Ser actor es un oficio complejo, misterioso. Desde siempre, la gente de a pie hemos contemplado a los habitantes de la gran pantalla con admiración e incluso cierto recelo. Ellos se suben todos los días a un pedestal para que los observemos embobados. Y Alba Planas lo sabe. Esta joven actriz madrileña, desde el minuto uno de su carrera cinematográfica, de la mano de Julio Medem, decidió abrazar las tribulaciones de su profesión a través de personajes complejos, inseguros, que caminan a tientas en un mundo confuso. Pero si algo ha aprendido Alba, con el paso de los años y de éxitos, como la versión española de Skam o la serie de Prime Días mejores, es que lo verdaderamente complejo son las personas.
Entrevista extraída de ACERO vol. 9, publicada en noviembre de 2024. Hazte con tu copia aquí
Si nosotros alzamos nuestra vista hacia los actores, ellos nos devuelven la mirada para nutrirse de pura fascinación. Fascinación por aquellos que se levantan por las mañanas y suben la persiana deseando amar y ser correspondidos, queriendo prosperar y pelear por un futuro mejor o simplemente para que el día pase lo mejor posible. Es ahí donde reside la magia, y Alba consigue que esa cotidianeidad y esa verdad quede grabada en sus interpretaciones, hasta ahora dulces y empáticas. 
Hasta ahora. Porque en La virgen roja, junto a Nawja Nimri, ha tenido que sumergirse en realidades más cruentas, en vidas terminadas cuando tan solo la adolescencia comenzaba aflorar. Hablamos de Hildegart Rodríguez, bautizada por su madre como ‘La mujer del futuro’ y criada por ella como un experimento social que la llevó a tener tres carreras y más de dieciséis libros publicados con tan solo dieciocho años, edad en la que la mató a sangre fría. Alba ha podido ver en Hildegart reflejos de ella misma, de sus ganas de alzar la voz y seguir nutriéndose como mujer y artista, una artista que no tiene miedo a un mundo que viene dispuesta a conquistar. 
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Alba, ¿qué tal estás?
Pues sin parar.
Me han dicho que te marchas a Valencia a echar una mano. 
Sí, sí, así es.
¿Está ya de camino? 
No, creo que nos vamos a última hora de la tarde. Tengo varios compromisos de trabajo que no me han permitido marcharme antes. 
¿Cómo te sientes?
Estoy deseando llegar y ver qué puedo hacer y en qué puedo ayudar. Voy con un grupo grande de amigos. 
Con todo lo que está pensando, a veces la ficción nos ayuda a olvidarnos un poquito de estos momentos tan terribles. 
Bueno, yo creo que en situaciones como esta, igual que en la pandemia, en tiempos de crisis, cada uno hace lo que puede y lo lleva como puede. Hay gente que necesita implicarse, informarse, estar muy al tanto de la situación, y hay otras que por su salud mental necesitan evadirse un poco. Creo que en esos casos, la ficción puede servir como una herramienta de desconexión, aunque no creo que sea su propósito principal. La ficción tiene objetivos mucho más grandes que la evasión. Dicho esto, sí que es cierto que en algunos momentos, la ficción puede ser una buena forma de desconectar.
¿Y cuáles dirías tú que son los principales objetivos de la ficción?
No pienso que haya una respuesta universal, pero en mi caso, creo que me dedico a esto porque veo la ficción como una herramienta de cambio, ya sea político o cultural. Más allá de eso, y hablando quizás desde un ámbito menos político, también la ficción es una herramienta de expresión muy potente. Para mí ha sido una forma de expresarse, de sentir, de verme reflejada en ciertas cosas que me ayudan a, ¿cómo decirlo?, a desahogarme respecto a lo que me está pasando en un momento concreto de mi vida. La ficción no solo sirve para entretener, sino para mover, para conmover.
Entonces crees en el poder revolucionario de las historias que vemos en el cine, el teatro, la televisión…
Por supuesto, creo en el poder revolucionario del arte en general. Si no, no me dedicaría a esto. Pienso que hay muchas formas de revolucionar a una persona pero es muy importante recordar que el arte es una herramienta didáctica. Cualquier tipo de arte, pero sobre todo la ficción audiovisual, que es lo que consumimos más, de alguna manera nos educan. Y creo que al hacer cine hay que ser consciente de eso. No para hacer solo producciones educativas, no, no todo tiene que ser así. Pero sí es importante tener en cuenta ese rasgo tan poderoso de la ficción.
¿Qué películas han sido revolucionarias para ti, tanto a nivel personal como profesional? ¿Y series?
