Seas de donde seas, apuesto que habrás crecido con alguna serie de anime en tu infancia. No importa si era Zatch Bell, Digimon o One Piece, porque todas, igualmente, las recordarás para siempre con un cariño especial. Algunxs, como ha sido mi caso, descubrimos las películas de Studio Ghibli cuando nos hicimos un poco más mayores. Recuerdo ver por primera vez La princesa Mononoke o El castillo ambulante y sentir una satisfacción visual y emocional que nunca había experimentado con Disney, por decir algún ejemplo.
Hayao Miyazaki, director de este estudio japonés, anunciaba hace unos meses el lanzamiento de su última película, El chico y la garza, y, ahora que se ha estrenado, un sentimiento de nostalgia me ha llevado a explorar mucho más su filmografía. Así que, aquí estoy, dispuesto a recomendarte unas cuantas que van más allá de las típicas que todxs conocemos.
Por suerte, hay un montón de películas de Studio Ghibli en Netflix (punto a favor para la plataforma). Así que, ¿por qué no pegarnos un maratón y escaparnos del yugo de la vida adulta? Ni que sea por una tarde, vaya. Nos colamos de lleno en el mundo de estas animaciones, donde los espíritus y la magia del bosque o del mar, los animales o el amor nos invitan a descubrir pedacitos de nuestra infancia, pero también de nuestra entrada a la vida adulta. Que empiece el show.
El recuerdo de Marnie (2014), de Hiromasa Yonebayashi
La vi por primera vez hace un par de semanas, y ya se ha convertido en una de mis favoritas. El recuerdo de Marnie es una entrañable historia de amistad y misterio que te lleva de la incomprensión a la conmoción a lo largo de toda su trama. Su protagonista, Anna, pasa el verano en un pequeño pueblo a la orilla del mar junto a sus tíos, porque ante su enfermedad le recomiendan pasar tiempo en un lugar donde pueda respirar aire puro, lejos de Tokyo.
Allí se encontrará una mansión abandonada rodeada de pantanos. A partir de aquí comienza el viaje por ese sentimiento de exclusión que podría sentir en la infancia, contado con tal crudeza que hasta incomoda un poco. El final, life-changing, y gracias a ese toque de fantasía que tanto caracteriza a este estudio, el misterio de dos niñas acabará por resolverse. Y no gracias a lo que crees.
La colina de las amapolas (2011), de Goro Miyazaki
¡Izad las velas! Retrocedemos hasta 1963, a la ciudad japonesa de Yokohama. Umi Matsuzaki, protagonista de este film, vive una doble vida: como estudiante y al cargo de su propia casa por la ausencia de su madre, y de administrar junto a su abuela una pensión familiar en lo alto de una colina llena de amapolas. En el instituto conocerá a Shun Kazama, y el resto es historia.
La película nos habla de la nostalgia, de la idea de reconstruirnos, de la sordidez de mirar hacia el futuro después de un trauma, cuidando la memoria, abrazando la tristeza. Es muy emocionante, y hasta tiene toques de humor que veréis en las aulas de los institutos, cuando el sentimiento de rebelión de los estudiantes es incontrolable. No más info, dentro trailer.
Susurros del corazón (1995), de Yoshifumi Kondô
Volvemos a Tokyo, año 1994. Shizuku Tsukishima es una adolescente de catorce años que ama la lectura. Un día, descubre que hay un chico, Seiji Amasawa, que ha sacado exactamente los mismos libros de la biblioteca que ella. Así, se propone descubrir quién es. La historia al principio puede parecer un poco lenta y dispersa, pero te juro que acaba mereciendo la pena.
Los temas que tienen que ver con la madurez (ver cómo tus pasatiempos se transforman en tus pasiones, empiezas a experimentar tus primeros dramas, llega el primer amor, la torpeza que tienes en este) se retratan de una forma tan cruda que sin duda te vas a ver ahí.
Arrietty y el mundo de los diminutos (2010), de Hiromasa Yonebayashi
Podrías pensar en Pulgarcita, pero en realidad está inspirada en la serie de novelas The Borrowes, de la británica Mary Norton. La película nos cuenta la historia de unos seres minúsculos que viven ocultos en las casas de los humanos y que toman prestado de ellos lo que necesitan para sobrevivir. Muy en la línea de Miyazaki, encontramos una temática ecológico-humanista, como en Ponyo en el acantilado o La princesa Mononoke, donde seres fantásticos se enfrentan a seres humanos para mantener la armonía de su microcosmos.
La película es una delicia visual. La casa de los diminutos, que ya nos gustaría tener a muchxs, el jardín, las flores, el bosque… O sea, un diez. Eso sí, siempre con esa vibe pesimista que tanto caracteriza las historias de Miyazaki. Arrietty personifica esa identidad entre la niñez y la adolescencia, como también hace con Chihiro, muy ingenua pero valiente y llena de impotencia. Su madurez llegará por la supervivencia de su familia, pero no quiero contarte mucho más. Tienes que verlo tú mismx.
Nicky, la aprendiz de bruja (1989), de Hayao Miyazaki
En el mundo de las brujas, cumplir los trece significa abandonar tu hogar durante un año. Y, claro, el caso de Nicky, en el caso del doblaje en castellano, no fue como otro cualquiera. Según la tradición, esto lo hacen para hacerse valer por sí mismas, descubrir los valores de responsabilidad e independencia, y profundizar en su magia. En este viaje, las aventuras son incontables, y aunque la película no es tan profunda como las del resto de la lista, también merece mucho la pena.
En este viaje, siempre acompañada por su gatito negro, Jiji, nuestra protagonista pasa de convertirse en trabajadora a domicilio subida en su escoba y ser la mejor en ello, hasta seguir a su corazón y encontrar su propio camino.