Después de tres años de silencio, Albany vuelve con Estaba escrito, su proyecto más ambicioso: veinticinco temas divididos en dos caras, donde la artista granadina nos entrega, sin filtros, todo lo que es. En la cara A manda el reggaetón experimental, el perreo sucio y las barras explícitas. En la B, aparece la Alba más rota, íntima y vulnerable, la que escribe con el corazón abierto y canta como si cada verso la salvara un poco más.
Tres años después de su último largo, Albany presenta Estaba escrito, un disco que más que un regreso, es una declaración de intenciones. A los que esperábamos ansiosos nos regala un proyecto mimado, generoso y visceral, donde el desamor, el deseo y la sanación se entrelazan sobre bases de sad trap, reggeatón sucio y electrónica emocional. 
Dividido en dos mitades bien diferenciadas, una primera más lúdica, explícita y nocturna, y una segunda más íntima y dolida, el álbum nos muestra a una Albany en plena libertad creativa, fiel a su imaginario pero también más cruda, más directa, más ella que nunca.
Desde el arranque con Esta noche, Albany nos introduce en su universo de sensualidad y desinhibición. En temas como Perreo drugdealerEl bicho con La Zowi, Gatúbela, o Su bombón, la artista abraza el hedonismo, el empoderamiento y la libertad sexual sin filtros. Tenemos reggaetón experimental, bases pegajosas que flirtean con lo electrónico, autotune agudo, referencias a Bad Gyal y barras explícitas que no ocultan deseo.
Estaba escrito transita del fuego al hielo sin perder cohesión. La segunda mitad, más introspectiva, abre la puerta a la vulnerabilidad de nuestra Alba. SwarovskiInevitable (junto a D. Valentino) o Tu amor llegó a su fin susurran la crudeza del desamor con una honestidad desarmante. La producción se vuelve minimalista y atmosférica, y su voz, a veces quebrada, otras casi extática, ocupa todo el espacio. En Un plan, junto a Leïti, la artista toca la espiritualidad y reflexiona sobre liberarse de presiones externas para enfocarse en lo esencial: la música y el presente. Mientras que Oros, con Sneaky wh, se encarga de sacar la parte más sensual y magnética de Albany.
Con colaboraciones que van desde La Zowi, Mushkaa y Yung Beef hasta West Dubai o Love Yi, el disco se siente como un mapa de afinidades. También como un collage emocional donde cada track funciona como una entrada de diario, una cicatriz abierta o una fiesta en mitad del duelo. La producción, a cargo de nombres como Sneaky wh, Bexnil, HarySaufu, Iseekarlo, Rico Rosa, Benzie o Spinhelli, se adapta como un guante a cada una de esas versiones de Albany: la que reclama su espacio, grita por dentro y renace con cada tema.
Alba firma un disco que condensa y expande todo lo que ha construido durante años. No pide permiso, no rinde cuentas: hace lo que quiere y lo hace bien. Su voz nace del dolor, pero ya no suena rota, suena poderosa. Como el cristal que nombra una de sus canciones, corta, brilla y refleja. Y en ese reflejo, muchas vemos lo que somos o lo que, en algún momento, fuimos.
Track favorito: Gatúbela.