí. Soy muy cuadriculado, muy… no me sale la palabra, muy perfeccionista, muy coherente. Me gusta que haya lógica en lo que hago. Y también arrastro esa inclinación desde que estudié arquitectura.
Y tú, que me has dicho que compartes casa, ¿eres de esas personas maniáticas con el orden? En plan: esto va aquí, no dejes el vaso en el fregadero, esto se limpia así…
La convivencia se basa en conocer al otro y saber dar espacio. Yo me considero una persona muy limpia y ordenada, pero también respeto que la persona con la que vivo no tiene por qué ser igual que yo. Puede entender el orden de otra manera, tener otras prioridades o hacer las cosas a otro ritmo. Pero si se puede convivir en paz, yo soy bastante permisivo y abierto.
¿No crees que el perfeccionismo denota cierto afán por controlar lo que sucede a nuestro alrededor?
Yo sufro ansiedad muchas veces, y creo que en parte viene de eso, de querer tenerlo todo bajo control. No tanto lo que pasa a mi alrededor, sino lo que me afecta a mí directamente. No afronto las cosas desde la imposición, no soy de imponer nada a los demás. Pero sí me gusta tenerlo todo bastante medido, como si hiciera un control de daños previo ante cualquier cosa que pudiera pasar. También me dejo llevar, ¿eh? No soy una persona cuadriculada ni aburrida que lo tenga todo calculado. Pero sí necesito saber, al menos, qué podría pasar. Estoy intentando soltarme un poco de eso, vivir más al día, con menos preocupaciones… porque muchas me las he inventado yo mismo y solo existen en mi cabeza. No es fácil, porque requiere trabajo. Y más teniendo ansiedad social, que para este trabajo y este tipo de situaciones no ayuda precisamente. Pero voy tirando, y sigo trabajando en ello, claro.
¿Cómo se compagina la ansiedad social con un camino profesional tan expuesto a opiniones ajenas?
Pues realmente, intento que esas opiniones me afecten lo menos posible, aunque siempre están ahí. Pero mi ansiedad social está más relacionada con los eventos a los que tengo que asistir o con tener que interactuar con gente que no conozco de verdad, gente que solo conozco por trabajar en este mundillo. Muchas veces noto que hay personas muy falsas, con mucha fachada capaces de criticar a gente que está literalmente en el mismo evento que ellos. Esas cosas no puedo soportarlas. Y a veces toca jugar a aparentar, a encajar, y eso no me gusta nada. Intento salirme de ahí siempre. Asisto a los eventos a los que tengo que ir, o a los que me interesan por trabajo o por amigos. Pero más allá de eso, intento evitar el juego este de quién es el gallo más vistoso del corral. Aparentar por aparentar me aburre y me da muchísima pereza. De hecho, me deja mal cuerpo. O sea, al día siguiente me levanto agotado de haber estado con gente, sin saber si tenía que saludar o no, sin saber de qué hablar, por miedo a que salga un tema incómodo o forzado. Creo que en estos contextos hay que jugar un papel, y a mí no me gusta ese juego.
Y antes de un evento, ¿cómo te sientes?
Esto pasa mucho: creo que hay gente que, al ir a un evento, siente que es la protagonista. Entonces se pone su mejor outfit, su mejor cara, como si todo el mundo fuera a estar pendiente de ella. Pero no es así. Yo, cuando no es un evento mío —como la première de un proyecto, o cuando presenté lo del Corte Inglés hace un par de años—, intento pasar lo más desapercibido posible. Me gusta arropar lo que se está haciendo e ir en consonancia con eso. Si voy a la première de alguien o a una listening party, quiero que la persona protagonista sea quien está ahí presentando su proyecto, su arte. A veces sí hago un ‘miradme qué guay’ en lo justo, en lo necesario, como para dar visibilidad y apoyar un poco más con mis canales a esa persona. Pero hasta ahí. Hasta esa línea.
Vivimos un momento en el que todo el mundo parece estar buscando su momento para destacar, para salir en la foto.
A mí me han echado la bronca muchas veces por no querer hacer un photocall. En plan: “Esto te interesa, esto nos interesa…”. Pero a mí no me interesa para nada. Que yo salga en un photocall actualmente le da un poco igual a la gente. Igual que han visto mi foto, han visto otras quinientas. Así que paso. No lo hago.
Hoy en día hay mucha imagen pero creo que también hay gente que prefiere que su trabajo hable por sí solo.
Claro, entiendo los dos puntos, pero yo soy más partidario del último. No quiero tener que estar diciendo, oye, si habláis de mí, hablad de mi trabajo. Por ejemplo, te cuento lo de la pintura porque me interesa compartirlo, pero me gusta que el trabajo hable por mí en un 90%, y que ese otro 10% sirva para explicarte qué es, cómo lo he hecho, cómo me he sentido haciéndolo. Si te estoy enseñando mi trabajo, es porque quiero que pongamos el foco en eso, en lo que se ha creado. Creo que eso es lo realmente interesante. Otra cosa es que hagamos una entrevista y hablemos de cómo me siento o de aspectos más personales. Pero si estoy enseñando una obra, quizá solo quiero contextualizar un poco: en qué punto la hice, cómo la desarrollé, qué parte de mí hay ahí. Pero hasta ahí. No busco más protagonismo.
¿De qué manera crees que ha influido tu trayectoria en redes en que ahora prefieras mantenerte en un segundo plano?