Persona de Bergman, esa es una de ellas. También hay una película de Fernando Fernán Gómez llamada Viaje a ninguna parte, que me impactó mucho cuando la vi. Y por mencionar alguna más reciente, Salve María, dirigida por Mar Coll. Me dejó muy removida, la verdad, me gustó mucho. Es una película que no te deja indiferente en ningún momento. Y otra, de hace un par de años, que también me conmovió y me hizo sentir muy reflejada en muchos sentidos, es Creatura de Elena Martín.
Por las películas que comentas, podemos percibir ciertos rasgos comunes en el tipo de cine que te gusta consumir. 
No tengo muy claro el tipo de cine que me gusta consumir, me pasa lo mismo que con la música. Cuando me preguntan qué tipo de música escucho, me cuesta responder porque escucho muchos tipos distintos. Me gusta la buena música y el buen cine, ¿qué es eso? No lo sé. Igual lo saben esas directoras y directores que dirigen películas tan estupendas. Yo simplemente las veo y pienso, ¡guau! Hay veces que ni siquiera sabes bien por qué una película sí te ha gustado y la otra no. Me gusta mucho cine de todo tipo.
¿Pero no crees que a través del cine buscas aclarar tus ideas? A veces, necesitamos ver cómo una persona entiende el mundo para empezar a entenderlo nosotros. Y por eso vemos cine. 
Sí, totalmente. Tanto como espectadora como actriz, siempre trato de plantear preguntas y buscar respuestas a cosas que muchas veces no tienen una respuesta clara. Pero el simple hecho de plantearte esas cuestiones, aunque no las resuelvas, ya genera un debate o te acerca a una posible respuesta. Eso para mí es fundamental, y es una de las razones por las que me dedico a esto: intentar dar respuesta a preguntas que no siempre tienen solución, pero el proceso de debatirlas y analizarlas siempre me ha interesado mucho, especialmente aquellas relacionadas con el comportamiento humano.
Las preguntas y las respuestas pueden conllevar cierta frustración porque muchas veces abrimos una puerta y no encontramos lo que buscamos. 
Eso nunca me ha generado frustración como tal. Creo que hay algunas cuestiones que simplemente habitan en el misterio. Y precisamente, esa es una de las grandes herramientas que tiene el arte: el poder navegar en el misterio, adentrarse en aguas que no llevan a ninguna parte, pero son capaces de despertar grandes emociones. Por eso creo que no me siento capaz de frustrarme, encuentro ese misterio algo realmente bello.
Es una manera de pensar capaz de combatir la decepción que provoca muchas veces el mundo en el que vivimos. 
Ahora mismo, siento que estamos viviendo un momento muy complicado. En estas últimas semanas, miro a mi alrededor y todo parece estar marcado por situaciones difíciles. Empezando por la gestión de la DANA, que ha sido desastrosa, hasta todas las noticias sobre abusos, violaciones, agresiones... Es horroroso ver cómo salen a la luz todas estas tragedias. Pero luego, al tratar de mirar más allá, te das cuenta de algo positivo: la movilización de voluntarios y personas que se han volcado en ayudar. Y eso, en medio del caos, me da un rayito de esperanza. A veces cuesta verlo, pero sigue existiendo humanidad. Y eso, al menos, es algo que nos ofrece cierto consuelo.
Me gustaría saber cuáles son las problemáticas actuales de las que te gustaría hablar en tus trabajos como actriz. 
Actualmente, lo que más me preocupa a nivel social es la violencia machista y las agresiones sexuales. Quiero estudiarlo desde un punto de vista más contemporáneo, como lo aborda la película Creatura o la serie Querer, que me está gustando mucho por la manera en la que plantea este malestar. Creo que hay una brecha enorme en la que aún no hemos sabido entrar, y me gustaría profundizar en ese tema. No solo por mí, sino porque también pienso que es una cuestión que a los hombres les incumbe de manera más directa, y deberían involucrarse más activamente. Hay algo en todo eso que me gustaría explorar más a fondo.
La industria del cine y la televisión en España está muy vinculada a casos recientes de abusos y agresiones contra mujeres, que resultan verdaderamente impactantes y dan la sensación de que se trata de un lugar donde ocurren cosas terribles. 
