La verdad es que hay que estar muy fuera de onda para necesitar leer un contexto sobre Alizzz, pero bueno, por si acaso os comentamos cuatro cositas. Ha hecho colaboraciones con C. Tangana, Amaia y otros tantos, además de ser el productor de los discos más tops de los últimos años. Lleva girando meses y el pasado 10 de febrero sacó Boicot, su último EP que lo está petando con temazos como Pierdo el sentido o himnos como Que pasa nen —un beso al Baix Llobregat, ya que estamos. Por todo esto, el viernes nos congregamos para la presentación de un disco que hizo retumbar Razzmatazz.
Dieron las ocho y media y la sala barcelonesa se iba llenando de chavales y chavalas expectantes. Luces apagadas, tan solo los focos iluminaban el escenario que se llenó en ese instante con Pablopablo, que teloneaba al catalán. En un set que se hizo corto, necesitó únicamente un piano, una guitarra y su voz para hipnotizar al público. Poco a poco la sala se iba llenando y, junto a las últimas notas de Mandela Place, ya vimos cómo estábamos ante el sold out definitivo. El set había terminado, quedaban apenas minutos para que el plato fuerte subiera al escenario, y Razzmatazz vibraba como nunca.
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Las pantallas se encendieron y los músicos tomaban posición. Tras una breve intro, llegaba Alizzz dominando la mítica sala barcelonesa Razzmatazz. El setlist empezó con el sonido sintetizado de Siempre igual con el público a coro repitiendo ese “¿qué vamos a hacer?, ¿qué vamos a hacer?” a lo que siguieron Superficial, del EP que estrena, y el combo Fatal, Salir, Todo me sabe a poco. Un inicio de concierto que, de no ser por quién lo defendía, tal vez podría haber sido algo íntimo. Pero hablamos de Alizzz, de un tío que se presenta con soltura, con la naturalidad de quien ha nacido ya subido a esa tarima de leds que le iluminaban desde abajo; por lo que más que intimismo lo que hubo fue euforia colectiva.
Y si estábamos así al principio, ya os podéis imaginar lo que pasó cuando se lanzó con Amanecer o Disimulao. Le acompañaban vídeos de imágenes con fotografías, bolas de discoteca girando sin parar, cambios de iluminación, aunque dudo que nadie se diera cuenta. Su música es igual que la de su espíritu: vivir el aquí y ahora. Un vistazo al público te decía todo, y es que era difícil no encontrar grupos de colegas, parejas o recién conocidos que no se estuviesen mirando entre sí para decirse aquello de “vamos a brindar porque fuimos los mejores”.
Pasan más canciones, Alizzz va hablando entre ellas, y llega el turno del bombazo de Que pasa nen. Salta, corre por el escenario, dirige al público como si fuese un maldito director de orquesta y oigo a mi lado como alguien dice: “¿cómo puede ser que alguien tenga tantísimo poder?”. Para cuando se marcó un bis con Todo está bien y Ya no siento nada, la pregunta carecía de sentido. Él es el poder.
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