Álex Villazán (Madrid, 1993) es uno de esos intérpretes que han ido forjando su carrera con paso firme, entre la dedicación absoluta al teatro y la curiosidad constante por explorar nuevos registros en cine y televisión. Formado en LaJoven, compañía con la que permaneció ocho años sobre las tablas, ha demostrado desde sus inicios un compromiso férreo con la escena. Su talento pronto se vio reconocido con una nominación a los Premios de la Unión de Actores por su papel en Equus, además de su memorable trabajo en El curioso incidente del perro a medianoche, que lo consolidó como uno de los actores más prometedores de su generación.
Ahora da un salto importante con El refugio atómico, la nueva gran apuesta de Netflix creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato, responsables de La casa de papel. En ella, Villazán se sumerge en un thriller ambientado en un futurista búnker de lujo donde un grupo de privilegiados intenta sobrevivir mientras las tensiones internas se disparan. Con un despliegue técnico sin precedentes en la ficción española, la serie plantea cuestiones incómodas sobre el poder, la desigualdad y la convivencia forzada. Hablamos con Álex sobre su personaje, su trayectoria y sus deseos de futuro.
Las artes marciales han sido un pilar fundamental en tu formación como actor y como persona, ¿qué te han enseñado?
Aportan una gran conciencia corporal y un grado de escucha y de alerta muy alto, así como la acción-reacción de movimientos orgánicos o encontrar tu centro de movimiento para así explorar desde ahí la creación de nuevos personajes.
¿Cómo fue tu paso de las artes marciales al mundo de la interpretación?
Llegó un momento en el que tuve que decidir invertir mi tiempo en la profesión. El teatro exige mucho tiempo y cuidado, haciendo incompatible su convivencia con otros compromisos. El momento clave fue cuando entré en la compañía teatral LaJoven, donde estuve aprendiendo y trabajando sobre las tablas durante ocho años.
Tus papeles en El curioso incidente del perro a medianoche y Equus fueron muy aclamados. ¿Cómo viviste esa evolución?
Siempre con mucha gratitud y respeto hacia la profesión. Recuerdo esos momentos con la ilusión de un niño nervioso que le pilla por sorpresa.
¿Qué encuentras más fascinante del teatro, algo que no puedas hacer en cine o televisión?
El público está ahí, respira contigo, hace las pausas contigo; pero también puede ser que no le guste y también lo percibes. Además, el proceso de ensayos en el teatro suele ser de un mes, más o menos, lo que te da la posibilidad de crear e investigar tanto en la práctica como en la repetición.
¿Te atrae más el drama histórico, el thriller o la ciencia ficción?
Abrazo todos los géneros mientras haya una buena historia detrás.
La serie El refugio atómico se desarrolla en un búnker futurista y de lujo. ¿Cómo descubriste tu personaje?
Lo descubro poco a poco. Antes de empezar tuve una reunión con Jesús Colmenar sobre el proyecto y el personaje, pues mientras rodábamos iban llegando los guiones. Entonces tienes que ir paso a paso con el latir del rodaje sin saber dónde acabará tu personaje.
La estética del búnker es muy cuidada, ¿cómo influyó en tu interpretación?
La estética del búnker está diseñada para generar sensación de seguridad y lujo. Aparte de las dimensiones, el equipo de arte hace un trabajo minucioso, cuidado con mimo y detalle, lo que ayuda muchísimo a contextualizar tu interpretación.
¿Cómo fue trabajar con un elenco amplio y consolidado?
Siempre es un gran placer trabajar con rostros consolidados. Entiendes muchas de las razones por las cuales siguen trabajando, además de su profesionalidad. Pero aprendes de todos, sea cual sea su recorrido. Hemos tenido un grupo muy bueno.
¿Hubo escenas especialmente intensas o desafiantes en los ocho episodios?
Hay momentos de mucho ritmo, muy frenéticos, que al extenderse varias horas pueden ser realmente agotadores. También el calor de los monos en verano te dejaba exhausto.
El búnker se construyó en un set de más de ocho mil metros cuadrados con tecnología avanzada. ¿Qué sensaciones te generó?
Las sensaciones son de estar en una producción de gran calibre, e intentas responder del mismo modo, con la misma profesionalidad.
¿Qué retos profesionales te planteó este proyecto?
Para mí fue un reto hacer un nuevo personaje de una base ya construida en El curioso incidente del perro a medianoche, darle otro carácter, llenarlo de oscuridad e incorporar estereotipos acordes a su personalidad.
¿Qué aprendiste trabajando con Álex Pina, Esther Martínez Lobato y los directores?
Sobre todo la pasión. Son gente apasionada de lo que hace y eso deja una impronta en el trabajo que asumimos del mismo modo.
¿Cómo fue tu proceso para construir tu personaje?
Para mí es imprescindible crear este personaje desde la dignidad y el respeto. Por supuesto, en su momento hice un largo trabajo de investigación que fue muy enriquecedor.
Si tu personaje pudiera hablar contigo fuera del búnker, ¿qué te diría?
Sería bastante indiferente para él, llegaría a él con tacto y respeto.
¿Qué esperas que genere la serie entre el público?
Me gustaría que generase pensamiento crítico sobre los poderosos, que se hiciera preguntas en ese imaginario que le proponemos.
¿Qué proyectos te gustaría explorar próximamente?
Llevo tiempo queriendo hacer un largometraje. Me gustaría descubrir los procesos del cine.
Para acabar, ¿qué mensaje te gustaría que la gente retuviera de ti como actor?
Les animo siempre a que vengan al teatro y a que descubran nuevos lenguajes y convenciones.
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