Sí, sin duda. Como cualquier profesión, la industria del entretenimiento tiene sus luces y sombras, pero en este mundillo especialmente todo es algo más extremo. Lo bueno es muy bueno, pero lo malo es muy malo. Lo que he intentado hacer, con la ayuda de mi psicóloga, es buscar ese equilibrio entre lo positivo y lo negativo. Una amiga mía que trabaja como montadora me dijo una vez la siguiente frase que yo uso como mantra: “Todo pasa”. Repito mucho esas dos palabras. Lo bueno pasa, y lo malo también. En esta profesión es difícil encontrar ese balance, porque cuando estás en un buen momento sientes que todo será siempre así. Y está bien disfrutarlo, pero también recordar que todo es temporal. Lo mismo con lo malo, aunque en esos momentos puede ser más difícil verlo. También hay que tener en cuenta lo que conlleva toda la exposición que implica trabajar en este medio. Amplifica todo y lo hace mucho más difícil. 
¿Cómo gestionas tú la exposición y el escrutinio público? 
Lo llevo un poco regular. Soy más bien tímida e introvertida, y aunque no me cuesta tanto interactuar con la gente en general, sí me da un poco de vergüenza cuando alguien que no conozco se me acerca o me empieza a hablar. Es algo con lo que no me siento totalmente cómoda. Pero en mi caso, he tenido suerte porque la popularidad ha sido algo muy progresivo. Mi exposición no ha surgido de la noche a la mañana, y eso me ha permitido adaptarme poco a poco. No tengo millones de seguidores, así que, aunque hay momentos en los que me siento un poco abrumada, no ha sido un cambio tan drástico como el de algunas personas que de repente se ven con una enorme cantidad de followers. Eso es muy complicado de gestionar. En mi caso, ha sido todo más gradual aunque, claro, hay momentos en los que lo llevo mejor o peor.
Pero tú no dejas que esa timidez te impida opinar públicamente sobre las cuestiones que consideras importantes, ¿verdad? 
Eso depende de varias cosas. Cuando no opino, no es porque quiera evitar el tema o pensar en lo que los demás puedan decir. Simplemente, a veces no tengo nada que aportar, o no creo que pueda sumar algo al debate. No es cuestión de tener miedo a la opinión ajena. Creo que cuando tienes un altavoz es importante usarlo, porque puede ser muy útil. Es una herramienta poderosa, y cada quien decide cómo utilizarla. No critico a quienes prefieren no mojarse, porque cada persona tiene su propio estilo y forma de ser. En mi caso, si siento que tengo algo que decir, lo comparto. Si en algún momento pienso que no puedo aportar nada útil a un debate, entonces prefiero escuchar y quedarme al margen. Pero si considero que es relevante o que puedo aportar algo, no me corto.
Tu personaje en La virgen roja es una adolescente que no tiene miedo de hablar alto, de compartir su punto de vista, y al mismo tiempo es una joven extremadamente formada y con amplios conocimientos en multitud de materias. Esto hace que me pregunte si somos osados a la hora de opinar públicamente. 
Creo que el área del conocimiento es infinita. Una persona siempre va a poder saber más, siempre va a poder estudiar más, siempre va a poder informarse más. Desde el punto de vista de la formación intelectual, nunca llegas a un límite. Entonces, no creo que el no tener una formación ‘suficiente’ –aunque eso de qué es ‘suficiente’ es relativo– te quite el derecho de opinar. Al final, la opinión es algo libre. Creo que todos tenemos derecho a expresar lo que pensamos, pero también es importante estar dispuestos a escuchar y aprender de los demás. Luego tenemos la cuestión de lo que cada uno considere como responsabilidad personal. Cuando doy mi opinión sobre algo, me gusta que esté contrastada, que esté bien informada. Sé que habrá gente que pensará que he hecho los deberes, que he buscado la información necesaria, y habrá otros que consideren que mi preparación es insuficiente, que podría haberme informado mucho más. Y eso es cierto, porque siempre puedes estudiar más, siempre puedes informarte más, siempre puedes aprender algo nuevo. Pero, al final, la responsabilidad de cuánto te informes, de cuánta información busques, es de cada uno. Cabe decir que el derecho a opinar es libre para todos pero como receptores de esa información, nosotros tenemos la capacidad de decidir a quién escuchamos y a quién leemos. Personalmente, sé a qué personas quiero escuchar o leer, porque considero que son gente que se ha preocupado por estudiar, por contrastar, que realmente sabe de lo que habla. Por supuesto, hay personas que no me generan la misma confianza. 
Háblame de las similitudes que has encontrado entre tú misma y Hildegart Rodríguez. 
Estamos hablando de una persona de los años treinta, así que ya solo por la época en la que vivió, hay una gran distancia entre nosotras. Pero sí, por ejemplo, desde muy joven siempre he tenido una gran inclinación hacia lo político. De hecho, mi plan B, si no hubiera sido actriz, era estudiar ciencias políticas o periodismo, porque siempre he sentido una pulsión política bastante fuerte. Y ahí es donde encuentro algunas similitudes con Hildegart. 
