En un momento donde el brillo de la moda a menudo eclipsa la profundidad del mensaje, Álex Sobrón se mantiene fiel a una visión que trasciende las tendencias. Concebida en su ciudad natal, Palma de Mallorca, desde la escultura, la emoción y el símbolo, su marca de joyería se erige como un proyecto íntimo y radicalmente honesto. Conversar con él es adentrarse en un universo donde lo bello y lo crudo conviven, donde el metal no solo adorna, sino que habla y transmite. Su obra nace de la necesidad —casi visceral— de expresión, de narrar el mundo interior y exterior desde un lugar tan personal como político.
Hoy hablamos con Álex para conocer un poco mejor el origen emocional de su práctica, el peso de su legado familiar, su visión de la industria, y las inspiraciones que le mueven. Desde San Sebastián como figura resignificada hasta los conflictos de crear belleza en tiempos de dificultad, sus palabras reflejan la misma sensibilidad que reside en cada una de sus piezas. Más que un diseñador de joyas, Álex es un artista que se atreve a habitar la contradicción.
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Siempre has estado vinculado a una familia y entorno muy ligados al mundo del arte, la moda y la artesanía, especialmente tu madre y tu abuelo. ¿Sientes que esto ha dictaminado quien eres ahora?
La influencia y el apoyo de mi familia han sido fundamentales e innegables en todo este proceso. Nunca se me impuso seguir un camino creativo, pero desde muy temprano se me animó a explorar el arte como una herramienta para expresarme y descubrirme. No siento que mi destino haya estado marcado de forma deliberada, y mucho menos desde un lugar negativo. Nunca lo he vivido como una carga ni como una expectativa que debía cumplir, sino como un acompañamiento constante, generoso y muy presente.
Admiro profundamente a mi madre y a mi abuelo. Ambos, cada uno a su manera, lograron vivir de su práctica creativa y alcanzar el éxito profesional. La creatividad forma parte de mi ADN, y para mí es tanto un orgullo como una responsabilidad ser la tercera generación de artistas en mi familia.
¿Qué te llevó a escoger la joyería como canal de expresión?
Desde muy pequeño he sentido la necesidad de adornar mi cuerpo y expresarme a través de la ropa y los accesorios. En el instituto, más de una vez tuve problemas con los profesores por romper las normas del uniforme, debido a la gran cantidad de amuletos que llevaba conmigo. Ya en la adolescencia, sentí la necesidad de crear las piezas de joyería que realmente quería usar, pero descubrí que o nadie las hacía, o eran demasiado caras.
Fue entonces cuando Marta Salinas, una amiga de mi madre y también diseñadora, me ofreció un trozo de cera para que pudiera moldear mis primeras piezas. El resultado fueron unos anillos de estilo muy brutalista, con grandes puntas de cuarzo en vertical, muy en la línea de Parts of Four. Ahí empezó todo. Más adelante, y de forma más consciente, comencé a incorporar una narrativa a mi trabajo y a utilizarlo como un medio de expresión personal.
De forma anecdótica, siempre cuento que mi vínculo con la joyería surgió, en parte, como desenlace de una especie de batalla familiar. En casa siempre hubo cierta resistencia a que me dedicara a la moda: mi familia conoce de cerca lo dura e inestable que puede ser esta industria y tenía otros planes para mí. Finalmente, aunque la costura, mi sueño frustrado, quedó en segundo plano, encontré un terreno intermedio entre la moda y el arte a través de la joyería escultórica. Es en ese espacio donde he podido construir una práctica que me representa, sin renunciar a mis inquietudes creativas ni a mis raíces.
¿Cómo fue el primer momento en que alguien fuera de tu círculo cercano llevó una pieza tuya? ¿Qué sentiste?
La primera vez que mis piezas aparecieron en una producción fue por iniciativa propia. Trabajaba como estilista en una sesión para la portada de Numéro Netherlands con Luke Abby como fotógrafo y Manu Ríos como protagonista, y decidí incluir varias piezas de la colección Season II. Lo que no esperaba era que la imagen seleccionada para la portada mostrara como única prenda visible un colgante alargado mío en forma de flor.
Sin embargo, la primera vez que alguien externo me solicitó mis piezas fue la estilista Carolina Galiana, para una sesión fotográfica dirigida por Ana Sting con Nathy Peluso. Ambos momentos los guardo con gran cariño y gratitud, especialmente hacia los estilistas y creativos que han apoyado mi visión desde el inicio de este camino.
“La creatividad forma parte de mi ADN, y para mí es tanto un orgullo como una responsabilidad ser la tercera generación de artistas en mi familia.”
Tu última colección, Sebastià, tiene una carga simbólica muy potente, casi religiosa. ¿Cómo surgió? ¿Qué necesidad personal estabas canalizando en ella?
Abordé la figura de San Sebastián reconociendo su importancia como icono cultural, y desvinculándome, con profundo respeto, de su carga religiosa. Es curioso cómo, a lo largo de los siglos, ha sido reinterpretado casi como un ídolo pagano, sirviendo a artistas, escritores y pensadores como vehículo para expresar inquietudes personales ajenas a lo estrictamente espiritual.