Más que en un segundo plano, diría que estoy en un plano más verdadero. Llevo ya diez años en esto, en las redes sociales tal como las entendemos ahora, y he visto de todo. He visto a gente llegar muy alto y también a gente fracasar por el camino. Sé que hay muchas personas con una doble cara, y que la imagen que proyectan en redes no tiene nada que ver con cómo son en realidad. Y ojo, no me parece mal del todo. Creo que está bien tener un personaje, pero si lo tienes, no deberías fundirte con él a nivel personal. Yo también he jugado un poco a eso, para aprender hasta dónde quería mostrar mi vida, hasta dónde involucrar lo personal. Creo que hay cosas que está bien enseñar, pero sin profundizar. No es que lleve las cosas en secreto, simplemente no las convierto en el centro de mi contenido. He visto de todo, y es verdad que ahora me he distanciado más, sobre todo en lo personal. La gente no sabe si esta tarde he ido al médico o si me dolía la barriga, por ejemplo. Y hay gente a la que ese tipo de contenido le funciona, pero yo ya estuve ahí. Ya sé lo que es, y prefiero pasar de eso. Respeto muchos puntos de vista y también critico otros, claro, en mi cabeza. Porque al final, cada uno puede hacer lo que quiera con su perfil. Pero yo ahora mismo estoy cómodo. Igual que si me hubieras preguntado hace dos años, también habría dicho que estaba cómodo, pero porque en ese momento sentía que estaba en un punto en el que me encontraba bien conmigo mismo. Hace dos años compartía otro tipo de contenido, hace cuatro, otro distinto, hace seis, otro, y así hasta hace diez. Así que imagínate todo el recorrido. Y toda esta gente que llega ahora… yo la veo. Sé perfectamente lo que está haciendo, sé cuál es su estrategia. Lo único que te diría es: luego no juegues a ser otra persona.
Si pudieras volver atrás, ¿repetirías el mismo camino?
Supongo que sí, porque en cada momento he hecho lo que he creído que era lo mejor, y nunca me he arrepentido de haber hecho algo. Quizás, lo único que cambiaría sería un momento en el que estuve con alguien que me empujaba un poco más a mostrar mi vida personal. Esa parte, sinceramente, me la habría ahorrado.
¿No crees que muchas veces tendemos a encasillar el talento y a no dejar que un actor haga otra cosa que no sea actuar, o un cantante, cantar?
Yo creo que en eso me salvo un poco, porque desde el principio he ido mostrando varias facetas. Siempre he estado muy vinculado a la música, al arte, a la interpretación... Es verdad que no empecé directamente por la actuación, pero me fui metiendo poco a poco y creo que, con el tiempo, me he ido ganando un sitio. Porque he demostrado que soy profesional, que trabajo, que me esfuerzo. Y ya llevo, no sé, ocho años trabajando en esto. Me queda mucho por aprender, claro, y soy un enano aún, como quien dice. Pero creo que he ido construyendo mi hueco. Es cierto que puede parecer raro cuando alguien que sube un tipo de contenido muy concreto, de repente cambia. Si haces contenido de coches y empiezas a subir recetas de cocina, pues sí, choca un poco. Pero si hay una coherencia en tu camino, creo que es totalmente válido. En mi caso, siempre he compartido cosas relacionadas con el arte, con lo que me gusta. Así que, ¿qué tiene de malo que también lo haga yo? Además, aprovechar el público que uno tiene por una cosa para enseñarle otra tampoco me parece mal. Al fin y al cabo, es tu público.
Es un poco putada formar parte de esta generación a la que parece que se nos exige tener una presencia obligatoria en redes.
Si hablo como actor, sí, creo que lo es. En cierto modo, se ha perdido parte del respeto hacia las obras audiovisuales o hacia el arte en general. Da la sensación de que ahora todo vale y todo está bien. Pero claro, ¿quién soy yo para juzgar? Al final, yo también he hecho cosas que a otros les pueden parecer una soberana mierda. Por otro lado, también pienso que soy muy afortunado. Me están pagando un dineral por subir una publicidad, que al final no deja de ser una foto en una red social. Así que estamos en una especie de limbo. Por un lado, me gusta haber nacido en esta generación, creo que tenemos bastante poder como colectivo para cambiar las cosas, al menos en ciertos ámbitos. Ahora, desde el lugar del artista, es verdad que ese escaparate que tenemos hoy es un arma de doble filo. Hay mucha visibilidad, sí, pero también mucha oferta y mucha demanda. Antes el escaparate era más pequeño, y para llegar arriba necesitabas muchísimo talento. Yo creo que, en una generación pasada, probablemente no habría llegado ni a la mitad de lo que he conseguido hasta ahora. Pero no porque yo fuera peor, sino porque todo era mucho más limitado y más lento.
¿Sentiste vértigo al empezar a enseñar tus cuadros en redes?
Me dio vértigo, sí, porque es lo que hablábamos antes: es un tipo de contenido que nunca había compartido asociado a mí directamente. Hubo una época en la que subía bastantes cosas visuales, relacionadas con el arte, cosas que me gustaban, pero esto es diferente. Aun así, no me da vértigo porque esté buscando algo concreto con ello. Me da vértigo el día en que saque la web, porque ahí sí que estoy apostando por vender una colección. Pero incluso así, no es un proyecto en el que haya puesto toda mi energía vital. Es algo personal, que me sale hacer y me apetece compartir. Si tiene buena acogida, genial. Y si no, tampoco pasa nada. Al final, es muy difícil que algo así tenga una mala acogida. No creo que nadie venga a insultarme por estar pintando cuadraditos.
¿De dónde surgen tus inquietudes por el mundo del arte?
En cuanto a la pintura, últimamente tiene más que ver conmigo mismo. Mi inquietud por el arte en general viene de consumir mucho arte, de estar todo el rato viéndolo, pensándolo. Me atrae mucho el arte sobrio, simple. También me interesa mucho el mundo del color, la teoría del color me gusta bastante. Lo de la pintura me nace desde dentro. Es más bien un a ver hasta dónde puedo llegar yo con esto, a ver cuál es mi límite, cómo puedo mejorar esta parte, un proceso muy parecido al que viví con la música, pinchándola. Ha sido bastante autodidacta. Me gusta la música y pensé, a ver cómo puedo disfrutarla de otra manera, mezclándola, perfeccionando cosas, siendo coherente con lo que soy yo. Y con la pintura es igual. Es un arte que me ha atrapado mucho, y sí que tengo un par de referentes, pero no es que los esté copiando ni siguiendo un estilo concreto. Simplemente me inspiran.

