Me fascina cuando dos series totalmente distintas, pero con sorprendentes puntos en común, conviven de manera indirecta en el panorama televisivo actual. Me refiero a The Morning Show y All’s Fair. Ambas comparten tres ejes fundamentales. El primero es el trabajo. En The Morning Show, los personajes trabajan (o están vinculados) a un programa matinal de una cadena estadounidense. En All’s Fair, sus protagonistas forman parte de un bufete de abogados especializado en divorcios en Los Ángeles. Dos ambientes profesionales completamente diferentes, pero igualmente intensos y marcados por la exposición pública, la presión y los juegos de poder.
El segundo punto en común son sus protagonistas: mujeres fuertes, independientes y tremendamente carismáticas. En The Morning Show, la Alex Levy de Jennifer Aniston y la Bradley Jackson de Reese Witherspoon son el motor narrativo del drama de Apple TV+. A ellas se sumaba Greta Lee, que abandonó la serie a mitad de la cuarta temporada, y Marion Cotillard, cuyo personaje se ha convertido este año en una villana fabulosa y redonda. En All’s Fair, las protagonistas son cuatro mujeres: Kim Kardashian, Niecy Nash, Naomi Watts y Glenn Close, con Sarah Paulson como antagonista. Solo mencionándolas se entiende que ambas ficciones comparten un ADN femenino potentísimo, aunque los vínculos entre ellas no sean siempre tan evidentes.
El tercer punto, quizá el más importante y significativo, es la moda, prácticamente un personaje más que define muy bien el camino que han decidido tomar estas series. En The Morning Show, el estilo se caracteriza por el lujo silencioso: siluetas discretas, colores neutros, tejidos suaves, joyas mínimas y una perfección casi quirúrgica en manicuras, peinados y accesorios. Aunque existan excepciones, como la moda más vanguardista de Greta Lee o el estilo funcional del personaje de Witherspoon, la serie se mueve en un registro elegante, coherente y reconocible. En All’s Fair, en cambio, la moda es extrema, exagerada, casi barroca: Galliano, Dior, Mugler… pero llevados al límite. Un vestuario que abraza el exceso, el brillo y la teatralidad, totalmente opuesto al minimalismo de The Morning Show.
Evidentemente, ambas series se inscriben en el mismo género: el drama con toques de culebrón. Pero cada una ha elegido un camino distinto. The Morning Show ha encontrado un tono muy propio, alejándose de las temporadas centradas en el personaje de Steve Carell para abrazar una narrativa más coral, llena de cliffhangers, giros e historias personales, siempre acompañadas de un contexto político real: el asalto al Capitolio, la guerra de Ucrania, la pandemia. Todo está ahí para dar profundidad a los conflictos íntimos de sus personajes.
All’s Fair, en cambio, avanza a una velocidad vertiginosa. En apenas unos pocos episodios (¡pero vaya episodios!) ocurre de todo, y muy deprisa: divorcios, suicidios, violaciones. Temas serios tratados con un envoltorio rosa, rojo chillón y plateado eléctrico. La serie podría haber sido una heredera adulta de Scream Queens, ese slasher incomprendido pero divertidísimo y luego revalorizado, pero ha preferido tomarse muy en serio a sí misma, sin que su tono camp (excesivo, estridente, casi kitsch) termine de encajar con el dramatismo que intenta transmitir.
El guion de All’s Fair está construido a brochazos gruesos, sin dar aire a las actrices para lucirse. A Kim Kardashian, que demostró unas dotes interpretativas ligeramente prometedoras en la última temporada de American Horror Story: Delicate, aquí el personaje no le permite ir mucho más allá. Incluso Sarah Paulson, probablemente la que mejor entiende su papel (hacer de mala y soltar barbaridades con los mejores looks de la serie) parece fuera de tono. Mientras tanto, en The Morning Show, Aniston y Witherspoon acumulan nominaciones a premios como los Globos de Oro o los Emmy.
También es curioso cómo funciona el público: como dijo Rossy de Palma en una gala de Supervivientes, “el público es soberano, pero también muy cutre”. The Morning Show lleva cuatro temporadas con uno de los repartos más impresionantes de la televisión reciente y, aun así, tiene una repercusión mediática moderada. All’s Fair, desde su estreno, ha generado conversación constante y ha llevado a sus protagonistas de gira promocional por medio mundo.
Pero así es la vida. A veces te apetece salir a cenar a un buen restaurante, con mantel de tela y camareros que te tratan como a una señora, y otras veces te apetece un plato de macarrones con tomate, que, aunque sea de marca blanca, sigue siendo tomate.