Si existiese una fórmula para el éxito, sospecharíamos que Aitana la guarda bajo llave. No es intuición, son hechos, y su concierto frente a cuarenta y ocho mil personas del sábado pasado en el Estadi Lluís Companys de Barcelona es la prueba de ello. Así abría su minigira Metamorfosis Season, que también la llevará a finales de julio a Madrid con dos nuevas fechas; porque para llenar un estadio no solo se necesita talento, sino también disciplina, personalidad y la valentía de enfrentarse a los miedos que nos muestra en esta nueva era.
En el documental que presentó en Netflix hace unos meses se confiesa humana e incomprendida, pero también libre y auténtica. Con más energía que nunca, el sábado volvió a pisar un escenario para reclamar su título: el de superestrella.
La tarde prometía. A pesar del calor sofocante de julio, cerca de cincuenta mil personas se reunieron en el Lluís Companys con un único propósito: abrazar a una artista que no necesita presentación. Entre abanicos y botellas de agua, Julieta, que fue la telonera merecidísima del día, abría el evento con su ristra de temazos románticos y coreografías pensadas al milímetro. Un ambiente marcado por el pop catalán que dejaba entrever el Catalan Dream como la realidad que es.
A las 20:15, puntual, Aitana aparece sobre una plataforma con forma de mariposa. Vestida de blanco, como quien firma unos votos sin altar, promete una noche inolvidable. Arranca con 6 de febrero, Superestrella y su primera era: Popcorn, Teléfono, Vas a quedarte… y, para abrir boca, la primera gran sorpresa de la velada: Lo malo junto a Ana Guerra en el escenario, y minutos después con Josep Montero, cantante de Oques Grasses, para regalarnos La gent que estimo mientras el sol se despide de Barcelona y el público se entrega. 
La segunda parte del concierto vino con un cambio de estética y actitud: más oscura, más provocadora. De Spoiler a 11 razones, una de sus favoritas. En el setlist se cuelan, entre una versión más rockera de Girlfriend de Avril Lavigne, las canciones de Tu foto del DNI o Mon Amour. Y del sonido más brutal al absoluto silencio: porque ahora la magia vuela hasta la grada, con una Aitana  dispuesta a cantar su canción más íntima, Música en el cielo. Sentada entre sus padres y dedicada a su abuelo. El público guarda silencio, y así acontece uno de los momentos más emotivos de la noche.
Mientras suenan las últimas notas y uno cobra de nuevo el sentido, el escenario se ha vuelto, en apenas minutos, una discoteca. Mesa de DJ, bailarines de la última edición de Fama, y una chica que reaparece de azul eléctrico. No es casualidad, la era de Alpha y Cuarto azul ha entrado a jugar. Suena Los Ángeles, Mi amor (con baile viral incluido) Gran Vía y Cuando hables con él, entre otros. La energía ya no puede decaer.
Tan solo una tregua. Entre Los Ángeles y 24 rosas, Pep Sala. Un momento inolvidable para mayores y pequeños, que contienen el aliento ante tal ícono de la música catalana. Un mar de luces ilumina Boig per tu, de Sau, y una Aitana muy orgullosa de sus raíces recuerda con emoción su infancia y adolescencia a través de la guitarra de su acompañante. 
En un último tramo de euforia absoluta suenan éxitos como Formentera, Mariposas o Las babys, con Plex y compañía en el escenario. Cierra con La chica perfecta y Conexión psíquica, y como gran colofón final: fuegos artificiales azules y mucha emoción. Aproximadamente tres horas de reloj haciendo un repaso por lo más destacado de la discografía de Aitana junto a ella y a sus colaboraciones. Porque tal y como bautiza esta minigira, la metamorfosis está en ella, ya no es lo que era, y quizá no le gustaría volver a épocas anteriores, pero también es importante abrazarlas para avanzar, para cambiar, para seguir adelante. Aitana, digan lo que digan, el sábado pasado la corona fue tuya.
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