Da la sensación de que eres una persona muy inquieta, alguien que no puede estarse quieto.
Totalmente. Si no tengo algo entre manos, me subo por las paredes. Cuando no tengo nada que hacer, intento crear, pero intento hacerlo desde un lugar sano, sin compararme con los demás. Crear desde el aburrimiento, que para mí es lo más honesto. El aburrimiento te obliga a mirar hacia dentro, y desde ahí surgen muchas cosas. Con la música, por ejemplo, me ha pasado eso. Estar aburrido, sacar la mesa de mezclas y ponerme a ver qué puedo hacer. Lo mismo con la pintura: empiezo en el papel, tengo ideas, sueño cosas, y las intento materializar. Igual con lo audiovisual. Cuando no he tenido curro, me he ido por ahí con la cámara, a Salamanca a ver a mi abuela y le he hecho un documental. O cuando me he ido de viaje, he grabado y montado otro. En general voy probando cosas distintas, explorando.
Háblame de la última vez que pinchaste en una fiesta.
Pues la última vez que pinché fue hace unos seis meses, en una sala pequeña. Ahora lo hago más entre amigos, en eventos privados o para grupos reducidos, de unas cien personas. Pero empecé a pinchar un poco por casualidad y también por necesidad, que es como me han llegado muchas cosas. Empecé en Valladolid, cuando estudiaba Arquitectura con diecinueve años. El material que necesitaba en la carrera era muy caro, así que me compré una mesa, empecé a aprender por mi cuenta y me puse a pinchar en discotecas. Así, de casualidad, acabé pinchando en Kerala, que era la discoteca más grande de Castilla y León. Todo eso surgió por necesidad y curiosidad. Luego se acabó el año, no pude seguir pagando la carrera y me vine a Madrid. Aquí seguí pinchando un poco, pero ya no lo necesitaba como antes, porque empecé con el tema de la actuación y tenía otras inquietudes. A día de hoy, podría pinchar en alguna sala o fiesta en Madrid, seguro. Pero tengo tanto respeto por la música que si no voy a hacerlo realmente bien, prefiero no hacerlo. Me gusta más ir a ver a artistas que sí pinchan de verdad, que llevan años en esto y se lo toman en serio. Tengo colegas que pinchan y lo hacen genial, he ido a verlos, pero siento que si no vas a dedicarle el tiempo y la energía que merece, es mejor no subirse a la cabina solo porque queda guay.
Has encabezado la primera serie que dirigió Alejandro Amenábar en toda su carrera. Estoy seguro de que eres alguien que no se achanta y que se tira a la piscina.
Sí, pero fue, como siempre, por curiosidad, por necesidad… y también por coherencia. La historia es la de siempre: hago un casting, me llaman para una segunda prueba y pienso, bueno, ya que he llegado hasta aquí, sigo adelante. Y así, paso a paso. Me pasa igual con las pruebas de química. Da respeto estar ahí, pero si estoy aquí, será por algo, ¿no? Para La fortuna hice diecisiete mil pruebas, en español, en inglés, y al final salió. Y cuando llega el primer día de rodaje piensas, un momento, ¿qué hago yo aquí? Pero luego te dices, vale, estoy aquí porque he trabajado para esto, porque me he esforzado y porque me lo merezco. Y no solo lo pienso yo: lo pensó la directora de casting, lo pensó el director, el productor, el equipo. Quizá haya gente que no lo crea, pero yo sé que voy por buen camino. Y lo único que puedo hacer es dar lo mejor de mí, cada día. Mañana igual, y al siguiente igual. Y así, poco a poco, vas