“¿Te sientes más rapero o más músico?”, pregunta nuestra editora Alexia a Dano al principio de la entrevista que abre este número. Así de entrada, la pregunta puede descolocar en un medio como este, aunque sigue siendo pertinente cuando todavía hay quien se empeña en ningunear ciertos géneros de música. De cualquier forma, si la recupero aquí fuera de contexto es, por un lado, para resaltar cómo tendemos a etiquetar las cosas, a compartimentarlas, a separarlas y, por otro, cómo asumimos discursos que posiblemente no son los nuestros, pero que se cuelan igualmente en nuestra línea de pensamiento. “¿Por qué piensas que el rap y la música son cosas distintas?”, le contesta Dano. “¿Un rapero no se siente músico? ¿Qué se sienten, albañiles?”, zanja irónico para cerrar el tema.
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Nada como el humor y el sarcasmo para poner en evidencia ciertas cosas, aunque a veces hace falta más que eso, a veces hace falta mucha fuerza de voluntad y mucho amor propio para desenvolverte en terrenos pantanosos. Y no hablo del rap, hablo de la música en general, de la creatividad en general, de lo contradictorio y absurdo que muchas veces resulta todo. En estos tiempos que habitamos, donde ser multidisciplinar casi es una obligación si no quieres morirte de hambre, luego resulta que tampoco eso está bien visto, porque qué haces tú haciendo esto si te dedicabas a lo otro. Y ya estamos de nuevo con las dichosas etiquetas, como si tuvieras que quedarte siempre en el mismo sitio, como si una no pudiera evolucionar a lo largo de su vida, como si no pudieras hacer una, dos, tres cosas diferentes, cien. Como si tuvieses que demostrar el doble solo por venir de ciertos lugares no aprobados por los guardianes de no se sabe muy bien qué.
Siento que ya no se habla tanto del intrusismo profesional en ciertos sectores, precisamente porque ese discurso ha calado de tal forma, que ahora la presión ya no se ejerce desde fuera; ya nos han jodido lo suficiente para que seamos nosotros mismos quienes nos presionemos con el maldito síndrome del impostor. Y no lo saco a colación porque sí, sino porque a lo largo de estas páginas son dos las personas, mujeres para más señas, que en algún momento de sus carreras dicen haber sentido esa presión. Tanto Mar Lucas como María Bottle hablan de ello en sus respectivas entrevistas, y comentan cómo el hecho de haberse dado a conocer en redes sociales de alguna manera dificulta luego la validación por parte del público en otros ámbitos, Mar en la música, María en el arte. “Es una cuestión de costumbre”, comenta Mar. “Me han visto en las redes sociales, y ahora me ven en la música y no les cuadra. Pero siento que es cuestión de tiempo que lo acepten. Es algo que me hace feliz y creo fervientemente que nada es imposible”. María va más allá, y hace suyo el discurso que escuchó en redes a una chica cuyo nombre no recuerda: “Decía que el síndrome del impostor se inventó para las mujeres. Me paré a pensarlo y dije, güey, ¡claro! ¿Tú cuándo has visto a un hombre pensar que no es suficiente? A lo mejor uno comparado con las cien mujeres que lo dicen todos los días”.
Como con el sarcasmo y el humor, la hipérbole nos ayuda también explicarnos y a explicar el mundo que nos rodea. Y aunque más de uno estará diciendo ahora qué exagerada, estamos entendiendo perfectamente lo que María quiere decir, porque sí, si encima eres mujer, la presión es mayor. De cualquier forma, y para ir cerrando el tema, es esencial no quedarse en esos miedos, olvidarse del síndrome del impostor y, como ella misma dice, atreverse a hacer las cosas, atreverse a hacer aquello que te gusta y te hace feliz. Lo demás no importa. Los demás no importan. Y diré más: no hay una única forma de hacer las cosas, puedes llegar adonde quieras a través de diferentes caminos, así que busca el tuyo y ve con todo.
Y dicho esto, aquí tenéis nuestro número de verano. Junto a Dano, María Bottle y Mar Lucas, entrevistas con Tiago PZK, Alemán, Xenia, KYNE y l0rna. La editorial de moda la firma Nicolás Cuenca, y también en estas páginas, el creador de contenido Darío Eme Hache, el artista Grip Face, el diseñador Miguel Becer que lleva más de diez años al frente de su marca ManéMané, y Álvaro Mel, quien a pesar de haberse dado a conocer también en redes sociales ha sabido moverse profesionalmente entre la música, el cine y ahora la pintura. “Siempre he compartido cosas relacionadas con el arte. Así que, ¿qué tiene de malo que también lo haga yo?”, se pregunta. Absolutamente nada.
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