Desde hace unos cuantos años, Alcalá Norte viene construyendo un sonido propio que pone en el centro algo poco habitual: el barrio, la clase, la memoria y la amistad. Su primer disco, publicado hace poco más de un año, fue un disparo certero en la diana emocional de una generación que creció entre pisos de ladrillo, bibliotecas municipales y sueños que rozan lo inalcanzable. Letras que no temen nombrar la precariedad o el coste de la vida, pero que también saben reírse, celebrar y bailar. Porque la vida cañón, ese mantra irónico y costumbrista que da título a uno de sus himnos, no se vive desde el cinismo, sino desde la lucidez.
Ahora, con su directo más engrasado que nunca, y una parada en el Mallorca Live Festival, el grupo sigue caminando con paso firme desde la Ciudad Lineal que los vio nacer. Una maqueta del primer mundo, como su cantante y letrista Álvaro Rivas la define, donde aún caben los dioses borrachos, los colegas de siempre y los mantones de Manila. Allí nos quedamos un rato a escuchar.
¡Hola, Rivas! Bienvenido a Acero. Estáis en mitad de vuestra gira de verano, ¿dónde te pillo ahora mismo?
En el bus 14. Vengo de otra entrevista, cerca del Retiro, y voy a ver a mi abuela, que vive cerca del Bernabéu.
Para quien no os conozca, ¿quiénes son Alcalá Norte?
El Barbosa, el Rivas, el Admin, el Dr Rock y la Laura. Juampi, fundador de la banda junto conmigo (Rivas) y Barbosa, se salió recientemente del proyecto para concluir sus estudios de doctorado en Suecia y perseguir una, seguro, exitosa carrera académica. Su hueco en el escenario lo ocupan entre dos amigos en los que confiamos: el Abel (Los Vinagres) y el René (Dharmacide).
El este de Madrid, el barrio donde os criasteis, Ciudad Lineal, está muy presente en vuestra identidad. ¿De qué manera pensáis que influye el barrio en vuestra música y en vuestra forma de ver el mundo?
Nuestra zona condensa aspiraciones y conformidades abigarradamente. Es una buena maqueta del primer mundo. Llamarnos Alcalá Norte significa que por aquí nos conocimos.
¿Qué tiene vuestra Ciudad Lineal sentimental que no tenga la oficial, y por qué sentís que os representa más ese primer kilómetro y sus alrededores?
La nuestra se prolonga con la calle Arturo Soria hasta bien entrado el distrito de Hortaleza. Y abarca también el primer kilómetro de la margen sureste de la calle Alcalá, pasado el Alcalá Norte, aunque aquello formalmente sea Canillejas.
Empezasteis con versiones de Alaska y The Cure y luego, por diferencias de gustos entre los miembros, hicisteis post-punk por “necesidad”. ¿Cómo definirías vuestro sonido hoy, si es que os interesa etiquetarlo?
Sigue habiendo post-punk, pero desde luego nuestros temas más conocidos son de pop-rock, por decir algo. La sombra del heavy metal siempre nos guarda.
Lleváis desde 2019 dando forma a este proyecto (consciente o inconscientemente). Han pasado mil cosas desde esas primeras tomas de contacto como grupo. ¿Qué momento definirías como clave en todo esto?
La grabación del disco. Es decir, el papel del Dr Rock. El aporte de sus guitarras, su impulso para que creyéramos en nosotros mismos y nos diésemos esa última oportunidad, esto es, la publicación. Su labor como productor. Él nos presentó a quien terminó siendo nuestro manager, el Jose. El verano de 2023 es el que explica nuestra situación presente.
Vuestro disco debut y homónimo, publicado hace poco más de un año, ha tenido una gran acogida y quiero hablar de las letras, que tienen gran carga social y referencias muy interesantes: empiezo por La vida cañón. Partiendo de una historia real de los años 30 y salpicándola con referencias actuales y algo de ironía, ¿crees que esa mezcla de memoria popular y costumbrismo conecta especialmente con cómo vivimos (y soñamos) hoy?
Captura cómo soñamos, a secas, en una sociedad de consumo. Cambia el espectáculo al que uno asiste, pero se sigue pagando en taquilla.
¿Por qué crees que ha calado tan bien en el público?
Creo que tiene una buena intro, con el riff ingenuo, armonizado, sobre los redobles, y una buena primera frase. Además, la expresión que tomamos del señor Juan, la vida cañón, llena la boca al mentarla. A disgusto de Barbosa, añadí la rima de Georgina con cocaína, y eso terminó por hacerlo cuadrar todo.