Siendo el santo patrón de mi ciudad natal, Palma de Mallorca, ya existía una conexión previa con su figura antes de iniciar este proyecto. Recientemente, esa relación se vio enriquecida por la lectura de Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima, que me permitió acompañarlo desde una nueva perspectiva. La colección resultante es una declaración de intenciones: una exploración de cómo la iconografía religiosa puede ser resignificada desde lo popular, y al mismo tiempo un comentario sobre la resistencia, el martirio y la construcción de la identidad personal.
Siento que tus colecciones suelen inspirarse en algún tema que te apasiona, o incluso te obsesiona en ese momento (San Sebastián como figura poética y política, el flamenco como un arte más allá de un simple baile, la mitología, etc.).¿Qué te obsesiona últimamente?
Últimamente, mis obsesiones han dado paso a un sentimiento profundo de miedo e incertidumbre ante el momento histórico que vivimos. Me resulta difícil, incluso frívolo, ofrecer otra respuesta que no sea esta: la realidad actual es absolutamente distópica. Como creador aún no he encontrado la manera de canalizar todo este dolor y traducirlo en una forma tangible. Me estoy dando el tiempo necesario para transitar estas emociones y comprenderlas.
Dedicarse a la moda en este contexto es especialmente complejo. Es una industria donde la exclusividad sigue siendo la norma, mientras, en paralelo, se vulneran derechos humanos de manera descarada, se utiliza la inanición como arma y la tiranía de unos pocos intenta silenciar y marginar a los colectivos más vulnerables de la sociedad. Todo esto me confronta, me atraviesa y me obliga a replantear constantemente mi papel como diseñador.
En tu trabajo hay una constante tensión entre lo bello y lo crudo, lo frágil y lo rígido, como la representación de la naturaleza, tan delicada, en tu obra y el metal. ¿Dirías que eso también define tu forma de ver el mundo o tu forma de relacionarte?
Las tensiones entre conceptos diametralmente opuestos están presentes en todos los ámbitos de la vida. Las experimentamos tanto en lo abstracto, emocional o espiritual, como en lo práctico y concreto, por ejemplo, en la política. Para mí, traducir esas tensiones en metáforas visuales es un ejercicio casi terapéutico. Soy una persona de extremos, y este proceso creativo me permite reconciliarlos. Encuentro tanta belleza en la fragilidad y la delicadeza como en lo crudo, lo rígido o lo incómodo. Son realidades que se definen por contraste, y es precisamente esa dualidad la que intento capturar en mis piezas.
Tus piezas están cargadas de simbolismo y emoción. ¿Cómo vives el hecho de que las lleve alguien que probablemente las interpreta desde otro lugar?
A lo largo de estos casi cinco años de trayectoria, mis piezas han llegado a manos, cuellos y orejas de una gran diversidad de personas. Y sí, en ocasiones han sido llevadas por perfiles que no necesariamente comulgan con los ideales de mi marca o con la visión original detrás de cada joya. A pesar de contar con una identidad estética y conceptual muy definida, el resultado final es sorprendentemente democrático. He tenido el privilegio de ver una misma pieza lucida por Ángela Molina, Judeline, Cecilio G o Luka Sabbat, lo cual evidencia la amplitud de lecturas e interpretaciones que puede tener mi trabajo.
También considero fundamental destacar el papel de los estilistas, que a partir de mi visión construyen universos propios. Son ellos quienes sitúan las piezas en contextos que jamás habría imaginado, ampliando así los límites de lo que creía posible con cada diseño.
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La joyería suele estar asociada a lo femenino, a lo delicado. Sin embargo, tus diseños desafían esa idea. ¿Hay una intención de romper con los códigos tradicionales de género?
Vincular la joyería, o la moda en general, a un género u otro me parece una visión obsoleta y limitada. A lo largo de la historia y en distintas culturas, una misma prenda o joya ha adoptado múltiples significados e interpretaciones. Esta obsesión contemporánea por encasillar cada elemento en una única categoría simplemente no tiene sentido.
Lo que hoy se considera ‘femenino’ fue, en otros tiempos, habitual entre hombres. Las convenciones cambian, pero la creatividad no debería someterse a ellas. Yo creo joyas desde una necesidad de comunicar, de expresar una visión. Y mi deseo es que quien conecte con ellas pueda interpretarlas y llevarlas con libertad, sin que su uso esté condicionado por el género.
¿Cuál ha sido el momento más difícil, y el más revelador, en el camino de construir tu marca?
Estoy seguro de que muchos de mis compañeros de profesión compartirán esta percepción: el momento más difícil, sin duda, es el presente. Sobrevivir como marca independiente ya es un milagro en sí mismo, y más aún cuando se produce de forma responsable y local, como es mi caso. En la práctica, la moda dista mucho de ser una industria que premie la ética o el trabajo bien hecho. Tampoco lo hace, en general, el público.
