Aquí estamos de vuelta, manejando los estragos del verano como bien podemos y con un nuevo número en la calle con el que nos despedimos hasta el próximo invierno. Cada número, por cosas del azar más que por ninguna intención, acaba aglutinando una serie de temas que se van repitiendo a lo largo de las entrevistas, como una especie de hilo conductor que atraviesa las páginas, del que no eres consciente hasta que lo lees del tirón. Aquí se habla mucho del barrio, de decisiones bien tomadas y oportunidades que no dejas pasar, de momentos clave que actúan como una palanca capaz de impulsarte a otro lugar. Y de la música como fuerza redentora, como tabla de salvación. Ya lo dice Dillom al principio de su entrevista: “En toda mi vida yo siempre prioricé la música”. Y es que cuando tienes algo que te salva del desastre, te agarras con todas tus fuerzas porque te va la vida en ello.
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Y a veces sale bien. Lo sé, por un éxito, a saber cuántos intentos se quedan por el camino. No voy a ser yo quien defienda que el curro y el esfuerzo siempre tienen su recompensa, hay demasiados factores que entran en juego y no todos disfrutamos de las mismas ventajas en la casilla de salida, pero sí os diré una cosa: hay que prestar atención a las oportunidades, hay que saber verlas, mejor aún, hay que saber crearlas ¡zas! y luego ir a muerte con ellas. Y si no que se lo digan a Marcos de Depresión Sonora, dónde estaba antes de la pandemia y dónde está ahora. En palabras de Mala Rodríguez: “Entre hacer y no hacer, yo prefiero hacer”. Si lo que haces sale adelante puede cambiarte la vida, y si no te lleva a ningún sitio… meeeek, error, nuestras acciones siempre nos llevan a algún sitio, si no te gusta, al menos ya sabes dónde no querrás volver a estar. 
Sin conocerla más allá de las palabras que cruzamos durante la sesión de maquillaje para las fotos que publicamos aquí, bueno, y tras pasarme los dosmiles quemando Lujo ibérico y cantando aquello de “Tengo un trato lo mío pa mi saco” como si no hubiera un mañana, diría que a lo largo de su vida La Mala ha estado en algunos de esos sitios, que lejos de acabar con ella le han hecho más fuerte. Leo la entrevista y repaso la letra de su tema más icónico (ese que la encumbró en su día y que ahora algunos usan como arma arrojadiza para quitar méritos a su trabajo actual, como si una tuviese que pasarse la vida haciendo lo mismo, como si algunos géneros musicales fuesen mejores que otros, ¿quién otorga el certificado de excelencia, quién el de autenticidad?), repaso la letra, digo, y en esencia, bajo esa máscara de la más dura del barrio que se puso una María jovencita para enfrentarse al mundo y a una industria incipiente tan poco dada a hacer hueco a las mujeres, veo a la María adulta y madre, que ha sabido navegar por aguas turbulentas y salir airosa del envite. “Hay que ser más bueno que los malos / Dame mi virtud, quédate mi fallo”, cantaba entonces Mala Rodríguez. “Solo intento tener limpio mi corazón para poder hacer música. Ese es mi negocio”, le dice ahora a Raül de Tena. Toda una vida haciendo música cómo y cuándo le da la gana. Y digámoslo, Un mundo raro no es solo uno de sus trabajos más personales, también es un discazo, pese a quien pese.
En este número, junto a las portadas de Mala Rodríguez, Depresión Sonora y Dillom, mi gran descubrimiento de este año, ¿cómo había pasado por alto a este chico?, qué barbaridad su álbum, tenemos también a Pedro Ladroga, que se marca poco menos que una clase magistral de lo que ha venido siendo la escena urbana en los últimos diez años; en serio, si dejáis sin leer algo, que no sea esto. También pasan por aquí La Joaqui, Taichu, Elio Toffana y Vatocholo. Y como no todo va a ser música, Kenneth Anderson firma la editorial de moda, entrevistamos a Domingo Rodríguez, fundador y director creativo de Dominnico, al actor Iván Pellicer, que está que no para, a Filip Custic, con exposición en Madrid hasta principios de septiembre, y a Las Verdunch, otras que han sabido ver la oportunidad en lo que pudo quedarse en mera anécdota. ¿Soportarás? ¿No? Pues en breve más. 
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