Además de esto, planteáis que la vida cañón, como concepto, va más por el lado de ser consciente de lo bueno que hay en lo simple y saber disfrutarlo. ¿Qué cosas pequeñas os siguen dando alegría en medio de todo este revuelo?
No es tan simple disfrutar de una pensión de jubilación o de una casita en el pueblo. El mantón de Manila y el teatro son hijos de la complejidad y de la prosperidad que ella descubre. Pero también en la complejidad hay miseria y luchas exterminantes.
Más allá de esta cotidianidad, en el álbum habláis de precariedad económica en temas como La sangre del pobre o 420N. En un momento en el que hablar de clase, territorio y comunidad parece más urgente que nunca, ¿sientes que hacer música desde y para el barrio es también una forma de resistencia?
Barbosa y yo hacemos equilibrios para que resistan los cimientos de la banda. La amistad que subyace, los espacios que sirven de fondo a nuestra amistad. Resistir, en esos términos, nos extenúa. Cada victoria, cada retirada del Malo, es celebrada con porros y litros de cerveza.
La calle del Elfo, a pesar de parecer que habla de gentrificación, identidad y sentimiento de barrio, mencionáis que habla de “dioses borrachos”. Quiero que me cuentes un poco más de este tema y la razón por la que se tuvo que producir hasta en tres ocasiones diferentes.
Efectivamente, aunque en los conciertos la cante bajo una corona apolínea, La calle del Elfo habla de Dionisos, de Baco. En concreto, sus dos primeras estrofas. Si nuestro disco tiene esa ilustración clásica, es precisamente por eso. Como puedes imaginar, la conexión entre nuestro barrio y Baco es puramente accidental, no por ello vana: es la unión de la estrofa y el estribillo.
El mundo de la música ahora toca muchos más palos que antes: hay que hacer mucha promo, sacar fotos, singles, adelantos, vídeos, entrevistas… De hecho, justo después de sacar el disco, programasteis un montón. ¿Cómo lidiáis con este ajetreo ahora?
Pues fíjate, hoy había reservado mi tarde para estudiar. Estoy repasando a los clásicos universales de la filosofía, de forma sistemática, como en el bachillerato. Pero un traspapeleo ha hecho que me sorprendan tres entrevistas seguidas (incluida esta) y tenga que posponer hasta mañana mi gozo. Después, veré con amigos la final del Betis.
Para vuestro último single 10K os habéis aliado con Los Planetas, eminencias de la música alternativa en España. ¿Cómo surge esta colaboración y qué recuerdo guardas de la misma?
Resulta que al Jota y al Florent les molan mucho nuestros temas de pop rock, como La calle Elfo, La vida cañón o No llores, Dr G. Así que, apenas un mes después de publicar el álbum, ya se habían preocupado de buscarnos y conocernos en persona. Lo de 10k nace de una iniciativa discográfica a la que nos prestamos felices. Nos ha reportado promoción y el sello de aprobación de Los Planetas. Compusimos la canción a contrarreloj. Escribí la letra en un par de viajes de furgo. Y en tres tardes quedó lista para ser mezclada. Ojalá hubiéramos tenido más tiempo. A mí no me gusta el resultado.
El Mallorca Live Festival es una de las paradas de este verano. Ya tenéis recorrido en festis, pero vosotros nacisteis en las salas pequeñas, es lo que habéis mamado desde el principio. ¿Con cuál de las dos opciones te quedas y por qué?
Un festi, tocando prontito, al caer la tarde, ante unos cuantos millares de personas, que se han acercado hasta allí prontito para verte a ti, y están felices porque les esperan otras siete horas de báquico solaz. Acabas pronto tu jornada y puedes irte al hotel a fumar porros y charlar con el manager. Este es el escenario que más me ha gustado, de los actuados hasta ahora.
Rivas, te tengo que despedir ya, ¿qué podemos esperar de este tour?
Una versión más madura de Alcalá Norte. Hemos mejorado mucho durante nuestra primera gira de salas, el pasado otoño-invierno. Sobre todo, tomamos muchos apuntes. Después nos pasamos la primavera reimaginando nuestro espectáculo, concentrados en sonar mejor y en ganar soltura, en hacer que todo fluyese naturalmente. Hemos invertido bien de pasta pa este ejercicio, con profes como en un Campamento del Rock. Profesionalización exprés, como cuando enseñan a programar en 8 semanas. Ha valido la pena.