Aunque en los últimos años han surgido más voces en favor de la sostenibilidad, lo cierto es que el consumidor medio sigue optando por el fast fashion, ignorando (a menudo deliberadamente) las consecuencias que esto implica. O, en el extremo opuesto, prefiere pagar sumas desorbitadas por una camiseta con un logo absurdo como símbolo de estatus.
¿Y algún momento que recuerdes con especial cariño?
Hay muchas cosas que recuerdo con verdadero cariño. He tenido la suerte de colaborar con personas a las que admiro profundamente, como Miguel Adrover, Luis Venegas o Biel Capllonch, así como con amigos íntimos y seres muy queridos. La mayoría de mis campañas están protagonizadas por personas que han marcado un antes y un después en mi vida. Poder congelar esos vínculos en el tiempo a través de imágenes y regresar a ellas cuando lo necesito es algo profundamente valioso.
Además, el apoyo y la complicidad que he recibido por parte de otros diseñadores, a quienes admiraba incluso antes de lanzar mi propio proyecto, ha sido, sin duda, una de las experiencias más gratificantes de este camino.
“Encontré un terreno intermedio entre la moda y el arte a través de la joyería escultórica. Es en ese espacio donde he podido construir una práctica que me representa.”
¿Cómo gestionas el equilibrio entre la exigencia creativa y la necesidad de sostener una marca comercialmente viable? ¿Sientes que es compatible con mantener el origen artesanal de tu trabajo?
La artesanía es un oficio en peligro latente de extinción. Lamentablemente, como mencionaba antes, para el público general rara vez es prioritario si un producto ha sido realizado de forma artesanal y cuidada o producido en serie. La atención suele centrarse, por encima de todo, en el precio final. En mi caso, el producto que ofrezco habita la frontera entre el arte y el diseño. Esta posición me permite conectar con un público que tiene inquietudes más profundas: muchas de mis piezas terminan en manos de coleccionistas, artistas o personas que comprenden y valoran tanto el trabajo artesanal como el discurso conceptual que hay detrás de cada joya.
Esa complejidad en mis piezas, sin embargo, es una espada de doble filo. Por un lado, las aleja de lo mainstream (algo que, aunque no persigo, sin duda facilitaría la supervivencia de una marca independiente). Pero, al mismo tiempo, es esa misma complejidad la que da sentido a mi práctica, la que mantiene viva la marca y me permite seguir evolucionando y explorando nuevos territorios creativos.
¿Cuáles dirías que son tus mayores referentes actuales?
Hoy en día, cualquier persona que alce su voz frente a las injusticias del mundo se convierte, para mí, en un referente de valentía imprescindible. En el ámbito del diseño de joyería, a nivel español, Chus Burés es, sin lugar a duda, un maestro de maestros. Su obra, cargada de intención y simbolismo, merece toda mi admiración. Recuerdo especialmente una pieza que vi en un catálogo que él mismo me regaló: un disco de oro atravesado por disparos. La fuerza y la crudeza de un material tan noble violentado por balas me pareció una imagen poderosísima, especialmente resonante con los tiempos convulsos que vivimos.
En general, mis referentes no provienen directamente del mundo de la joyería o del diseño. Encuentro inspiración en la música, el arte, la filosofía o la espiritualidad. Creo firmemente que la creatividad debe ser transversal, debe alimentarse de la mayor cantidad de fuentes posibles para construir un universo propio y una visión verdaderamente completa.
¿Hay alguna colaboración, proyecto artístico o incluso disciplina ajena a la joyería con la que sueñes experimentar o explorar?
Uno de los propósitos que me he marcado este año es reconectar la marca con sus orígenes escultóricos. Provengo del mundo de las bellas artes y, como he señalado en varias ocasiones, mi aproximación al diseño siempre ha partido de un lugar de exploración y aprendizaje autodidacta. Por eso, estoy centrado en desarrollar proyectos cuyo resultado se acerque más a la escultura que a la joyería tradicional. También estoy trabajando en varias colaboraciones con otras firmas de moda con las que comparto visión y valores. Una de ellas es Evade House, con quienes he tenido la suerte de colaborar recientemente en sus desfiles.
Aun así, no me cierro a nada. Intento no limitar mi visión y mantengo la mente abierta a cualquier disciplina que me estimule, ya sea desde lo conceptual o lo material. Mi objetivo es seguir expandiendo los límites de mi práctica y explorar territorios donde la joyería, la escultura y otras formas de expresión puedan convivir de forma orgánica.
¿Qué se viene en el horizonte de Álex Sobrón? ¿Hay algo en especial que quieras conseguir, o algún legado que quieras dejar con la marca?
Quiero seguir haciendo mi trabajo con la máxima dedicación, sin perder jamás mi esencia, mis valores ni mi identidad. El proyecto llegará a su fin el día en que nada me inquiete lo suficiente como para contarlo a través del metal. En cuanto al legado, es una pregunta que aún no tiene respuesta; prefiero dejarlo abierto, en constante construcción.
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