Podemos decir que Hildegart era la criatura de su madre, toda una Doctora Frankenstein. 
Sí, totalmente. De hecho, la novela de Almudena Grandes que trata esta historia se llama La madre de Frankenstein. Es interesante porque ella, la protagonista, era vista como un ‘proyecto’ desde el principio, un proyecto eugenésico, que era precisamente en lo que creía la madre. En la película se plantea desde el inicio que Aurora la veía de esa manera, como un experimento, y eso se refleja claramente en la trama. Es un enfoque muy directo sobre cómo la madre la concebía como un proyecto, más que como una hija.
¿Dirías que justo por ese motivo su final estaba irremediablemente dirigido hacia la tragedia? 
Pues, la verdad, no lo sé. Esta es una pregunta sobre la que no tengo una respuesta clara. Si te pones a pensar o a divagar sobre lo que pudo haber sido, quizás podrías encontrar alguna posibilidad en la que ella pudiera escapar de ese régimen tan dictatorial que tenía en casa. Pero, desde luego, es muy difícil cuando te crías en un entorno que casi parece una cárcel. Entiendo que, en esas circunstancias, romper esas barreras y salir de ahí debe ser prácticamente imposible.
Pero, ¿y a ti? ¿Cómo te hubiera gustado que terminara la historia de La virgen roja?
Hildegart era una mujer fascinante y ha sido toda una maravilla el poder contar su historia. Creo que ella hubiera llegado muy lejos si no la hubieran silenciado. Todo lo que consiguió a los dieciocho años fue alucinante. A esa edad fue una referencia muy importante para la sociedad española de su época. Imagínate lo que podría haber sido si no la hubiera matado su madre. Claro, me hubiera encantado que no solo Hildegard, sino tantas otras mujeres que han sido silenciadas por diversas razones, hubieran podido seguir escribiendo y compartiendo sus ideas. Nos habrían dejado con un legado vital e intelectual de valor incalculable. 
Estaba tan entregada a causas políticas y sociales, que no he podido evitar preguntarme dónde quedaba la parte divertida de la vida para una adolescente como ella. 
En la película se muestra que en el momento en el que Hildegard empieza a vivir y experimentar las cosas que le tocan a su edad, su madre decide acabar con ella. Y es muy curioso, porque Aurora Rodríguez quería crear a la primera mujer libre. Pero cuando su hija empieza a caminar por sí misma, hacer cosas como tomarse un vermut o salir a bailar con un chico, es cuando todo se quiebra. Ahí es cuando Aurora ya no lo soporta y la asesina a sangre fría. Es una contradicción tan enorme, tan profunda, que no tiene una explicación clara. Y, precisamente, esas son las cosas que tampoco tienen respuesta.
¿De qué manera planteasteis la relación materno filial entre tu personaje y el de Najwa Nimri?
La relación de Aurora y Hildegart tiene muchas aristas, empieza de una manera y luego va avanzando, atravesando varias contradicciones. Desde el principio de los ensayos teníamos claro que mi personaje, Hildegard, empieza sumida en la oscuridad de esa casa, pero a lo largo de la historia va hacia la luz, hacia el descubrimiento de la vida y de sus imperfecciones. Por otro lado, el personaje que interpreta a Najwa es todo lo contrario: ella comienza en la luz y, poco a poco, se va adentrando más en la oscuridad. Esa dinámica hace que, al principio, nuestras relaciones como personajes sean casi simbióticas. De alguna manera, sus vidas se complementan. Pero a medida que avanza la historia, esa simbiosis se va transformando en una antítesis absoluta.
Hildegart fue tildada como “la mujer del futuro”, ¿qué clase de mujer quiere ser Alba Planas en el futuro?
Me gustaría ser feliz en el futuro y estar rodeada de gente maravillosa a la que quiero mucho. También, por supuesto, seguir dedicándome a esto, hacer mucho cine y mucho teatro. Incluso tener una familia.
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Balaclava THE CURIOUSIERS, vestido EVADE HOUSE, zapatos LES JULIETTES.
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Jersey ADOLFO DOMINGUEZ.
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Chaqueta PULL&BEAR.
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Jersey ADOLFO DOMINGUEZ, vestido DESIGUAL.
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Top AVEC AMOUR, pantalón LEVI’S, zapatos BERSHKA.
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Jersey K-WAY, pantalón y zapatos PULL&BEAR, pendiente SUOT STUDIO.