construyendo seis meses de rodaje. Termina ese proyecto y llega otro, y haces lo mismo. Me esfuerzo, aprendo, me comporto con profesionalidad, respeto a mis compañeros y compañeras. Soy un culo inquieto, así que sigo y sigo y sigo. Para mí, esto es una carrera de fondo. No me agobia pensar en la película que haré dentro de un año ni en los tres meses de rodaje que vendrán. Lo que quiero es hacer bien el trabajo de hoy. Es verdad que eso a veces choca con mi personalidad, porque soy de los que quiere tener todo controlado y atado, pero hay cosas que no puedes controlar. Lo único que sí puedes controlar es lo que haces ahora. Si lo de hoy está bien hecho, lo de mañana será mejor. Y eso es lo que he intentado hacer con mi carrera como actor.
¿Has buscado consejo respecto a tu carrera como actor?
Sí. El mejor consejo que me han dado me lo dio Josep Cister, el productor que me escogió para la primera serie que hice. Me dijo: “No hay papel pequeño”. Ese consejo lo tengo enmarcado, lo llevo siempre conmigo. Aparte de eso, he aprendido mucho observando y escuchando. De cada persona con la que he trabajado, de una forma u otra, he aprendido algo. Quizá no de todo el mundo, pero sí intento estar siempre muy atento. No suelo pedir consejo explícitamente, pero hay personas de las que he recibido mucho sin necesidad de pedirlo. Una de ellas es Clarke Peters, con quien trabajé en La fortuna —él hacía de abogado. Me dio consejos muy valiosos, pero también me dejó claro que uno tiene que encontrar su propio camino. Me decía: “Álvaro, yo soy un actor americano. Trabajé con mentores que se habían ido fuera, habían vuelto y me contaban todo lo que sabían. Pero tú tienes que regular tu propia sapiencia”. Y es verdad. En ese momento, yo tenía una edad en la que era incapaz de entender muchas de las cosas que me decían. Yo asentía, decía, claro, claro, sí. Pero no lo procesaba de verdad. Ahora, que Clarke tiene casi setenta años, entiendo perfectamente a qué se refería. Todo cobra sentido porque ya he vivido lo que tenía que vivir para entenderlo. Por eso creo que no es tan fácil pedir consejo en una profesión como esta, que es tan subjetiva y tan volátil. Tienes que vivir, equivocarte, aprender… y tener los ojos bien abiertos y los oídos, aún más. Yo soy una esponja en los rodajes. Y, sobre todo, creo que lo más importante es ser profesional, ser buen compañero y entender que nunca estás por encima de nadie. Da igual que seas el actor protagonista: no estás por encima del meritorio de producción. Al final, formas parte de un equipo, como en todo.
¿Cuál te gustaría que fuese tu próximo paso como actor?
Tengo dos deseos bastante distintos. Por un lado, me encantaría hacer una película o un proyecto muy indie, muy intimista, que me exija mucho a nivel interpretativo, algo que me saque completamente de mi zona de confort. Cine de autor, pequeño, cuidado, algo así. Y, por otro lado, tengo la inquietud contraria: hacer una peli muy comercial, de ciencia ficción, de acción o algo completamente disparatado. Me atraen los dos extremos. Son como dos casillas que me gustaría ir marcando en mi checklist.

Camisa CAMISAS MANOLO, chaqueta y pantalón DIESEL, zapatos HEREU.

Top MSGM.

Camisa CAMISAS MANOLO, chaqueta DIESEL, pantalón MSGM.

Top AAA STUDIO, pantalón DIESEL, zapatillas MSGM.

Camiseta y cardigan DIESEL.

Camisa CAMPERLAB, pantalón LEVI'S.